Jérémie Rohrer (París, 1973), fundador del conjunto de instrumentos de época Le Cercle de l'Harmonie, debuta hoy en Donostia al frente de las dos agrupaciones vascas. Considerado un especialista en Beethoven, tratará, de «entender y transmitir la intención del compositor».
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–Creo que es ... la primera vez que dirige en San Sebastián. ¿Es su primera colaboración con el Orfeón Donostiarra y la Euskadiko Orkestra?
– Sí, es mi primera vez aquí y también con la Euskadiko Orkestra. En cuanto al Orfeón, tampoco lo conozco, pero tengo muy buenas referencias de ellos y, de hecho, son la parte principal de la 'Missa Solemnis'. Lo que sí conozco es el País Vasco francés y lo adoro. Estoy muy contento y entusiasmado de estar aquí.
– Se dice que Beethoven escribía de una manera complicada para las voces. ¿Comparte su opinión?
– No. Creo que él escribía exactamente lo que quería oír, pero que la tradición no entendió su intención original. Si los cantantes tienen dificultades para interpretar su música es porque el director no toma el 'tempo' correcto, el que Beethoven quería e intentaba conseguir. Y eso es lo que hace que los cantantes, particularmente las sopranos, lo vean complicado, porque no tienen suficiente aire y no pueden leer lo que hay en un solo compás. Pero si realmente entiendes de música y de dramaturgia puedes ver que Beethoven nunca pondría a los cantantes en peligro. Por lo tanto, creo que la responsabilidad es del director de orquesta, que tiene que marcar un 'tempo' correcto, que permitirá que todos canten de manera natural.
–Se dice que usted es un especialista en la música de Beethoven. ¿Cómo se consigue?
– Me es muy difícil hablar de mí mismo, pero el propósito es siempre tratar de entender al compositor. Estos compositores, cuya música admiro y que son genios de la humanidad, nos han dado una visión del mundo a través de su expresión y su arte. Por eso, lo importante es entender cuál era su intención. Cuando eres leal a un compositor descubres muchos aspectos que pueden llevarte a la especialización.
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– Usted es fundador de Le Cercle de L'Harmonie, conjunto de instrumentos de época. ¿En qué aspectos su conocimiento de este tipo de agrupaciones se puede observar en su interpretación de Beethoven?
– Es muy buena pregunta. En primer lugar, compartimos la misma visión: queremos estar lo más cerca posible del espíritu del compositor, por lo que nos cuestionamos cómo tenemos que tocar la obra, en todos los aspectos, pero especialmente en cuanto al sonido. Hay mucho trabajo dedicado a la comprensión de la obra y mi responsabilidad como director es encontrar la articulación correcta y el contraste entre las partes, puliendo todos los elementos. Hay mucho trabajo sobre los acentos, pero también sobre las texturas o sobre la ternura para llegar gradualmente a un punto común todos a la vez. Así es como trabajamos para tratar que la estructura y la variedad de la obra aparezcan tan claramente como sea posible al público.
– Hace casi veinte años que creó esta agrupación, con la que mantiene una intensa actividad de conciertos. ¿Por qué lo creó?
– Mi idea al principio era crear una orquesta que solo estuviera dedicada a la música, es decir, reunir músicos por su visión de la música y no en base a una estructura o una institución. Para mí esas son las condiciones necesarias para crear un espíritu común. Cuando este existe, como en un equipo de fútbol o baloncesto, lo tiene todo. Solo hay una dificultad y es mantenerlo, porque siempre habrá ataques, pero el espíritu es esencial para estar en condiciones de hacer justicia al compositor y al público.
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– Usted también dirige habitualmente como invitado. ¿Es distinta su labor que cuando se pone al frente de Le Cercle de L'Harmonie?
– Sí, necesariamente, porque cuando eres un director invitado, la orquesta de alguna manera te impone algo más que tu visión. Tienes que lidiar con la forma en que están organizados, cómo quieren hacer música, su tradición, sus hábitos... Así que no eres completamente libre como director. Tienes que ajustarte, pero sin renunciar a ningún aspecto de tu personalidad.
– Cuando se pone por primera vez delante de una orquesta, ¿en qué se fija y cuál es su objetivo?
– Trato de visualizar cómo puede ser el concierto que quiero dar. Así que, antes del concierto, generalmente dos horas y media antes, me siento solo en un lugar tranquilo, repaso la partitura mentalmente y su sentido. Intento estar en el estado idóneo para recibir la música y devolverla a los músicos y al público.
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– Esta temporada dirige obras de Nono y Schoenberg. ¿Le enriquece abordar otros repertorios más allá del clásico y el romántico?
– Dirijo todo tipo de repertorio, excepto el barroco por el momento. Soy compositor, así que para mí esta idea de repertorio es un poco extraña, porque me interesa mucho todo lo atemporal. Estoy convencido de que no hay tanta diferencia entre un hombre o una mujer que vivió hace dos mil años y los que vivirán después. No creo en el progreso. Así que la forma en que me relaciono con la música siempre es la misma, trato de entender cuál es el propósito del artista.
– ¿Qué le diría a un joven que quiera ser director de orquesta?
– Le diría lo que me dijo mi maestro, Emil Tchakarov, cuando era muy joven. Me dijo que hay dos tipos de directores: el que usa la música para sí mismo y el que sirve a la música. Nunca seas el primero.
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