Secciones
Servicios
Destacamos
No es baladí llenar una sala el día de la final de Champions futbolera. Ni habitual ver a un autor lustroso acercarse a la puerta para avisar que el concierto comienza con retraso. El mismo creador que, en su seria simpatía, le deja la guitarra ... a uno del público para que se la aguante un momento y después se sube a probar sonido con la sala repleta consiguiendo un silencio mayor que el logrado por el 95% de las formaciones en sus actuaciones.
A Robert Forster, antiguo miembro de Go Betweens y músico de brillante carrera solitaria, se le adora y se le respeta por algo. No por el sonido de su guitarra, mejorable. Ni por una voz que nota el paso del tiempo – 66 años- en su potencia. Es, como solía ser, como esperamos que sea, por sus canciones.
Piezas en las que hubo nostalgia y presente, como 'She´s a fighter' o la divertida 'Life Has Turned a Page', esa oda a los grandes viajes purificadores que se quedan en paseos cercanos. Una diversión emocional y emocionante en manos del señor que toma sus zapatos negros ('Spring Rain') en una pose magnética, hipnótica, atractiva en su sobriedad – café, agua y 0,0 en el maridaje escénico-.
Se disfrutó del hombre que surfeó las emociones del respetable ('Surfing Magazines') hasta incluirles en la canción. Retomando la parte más oscura ('Tender Years') y dura ('He lives my life') de su repertorio. A veces acelerado cual hermano del blues ('Here comes a city') y otras cercano al Lou Reed trotón ('Was There Anything I Could Do?'). Desbordando virtudes narrativas ('Darlinghurst Nights'). Sencillo como el pop kiwi en sus progresiones ('Always') y siempre palpitante ('The House That Jack Kerouac Built') en su repaso noventero.
El público salió feliz, apoyándose en el suelo por pura inercia. Como si hubiera visto pintar el Guernica en directo. O se hubiera colado en la habitación de Tanworth-in-Arden cuando Nick Drake tenía el bolígrafo en la mano. Porque Robert Forster está en la liga de los sencillos hombres extraordinarios, a la derecha de Billy Bragg y pegado a Jonathan Richman. El sábado volvió a demostrarlo en la lujosa cercanía de la sala donostiarra.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Las zarceras tras las que se esconde un polígono industrial del vino en Valladolid
El Norte de Castilla
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.