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C. Tangana, el canadiense Sean Nicholas Savage o la banda Black Angels son algunos de los nombres que han pasado por el Dabadaba en este tiempo .
Diez años de una sala única
Aniversario

Diez años de una sala única

El Dabadaba cumple una década. Nació en un antiguo salón de billares y en estos momentos es una rareza musical en Donostia con una programación regular, con más de 200 conciertos y sesiones de dj's anuales

Sábado, 23 de marzo 2024, 01:00

A finales de 2013 cuando Álex López, Sebastián Salaberry y Jon Ander Soto se encontraban en el paro decidieron buscar un local para montar un proyecto en Donostia relacionado con la música. Ese mundo no les era ajeno porque además de pertenecer a distintas bandas, López, por ejemplo, también ejercía de promotor con el pequeño sello Ayo Silver!, con el que organizaba conciertos en el Bukowsky. El salón de billares de la calle Mundaiz en el que solían meter horas había cerrado. Lo tuvieron claro, preguntaron, estaba disponible y comenzaron a organizar actuaciones de forma bastante precaria. Ponían cuatro palés para el escenario y lo demás era dedicación, ganas y pasión, pero ni idea de números, permisos y cuentas. «Fue un momento de mucha ingenuidad», recuerda López que tiene claro que «no podía ser de otra forma» porque, reconoce, «si me dices ahora que tenemos que montar una sala con todo lo que sabemos que hay que cumplir, no lo hubiéramos hecho». Así nació el Dabadaba. De esos primeros conciertos ha pasado una década –ahora organizan unos doscientos al año en una programación en la que también se incluyen los dj's que traen para el club– y este fin de semana lo van a celebrar con una programación especial.

Un espacio sin vecinos cerca que se quejaran permitió consolidar una programación «antes de que alguien se preguntara qué está pasando ahí». La filosofía era «mejor pedir perdón que permiso», pero no les hizo falta aplicarla porque no hubo quejas. En esa época estaba el proceso para preparar la Capitalidad Europea de 2016 y hubo cierta permisividad. Fue a la vuelta de esa celebración cuando les dieron un toque de atención que obligó a una reforma completa.

De esos primeros conciertos recuerdan a la banda Black Lips, garaje puro proveniente de Atlanta (EE UU). Era agosto de 2014 y las 250 entradas se habían agotado con bastante antelación. Ya habían trabajado con ellos diez años antes, a través de Ayo Silver! Y antes de la actuación se los llevaron a una sociedad a cenar merluza en salsa.

Músicas urbanas

Pronto empezaron a dar cabida a cosas nuevas relacionadas con las músicas urbanas, como en febrero de 2015 con Agorazein, el grupo madrileño que estaba formado, entre otros, por C. Tangana, al que asistieron menos de cien personas. Dos años después otro fenómeno en ciernes pasó por la sala. En marzo de 2017 Rosalía presentó su primer trabajo 'Los Ángeles', ante unas ochenta personas, todas ellas sentadas. «Entonces no éramos del todo amateurs, pero sí una sala autogestionada. Hacíamos cosas del circuito profesional a puro huevo», e incluso llevando a dormir a su casa a algunos de los músicos.

El salto a la profesionalización se dio con la reforma, con una fuerte inversión en el equipo de sonido, la acústica, el traslado del escenario. Eso les permitió presentar a grupos como la banda británica de post punk Wire o el nigeriano Femi Kuti y su afrobeat. «Cosas que no hubiésemos podido hacer antes, sobre todo porque la estructura de producción era menor previa a 2018».

Desde el principio lo tenían claro –«porque nuestros gustos abarcan todo el espectro musical»–, pero también porque si en una ciudad de 200.000 habitantes «hacíamos una sala de un solo estilo íbamos a quemar al público, y eso que con toda la variedad que programamos ya nos da la sensación de que lo hemos quemado». Flamenco, punk, psicodelia, rock en todas sus variantes, hip hop, experimental, ambiente..., todo ha tenido cabida. Lo mismo sucedió cuando ampliaron su oferta y se convirtieron en una sala de club nocturna, ahí tuvimos que incluir electrónica, músicas latinas de vanguardia, funk, disco. La apuesta funcionó y ahora marcha tan bien o mejor que los conciertos.

Esa planificación les ha llevado a entrar en un circuito profesional que les permite traer, por ejemplo, a leyendas del soul como Lee Fields que actuó en agosto o Jay Jay Johanson este febrero: «Aunque haya gente que piense lo contrario, Donostia es una plaza jugosa porque está de paso entre Burdeos y Madrid».

Engranaje

Al cabo de diez años, una de las reflexiones que hacen es que ahora «tenemos la sensación de que formamos parte de un engranaje, no sé si llamarlo industria. Hay una responsabilidad hacia el público local de seguir haciendo cosas incluso cuando vayan mal». Y pandemia no era el nombre de un grupo punk, sino uno de esos momentos en el que las cosas fueron mal porque todo el mundo se tuvo que confinar en 2019. Ahora Álex López la recuerda como una época muy rara porque «nos habíamos metido en otras aventuras empresariales (chiringuitos en la playa) para poder financiar la reforma, y todo el tema de ERTE's fue muy complejo. Tuvimos que endeudarnos hasta 2030 para hacer frente a la situación».

En estos momentos, con el Doka de reforma integral, es la única sala de conciertos con una programación estable. «También están la autogestión tipo Mogambo y algunos bares que organizan actuaciones esporádica. Nosotros cogimos Altxerri, que estaba medio muerto, pero los propietarios decidieron cerrar. Las salas públicas tienen otras condiciones con sus plantillas, horarios... La sensación es que una ciudad tan podrida urbanísticamente como Donostia nunca se va a poder permitir otro Altxerri». El Dabadaba se mantiene. Eso sí, cada muy poco tiempo alguien les llama diciendo que el pabellón donde están se va a derribar. «Nosotros hablamos con el Ayuntamiento y nos tranquiliza», apunta López.

Dabadaba goza de buena salud. En el último año se han programado conciertos que han sido hitos para los aficionados como la visita de la banda de Austin Black Angels, los británicos de Stereolab o los neoyorkinos Luna. «Para nosotros ha sido entrar en otra liga, con producciones mayores para una sala de 300 personas.

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