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La Euskadiko Orkestra sigue sumando elogios internacionales a sus dos últimas grabaciones. Según informa la propia sinfónica vasca, el prestigioso The New Yorker publica en ... su nuevo número una elogiosa reseña firmada por uno de sus más respetados críticos, Alex Ross, que se suma a otras publicadas en las últimas semanas, como en el medio europeo especializado Gramophone.
El elogio de The New Yorker parte de una afirmación menos luminosa. «La Euskadiko Orkestra, dirigida por el joven director texano Robert Treviño, no llamaba la atención de demasiada gente del panorama internacional de la música clásica hasta el año pasado», dice. Pero enseguida se anima: «Dos grabaciones sorprendentemente excelentes con el sello Ondine [en referencia a 'Ravel' y 'Americascapes'] han elevado el perfil del conjunto».
La sinfónica vasca resalta que «la aparición en The New Yorker supone la máxima mención alcanzada hasta ahora por la orquesta. Las dos grabaciones dedicadas a Ravel y a un compendio de compositores americanos poco reconocidos, bajo el título 'Americascapes', han sido las razones por las que la orquesta está teniendo eco en muchos rincones del planeta. Una buena grabación y distribución internacional, realizadas bajo el sello discográfico Ondine, han permitido que publicaciones de referencia como The New Yorker se hayan hecho eco de este trabajo», resalta la orquesta con sede en Miramon.
Hace solo unas semanas la formación fue reconocida como la 'orquesta del mes' en la revista Gramophone, y otros medios han destacado los dos discos.
La reseña firmada por Alex Ross dice literalmente que «la Euskadiko Orkestra, con sede en San Sebastián (España), no llamaba la atención de demasiada gente del panorama internacional de la música clásica hasta el año pasado. Sin embargo, dos grabaciones sorprendentemente excelentes con el sello Ondine han elevado el perfil del conjunto. Uno de los discos está dedicado a las celebradas obras de Maurice Ravel, nacido a unos 30 kilómetros al este de San Sebastián, justo al otro lado de la frontera francesa. El otro explora el repertorio estadounidense, que, a pesar de ser poco conocido, merece la pena. Incluye partituras de Charles Martin Loeffler, Carl Ruggles, Howard Hanson y Henry Cowell».
La crítica de The New Yorker agrega: «Tomemos la agitada ejecución de La Valse de Ravel como ejemplo del resto. Estalla con detalles repletos de carácter: improvisaciones oscuras del clarinete bajo, fulminantes ritmos cruzados, descensos de portamento con aire kitsch, golpes de bombo feroces. A su vez, Treviño mantiene el ímpetu irresistible, absorbiendo todos los detalles en un crescendo general. La Valse se compuso al inicio de la Primera Guerra Mundial y los directores a menudo tienden a recrear una brutal avalancha hacia la catástrofe. Aunque Treviño no escatima en la interpretación del peligro, él y sus músicas/os se balancean hasta el final, bailando hacia la oscuridad».
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