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Por su «dedicación y talento», la violinista Nerea Arriola (Mendaro, 2002) ha obtenido la beca Nicanor Zabaleta, dotada con 15.000 euros, que concede la Diputación foral de Gipuzkoa. A la vista de la trayectoria de la joven instrumentista, es indudable que «ha perseguido ... con tenacidad su sueño de convertirse en una violinista profesional», tal y como apunta el jurado. Matrícula de Honor bajo la tutela de la profesora Tatiana Samouil en el grado que cursó en Musikene y formada en la International Menuhin Music Academy de Rolle (Suiza) con una beca total, Arriola invertirá ahora el importe de la ayuda de la Diputación en realizar un master en el Conservatorio de Lausana.
En esta búsqueda de la excelencia, Arriola considera importante dejar la impronta de su propio sello en cada interpretación. «Para mí eso es lo interesante. No me gustaría tocar como el resto de los músicos y que todos lo hiciéramos igual. Es verdad que hay una base que es la misma para todo, pero a partir de ahí me gusta que cada violinista lo interprete y lo exprese a su manera». Para Arriola, interpretar música con el violín se traduce en comunicar «lo que no se puede expresar con palabras, sean sentimientos de felicidad o tristeza, melancólicos o dramáticos. Es difícil poner palabras a esos sentimientos y con la música lo consigues, lo cual me parece maravilloso».
Respecto a la beca, «por supuesto es un honor obtenerla, no sólo por la ayuda económica, sino también por el nombre que lleva –asegura–. Nicanor Zabaleta ha sido muy importante para mí y estoy muy contenta de haber conseguido la beca que lleva su nombre». De hecho, afirma que Zabaleta figura entre los músicos a los que más admira, junto a otros grandes nombres del violín. «¡Qué señor!», exclama cuando se le menciona a un Nicanor Zabaleta a quien su familia tuvo la oportunidad de conocer. «Solíamos hablar de él en mi familia antes de que yo ganara esta beca porque mi madre tocaba en la orquesta de jóvenes de Arrasate y me contó que Zabaleta les acompañó una vez como solista. Y mi madre dice que era un músico maravilloso, pero también un señor, alguien muy cercano y humilde».
Ahora, se muestra especialmente ilusionada con «el master en especialización de violín en el conservatorio de Lausana con el profesor Renaud Capuçon y el asistente Francois Sochard». Respecto a si el importe de la beca alcanzará para cubrir el coste, admite no estar «muy segura porque Suiza es muy cara, pero por supuesto que es una gran ayuda».
Hija y hermana de violinistas, Arriola comenzó a tocar este instrumento con cinco años, pero no se considera especialmente precoz. «Para mí es normal, la mayoría empieza con cinco, seis o siete años» y en este sentido, aclara que nunca se sintió una 'niña prodigio'. «Yo he estudiado e ido haciendo mi camino, pero no me he sentido nunca 'prodigio'». Y eso con un currículum impresionante, que incluye una matrícula de honor a su paso por Musikene. «No soy una persona a la que le guste mucho echarse flores a sí misma, pero es verdad que he conseguido cosas que no pensaba que alcanzaría. Al final, a base de trabajo y también de talento, salen las cosas».
Ante semejante cúmulo de logros, la pregunta es obligada: ¿en qué cree que debería mejorar? «Buena pregunta. Me gustaría mejorar en ser un poco más organizada en mi vida, en general, porque en el ámbito musical y en algunas cosas soy muy ordenada, pero para otras, bueno...» En cuanto a lo estrictamente violinístico, «me gustaría ganar más experiencia en los conciertos y aprender de instrumentistas muy grandes. Quisiera aprender técnica y teóricamente más porque me interesa todo», admite a la vez que confiesa sentir «una curiosidad insaciable».
Sobre la experiencia de tocar en directo, confiesa que «no siempre se pasa bien, ni se disfruta tanto como a una le gustaría, pero hay momentos fantásticos encima del escenario que hacen que merezca la pena subir». Por otra parte, continúa, «siempre me ha parecido un privilegio tocar en un gran auditorio lleno de gente que te presta su tiempo para escucharte a ti. Por eso, me gusta darlo todo y hacerles sentir emociones». En ese contexto, podría irrumpir el miedo a defraudar o incluso a no estar a la altura de las propias expectativas, pero Arriola explica que no acostumbra «a pensar en esas cosas, siempre suelo ser positiva. Siempre que me subo al escenario es con todo el positivismo y toda la buena intención».
A juicio de Arriola, en el ámbito violinístico «el nivel está hoy en día muy alto, como en todas las carreras musicales, por otra parte. En el caso del violín, la exigencia y el perfeccionismo que se pide es muy elevado. Quizás lo más complicado sea estar siempre a tu máximo nivel porque se le pide al músico que sea perfecto de forma constante y eso no es nada fácil», explica.
Ahora, ya inmersa en este nuevo proyecto formativo, afirma que se va a «centrar a tope en sacarlo» y sobre la posibilidad de ofrecer próximamente algún concierto en Donostia, confiesa que «me encantaría porque me gusta mucho volver a mi casa y tocar, pero de momento no tengo nada planeado».
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