- Es la primera vez que dirige e la Euskadiko Orkestra. ¿Cómo ha sido su primera impresión?
- Me ha parecido una orquesta muy cálida, receptiva, centrada y muy ambiciosa en el mejor sentido de la palabra. Está siempre buscando la excelencia en el sonido y eso es algo con lo que estoy muy feliz.
- Se presenta con un programa centrado en dos compositores bien distintos, Prokofiev y Schumann. ¿Por qué estos autores?
- Ofrecí a la Euskadiko Orkestra varias obras, entre ellas esta de Schumann, y parece ser que encajaba con los programas que está haciendo, así que perfecto. En cuanto a Prokofiev, Vadim Gluzman lo hizo con la orquesta en la gira de hace dos años por Austria y Alemania. La experiencia fue tan buena que la orquesta ha querido volver a hacerlo con él.
- Este 'Concierto para violín nº 2' de Prokofiev es una obra de aparente sencillez. ¿Diría que esta característica exige de una forma concreta de conducirlo?
- Prokofiev era un compositor rebelde que escribía ritmos muy abruptos con enormes disonancias. En este 'Concierto' pasa a una fase nueva en la que aparecen melodías aparentemente más simples, e incluso bonitas y angelicales. Sin embargo, tampoco abandonó las turbulencias propias de su estilo vital. Hay sarcasmo y cierta oscuridad, pero todo con una pureza enorme.
«En este trabajo vivimos constantemente en el terreno de las emociones»
«Hay que ser creativo a la hora de programar y de presentar los conciertos»
- También dirige la 'Sinfonía nº 3' de Schumann. ¿Qué carácter cree que tiene esta obra?
- Hay muchas maneras de interpretar a Schumann; puedes darle un tono más romántico o más clásico. Yo tiendo a pensar en un estilo más romántico, pero con una cierta mirada hacia Beethoven. Esta sinfonía, si bien está compuesta por un músico del que se conoce que tenía esas ideas depresivas, es muy confidente en el sentido de que la escribió en un tiempo de mucha esperanza para él. Esta sinfonía es una especie de declaración de la felicidad que sintió el compositor al trasladarse a vivir con su familia a Dusseldorf.
- Ser director de orquesta implica cierta autoridad. ¿Ha sentido alguna vez algún tipo de trato distinto por el hecho de ser mujer?
- Todas las mujeres directoras somos diferentes y prefiero hablar de mi experiencia. Mi filosofía consiste en escuchar y unir todas las fuerzas, buscar lo mejor para la interpretación de la obra en cada momento, ser colaborativa más que dar órdenes y tener en cuenta lo valioso que es lo que aporta cada músico en una orquesta. Me sirvo del respeto y de mi responsabilidad para llevar mi rol de directora y desde ese rol conseguir que los músicos se sientan cómodos y libres en la interpretación.
- ¿Cómo ha vivido este año de la pandemia?
- Vivo en San Diego y es un lugar donde hay mucho sol y hemos buscado divertirnos de manera sencilla. Profesionalmente me encuentro muy feliz de haber podido volver a dirigir orquestas en los últimos meses: Nueva Zelanda, Atlanta y Dallas. Me resulta muy inspirador comprobar cómo estas orquestas luchan para seguir con la actividad adelante de forma segura, al igual que hace la Euskadiko Orkestra. En este trabajo vivimos constantemente en el terreno de las emociones y me siento muy feliz y emocionada de poder vivir este tiempo.
- ¿En qué medida cree que afectará todo esto a las orquestas?
- Vivimos en la incertidumbre y creo que hay que ser creativo a la hora de programar. Creo que la gente tiene muchas ganas de volver a la actividad cultural y esto ha traído como consecuencia que ahora apreciemos mucho más todo lo que hacemos.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.