Raphael (Linares, Jaén, 1943) vuelve a Donostia, una ciudad que conoce bien y en la que ha actuado en numerosas ocasiones. Esta vez recala en ... el Kursaal con su gira 'Resinphónico', una «vuelta de tuerca» a sus éxitos de siempre, que cobran nueva vida gracias a una curiosa mezcla de música sinfónica y electrónica. Acompañado de un amplio elenco de intérpretes, ofrecerá dos funciones: una el viernes y otra el sábado. El artista atiende a este periódico vía telefónica desde Santo Domingo (República Dominicana), donde acaba de actuar tras su paso por Nueva York y (EEUU) y San Juan (Puerto Rico).
- En la biografía que aparece en su web cita el Victoria Eugenia como uno de los escenarios más importantes de sus inicios...
- ¡Cómo no lo voy a citar! San Sebastián la conozco y me encanta. Allí me han apoyado desde el principio de mi carrera. Lo primero que se me viene a la cabeza al escuchar el nombre de vuestra ciudad es lo bonita que es, pero eso lo sabes tú y lo sabe todo el mundo. Yo he ido allí desde chiquitito. Mis primeras actuaciones, si no recuerdo mal, fueron en la Perla. Tendría yo 16 años.
- ¿En la época en que era usted el Niño de Linares?
- No, en la época en la que yo era la voz de humo.
- ¿Disculpe?
- Es algo que escribieron en un periódico. Dijeron que yo era la voz de humo, una especie de hoguera que empezaba a arder...
- Y que 60 años después continúa ardiendo.
- Sí, sí, estamos quemándomos ya...
- Su anterior visita al Kursaal fue justo hace dos años con la gira 'Loco por cantar'. Entonces iba con un grupo rockero, no sé si por el impulso adquirido en los festivales indies en los que ha actuado en los últimos años...
- No, no... Eso son cosas que yo he hecho siempre.
- ¿Y cómo fue la experiencia? ¿Qué le aportó tocar canciones compuestas para usted por gente tan distinta como Iván Ferreiro, Bunbury, Rozalén, Vanesa Martín o Diego Cantero?
- Fue una experiencia preciosa que repetiré. Cuando las cosas salen bien hay que repetirlas, pero no inmediatamente, sino a los cuatro o cinco años.
- ¿Quién más le gustaría que escribiera para usted? ¿Tiene algún capricho?
- Pues no, lo que quiero siempre son buenas canciones, es decir, me da más o menos lo mismo quien sea el compositor: lo importante es que sean buenas canciones porque el público se merece buenas canciones, y no que sean de usar y tirar...
- ¿Son las que predominan hoy?
- Lamentablemente sí. Pero las mías no: las mías son de usar durante mucho tiempo...
- ¿Arrimarse a esos autores más jóvenes fue una forma de quitarse años de encima?
- ¡No! Pero si son ellos los que se arriman a mí. Ahora en serio, yo siempre ando rodeado de gente joven, empezando por los amigos de mis hijos. Es algo que me enseña muchísimo: me enseña tanto lo que debo hacer como lo que no debo hacer. Es así.
- ¿Por ejemplo?
- Bueno, todo en general.
- Lo de rejuvenecer al lado de esos compositores lo preguntaba porque creo que lleva mal que sus nietos le llamen 'abuelo'...
- No puedo llevarlo mal porque lo cierto es que no me llaman abuelo. Me llaman Raphael, que es como oyen a los demás referirse a mí, y los que aún no saben hablar me dicen 'Pepel'. De todos modos, es verdad que no tengo especial entusiasmo por la palabra 'abuelo', eso es evidente. Me parece un término de la época de Maricastaña.
- Detecto cierta coquetería...
- No es coquetería. Yo llamo a las cosas por su nombre y el mío es Raphael.
Una vuelta de tuerca
- Vayamos con 'Resinphónico', que es una actualización de su repertorio.
- Sí, hace cuatro años saqué el disco 'Sinphónico', que tuvo un gran éxito, y necesitaba darle una vuelta de tuerca. Por eso decidimos juntar la música sinfónica con la electrónica.
- ¿De quién fue la ocurrencia? ¿Suya o de la discográfica?
- ¡La culpa es mía! Salga bien o salga mal, la culpa siempre es mía. Yo notaba que a los temas sinfónicos les faltaba algo y lo comenté con Lucas Vidal, que es un músico enorme. Le di unas canciones -los grandes éxitos de mi historia- para que probara y cuando empezó a mandarme cosas, le dije: «Esto es exactamente lo que buscaba, ni más ni menos». El resultado es impresionante, la gente termina bailando puesta en pie...
- ¿Dónde cree que funcionan mejor esas canciones? ¿En un auditorio clásico o en una discoteca con bola de espejos y luces estroboscópicas?
- Yo creo que cuando las cosas están bien hechas, caen bien en cualquier lado. Acabo de estar en Carnegie Hall de Nueva York, un escenario que he visitado con infinidad de espectáculos, y este último ha sido no un éxito, sino un punto más allá: una de las noches más imborrables de mi historia. También funcionó en el Teatro Real de Madrid, donde estrenamos 'Resinphónico' en diciembre de 2018, y creo que caerá muy bien en el WiZink Center, que tiene aforo para 14.000 personas y que es donde terminaré la gira con dos noches seguidas, como en San Sebastián.
- ¿Son esas versiones de sus canciones aptas para una noche de fiestón loco?
- Sí, sí, se lo van a pasar bomba. Será una noche loca pero con canciones buenas que no dicen barbaridades. ¡Es que las letras son muy buenas!
- ¿Y los arreglos electrónicos no espantarán al público más cercano a su edad?
- ¡De espantar nada! El público que asiste a mis conciertos comprende más o menos cinco generaciones: hay gente de mi edad, de diez años, 20, 25... Hay parejas de novios a montones o gente con ligues de paso, lo que tú quieras... En toda la gira estoy viendo a gente muy joven y de todas las edades.
- Pero yo le preguntaba en concreto por los mayores...
- La gente de más edad también disfruta con 'Resinphónico' porque les gustan las canciones en sí y se alegran de escuchar nuevas versiones de temas que han amado durante toda su vida.
- En su anterior visita al Kursaal recuerdo que rapeaba un poco en 'Escándalo'.
- Sí, sí. Ahora rapeo e incluso la dirijo con la batuta.
- Se lo preguntaba por si le gustan esos ritmos urbanos que parece que mandan hoy día en la música actual...
- Bueno, no estoy de acuerdo en que mandan... Mandan a ratos y en países que pueden mandar... Lo que hace falta es dar un voto de confianza a esos ritmos a ver hasta cuándo duran.
- ¿Cree que serán algo efímero?
- No lo sé, desconozco qué ocurrirá en el futuro. Hay que esperar a ver qué sucede pero no los veo como una cosa para largo tiempo.
- La música latina domina los listados y las redes...
- Bueno, yo ahora estoy en la República Dominicana y aquí se escucha Raphael porque estoy yo. Mañana vendrá otro y se escuchará su música. El público es capaz de disfrutar de muchas cosas al mismo tiempo en función de la situación.
- Yo le hablo de gente como Maluma, J. Balvin, Daddy Yankee... ¿Está al corriente?
- Sí, claro, son oriundos de por aquí, pero a ellos les gusta Raphael también, como a nosotros nos ha gustado Sinatra, Abba, Bunbury... La música tiene miles de patas por todos los lados, lo único que se necesita es hacerla bien.
- Precisamente, hace poco decía en una entrevista que no se ve haciendo reggaetón.
- Como ritmo tal vez, podría hacerlo tranquilamente si las letras acompañaran. Lo que no puedo es decir barbaridades. El público no me lo iba a consentir.
- ¿Lo dice por las acusaciones de machismo que suelen pesar sobre el género?
- Por todos los temas que tocan y por las palabras que usan. A estas alturas de mi vida no tengo por qué meterme en esas historias. No hay por qué, y menos teniendo las canciones tan maravillosas que me han escrito siempre. Insisto: el público no me lo permitiría y me diría eso tan trillado de «a ti no te hace falta».
- ¿Usted ha tenido la tentación de revisar algunas letras de sus canciones?
- No.
- ¿Siente que le representan todas?
- Las que canto sí.
- ¿Pero hay alguna que haya descartado porque no le parece oportuno o correcto interpretarla hoy en día?
- No ha habido lugar... Cuando he admitido una canción en mi repertorio ya tiene conmigo su vida hecha.
«El público no me consentiría cantar las barbaridades del reggaetón»
«Yo estoy preparado hasta para que me lancen todas las bombas de artillería»
«Mi retiro no está previsto, aunque un día me levantaré y diré: 'Hasta aquí'»
- ¿Se acostumbra uno a colgar el cartel de 'no hay entradas' noche tras noche?
- Bueno, no soy yo quien va poniendo esos carteles por las taquillas... La verdad es que es muy agradable que la gente reconozca tu estatus, tu valía. Yo lo agradezco de todo corazón y me siento muy querido.
- ¿Un artista de su talla está preparado para sentir la indiferencia del público?
- Yo estoy preparado hasta para que me lancen todas las bombas de artillería. A estas alturas del partido, es improbable que eso ocurra, pero si se diera el caso, me quedaría en mi casa y que me quiten lo 'bailao'. He bailado tantos años que ha merecido la pena.
- Tiene 76 años y lleva casi 60 años en la música. ¿De dónde saca las fuerzas?
- Pues están ahí, intactas. La ilusión y la pasión hacen mucho, y también que te guste lo que haces y sepas vendérselo al público.
- Sus conciertos superan las dos horas y usted no para ni un solo minuto. ¿Cuál es el secreto?
- Eso ha ocurrido siempre. Hay gente que llega a esa edad o mucho más estando muy bien y gente que llega muy perjudicada. Depende de la vida que hayas hecho: si uno está todo el día bebiendo y esas cosas lo más probable es que llegue a mi edad perjudicado.
- ¿Pero hace algún entrenamiento especial?
- ¡No! ¿Te parece poco lo que hago todas las noches?
- ¿Piensa en su retiro? ¿Qué tendría que pasar?
- No está todavía previsto, ni muchísimo menos. Tengo muchas cosas que hacer, muchos proyectos en marcha... De todas maneras, llegará un día en que yo me levantaré y diré: «Hasta aquí». Pero de eso nos enteraremos mi mujer y yo. Daré un comunicado a mi oficina para que lo difundan y mostraré mi agradecimiento al público por todos estos años. Ahora bien, nunca haré una gira de despedida porque mi corazón no soportaría estar llorando todo el día.
- ¿Cómo imagina ese momento?
- ¡Que no me lo imagino! ¡No está en mi proyecto! Aún tendrás tiempo de hacerme más entrevistas, ya lo verás.
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