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Sábado, 25 de septiembre 2021, 02:00
Como en las grandes citas musicales de aquellos gloriosos años pasados el Velódromo de Anoeta acogió uno de esos grandes eventos populares. Este año con un añadido relevante: El Donostia Festibala de ayer fue el momento cultural más populoso desde que dio inicio la pandemia. Un hecho que como bien supondrán anda aún lejos de aquella vieja normalidad, con limitaciones por cuestiones de seguridad.
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En el acceso tranquilo colocaban una pulsera para luego poder salir y entrar libremente. Dentro solo se permitió consumir agua, por mas que los promotores buscaron equiparar el acto cultural al partido de pelota, donde aforos (aquí el 40% del total) y adquisición de refrescos parecen más laxos.
El escenario único se ubicó en la curva cercana al barrio donostiarra de Amara. En el foso hubo largas filas de sillas que fueron llenándose con el paso de los minutos y los conciertos. Las gradas de las rectas de meta y contrameta se repartieron el resto de los asientos disponibles. El público guipuzcoano fue mayoritario aunque las entradas también viajaron por el resto de Euskadi. Un 10% de los boletos se extendieron por el Estado llegando algunas de ellas hasta la vecina Francia.
J.Largo fue el encargado de inaugurar la cita con su hip hop de voces filtradas. Su música, oscura y romántica, fue un buen comienzo. El donostiarra Aigory fue aún mas directo en los cantares, abrazando el rap californiano mientras su boca escupía palabras a mil por hora. SIMONA fue lo más sofisticado de la noche. Su argentino cantar nos recordó a veces a una lánguida Julieta Venegas con momentos de 'muro de sonido' de Phil Spector. La lista de piezas tuvo impacto y sutilidad, como pudimos ver en esos nuevos temas más discotequeros.
Lágrimas de Sangre, los primeros en jugar en la liga de luces ambientales apagadas, consiguieron elevar el ánimo de sus numerosos seguidores. La música de la banda, cuyos miembros encontraron estos días tiempo para irse de sidrerías y museos guipuzcoanos, viró desde el rap latino hasta el reggae-pop playero buscando siempre crear momentos coreables.
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Los Chikos del Maíz fueron los vencedores en la categoría 'número de gente con la camiseta del grupo puesta'. Sus melodías, asentadas en lo más clásico del rap nacional, llegaron como siempre críticas, rebeldes y claramente antifascistas. En lo sonoro hubo, en ocasiones, pocas, cierta calma. La urgencia de esta crónica dejo fuera el plato fuerte de la noche, con Kase.O presentando el décimo aniversario de su emblemático 'Kase.O Jazz Magnetism'.
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