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El anuncio del nuevo disco y la gira ha coincidido con los descansos de otros proyectos como Huntza o Liher, muestra para Urbizu de lo «duro» que es el sector de la música. Por suerte, el de Lekunberri ha agotado las entradas de casi todos ... los conciertos. No esquiva ningún tema y se muestra franco en todos: está burrido de los debates en torno al euskera, aboga por crear «contenido de calidad para darle prestigio» al idioma y se muestra crítico con las colaboraciones porque sí. «No surgen de algo artístico».
- La acogida del proyecto ha sido espectacular. ¿Cómo se afronta ahora la gira? ¿Prima el vértigo o las ganas?
- Las ganas (ni duda). Llevo cuatro años sin tocar en directo y esa era mi droga. No lo he echado de menos, necesitaba ver conciertos porque en la rueda que decía me sentía preso, incluso de la marca. Y ahora estoy liberado de todo eso y he hecho un disco que me representa y que me muero de ganas de tocar en directo. Es verdad que han cambiado muchas cosas en postpandemia, pero la gente sigue tocando y cantando, eso no ha cambiado. Es lo más bonito de la música, esa comunidad que se creó con Berri sigue muy viva y es súper potente. Ojalá ocurra en este disco.
- Al no destacar una canción ni single, ¿todo el disco tiene el mismo peso?
- No quería el concepto de single, con los vídeos lo mismo, no me he preocupado. Quería evitar que se machacara un canción. Fíjate, 'Etxe bat' estuvo a punto de quedarse fuera y ahora ves que la gente ha conectado. Todavía no ha comenzado la gira, que es donde veremos qué funciona y qué no. Hay canciones que nacen sin alas, se quedan ahí. Ha sido un muy comienzo y me están llegando mensajes de gente diciendo que era el disco que necesitaba. Pero hasta que toques en directo no empieza nada.
- ¿Ha sido por mantener la magia?
- Ahora toca esperar para saber cómo se lo tomara la gente, la paradoja del creador que decía antes. El momento delicado es cuando grabas y todavía no ha salido, es horrible. Ahora que el disco ha salido estoy muchísimo más tranquilo, me he quitado un peso de encima porque lo he llevado muy en secreto. No quería que se filtrara, pero cada vez había más implicados y al final se me hizo muy cesta arriba.
- ¿Cómo ve el sector? Su anuncio ha coincidido con otros de bandas como Huntza, Esne Beltza o Liher anunciando un descanso. ¿Es momento de relevo o un bache?
- No lo sé. Yo venía un fin de ciclo muy claro con Berri. Había hecho nueve discos y siempre digo que el concierto número 1000 en Nueva Zelanda fue una sensación de terminarme el juego. Veía también un ciclo a nivel sociopolítico o de edad, porque empecé Berri con 17 años y cuando tienes cuarentaypico no es lo mismo. Si quieres sentirte vivo y que estás aportando algo hay que salir de esa inercia.
Todos estos abandonos ponen de manifiesto que este oficio es muy duro a muchos niveles. La gente se cree que es subir, tocas dos canciones y que te aplaudan. Es muy agradecido cuando tienes respuesta del público, eso nos gusta a todos. Pero detrás hay mucho trabajo, muchas horas muertas y una sobreexposición, que según como seas… A mí por ejemplo es algo que me cuesta, me generó desgaste. Esa sensación de fatiga te lastra a la hora de crear algo que merezca la pena o te llene. No es fácil, parece que lo haces por hacer, por tener otra gira. No me gustaría sentirme así. A mí me encanta crear, hay días que no encuentras nada, vuelves a la playa al día siguiente con el detector de metales y encuentras algo. Eso me flipa.
- No es habitual parar, parece que si uno está un año sin sacar nada desaparece. Hay cierta obligación, incluso tendencia a colaborar para estar en la palestra.
- Hay una obsesión con esto que me pone nervioso, sobre todo cuando le ves las costuras. Esas colaboraciones son como matrimonios de conveniencia y me dan mucha pereza, porque no surge de algo artístico o desde la admiración.
- Otro debate y presión suele ser que una persona que sabe euskera tiene que crear en euskera. En su caso es una decisión natural, ¿pero vivir y crear en euskera es más complicado?
- El mundo está preparado para lenguas hegemónicas y eso siempre me ha dado mucha rabia. Tu pones mi disco y si dejas que el algoritmo trabaje nunca vas a llegar a Bon Yver. Te va a llevar a grupos solo en euskera. El algoritmo es una lucha continúa, tú sabes que una vez que cantas en euskera estás en la resistencia o la resiliencia.
Es un debate que me da mucha pereza. Yo canto en euskera porque es mi lengua, creo que hay que hacer cosas de calidad para seguir dándole prestigio. Me parece increíble que sea así, pero la normalización todavía está muy lejos y hasta entonces siempre habrá estas anomalías culturales.
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