La catalana Sílvia Pérez Cruz ha sido galardonada con el Premio Nacional de las Músicas Actuales 2022 por «la naturalidad, la versatilidad y la audacia de sus propuestas». La cita de ayer en el Victoria Eugenia solo confirmó lo acertado de la definición. Porque fue ... una obra de arte.
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O de distintas artes, si nos ponemos exquisitos. Hubo teatro, proyecciones y expresividad corporal. Con una escenografía de minipiso desde el que mostraba su pasmosa imaginación una autora que, rompiendo tradiciones, paseó por el escenario mientras la gente ocupaba su asiento.
En lo musical la oferta fue increíble. Una aventura en la que destacó esa voz fantástica que mandaba siempre sobre los acordes. Tonos que en ocasiones finalizaba como Juanito Valderrama (de quién improvisó un tema al final) y que lograron contagiar a un público que, más allá de las toses de la noche, llegó a emular al Orfeón.
El fondo, ese gran juego en sus manos, navegaba por el folklore latinoamericano o portugués, las tonadas mediterráneas, la calma japonesa, la fiereza del blues, la elevación de los coros religiosos y la expresividad de los musicales. Realzando poemas ajenos (Ana María Moix, Federico García Lorca). Construyendo esa «única canción», como dijo ella, llena de etapas imprevisibles, arrebatadoras, emocionantes. Y, lo que es un lujo, cercanas como esa radio que lanzó versos. «Si no canto lo que siento voy a morir por dentro», dijo en una de sus piezas. Si nos atenemos al deslumbrante viaje de ayer, Sílvia Pérez Cruz va a ser eterna.
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