El periódico Los Angeles Times dice de él que es «un virtuoso con corazón». El violinista lituano (Vilna, 1974) es un gran instrumentista, pero también ... un reputado director de orquesta, de festivales –Julian Rachlin and friends en Dubrovnik o Herbstgold-Festival en Eisenstadt, Austria-, apoya a los jóvenes talentos con su fundación y ejerce la docencia en Viena. Mañana intervendrá como solista en el concierto que la Euskal Herriko Gazte Orkestra, EGO, ofrecerá en el Kursaal.
– Usted ha desarrollado una importante carrera como violinista y director de orquesta. ¿Qué le ha llevado a explorar ambas facetas?
– No es una cuestión de tocar el violín o de dirigir orquestas, sino que es cuestión de hacer música. De hecho, yo no quería tocar el violín, sino que mi instrumento preferido es el violonchelo. Por eso exploro todas las facetas que puedo, pero llevándolas al máximo nivel, sea como violinista, con la viola –de hecho, soy mejor que con el violín– o sintiéndome un violonchelista de corazón. Ocurre lo mismo con la dirección.
– ¿A qué se refiere?
– A que es necesario aprender el oficio de director. Muchos músicos que son estupendos solistas se plantan delante de una orquesta a dirigir y no han aprendido a ello, cuando la dirección es una disciplina que hay que aprender, como he hecho yo durante quince años. Mi maestro Maris Janson me dejó muy claro que si quería ser director tenía que estudiar dirección, no basta con ser un buen solista, porque te pones frente a un grupo de magníficos músicos. No formarse es una falta de respeto. Es algo que he seguido a rajatabla cada vez que me pongo frente a una orquesta.
– ¿Sus objetivos musicales son los mismos en cualquiera de estas facetas?
– El objetivo primordial es asegurar la continuidad de esta tradición que nos han dejado todos los músicos y que hacen que un trozo de papel perdure para siempre, asegurar la gran integridad de las piezas musicales. Y hay otro objetivo, que es tener en cuenta que nuestra misión como músicos en un concierto es llevar al público a un viaje de emociones. En este viaje, como es abstracto, también hay un componente intelectual porque cada uno desarrolla su propio imaginario. Nuestra obligación como músicos es que esa audiencia se enganche y quiera volver a sentirlo.
– ¿Y qué siente usted como intérprete o director en ese viaje?
– Es un sentimiento muy intenso y maravilloso. Se genera una relación de aprendizaje y enriquecimiento mutuo entre la orquesta, el director y el solista, en la que todos beben de todos. En esta atmósfera y con esta química en la que todos los elementos confluyen, como director busco un concepto de la interpretación muy claro con el que tengo que convencer a la orquesta. Al final el concierto es solo el orgasmo, que es lo que disfruta el público. Para los músicos no; para nosotros lo importante es todo el proceso de confianza y de exploración. El director aprende muchísimo de la orquesta. Es algo fascinante, complicado y maravilloso.
– ¿El hecho de abordar tantas actividades distintas obedece a un deseo de no especializarse en nada?
– Para mí la música es como la vida. Te puede encantar la cerveza, pero también el vino, el café... Me encanta explorar y exprimir todo lo que me brinda la vida. Cada vez que voy a un lugar nuevo no me quedo en el hotel estudiando, sino que salgo a conocer esa ciudad. Me siento un afortunado de poder explorar el planeta tierra. Yo quiero hacer música, esa es mi pasión. Antes decía que la vida es un viaje y la música es otro viaje por un océano de posibilidades que te enseña a exponerte a situaciones inesperadas. Me dedico a la música pero en realidad mi pasión es la vida.
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Dirección
«No formarse también como director sería una falta de respeto hacia la orquesta»
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Concierto
«Nuestra misión como músicos es llevar al público a un viaje de emociones»
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Orquesta
«Los jóvenes tocan cada nota como si fuera la primera y la última en su vida»
– Ha actuado en varias ocasiones en San Sebastián, pero creo que es la primera vez que lo hace con una orquesta de jóvenes. ¿Qué diferencias hay a la hora de tocar con una agrupación de este tipo en comparación a una orquesta profesional?
– Un entusiasmo adicional. Es una sensación increíble. Veo en su mirada una pureza, un sentimiento tan limpio de pasión, de entusiasmo e ilusión... no están mirando el reloj, sino que tocan cada nota como si fuera la primera y la última en su vida. Auguro un futuro maravilloso gracias a los músicos jóvenes porque aportan muchísima energía y esperanza en la música clásica. Para mí son una fuente de energía, la mejor vacuna y la mejor medicina. Una recompensa.
– En el concierto de mañana interpretará el conocido 'Concierto para violín y orquesta, Op. 64' de Mendelssohn. ¿Qué destacaría de esta obra?
– Es una obra que obliga al solista a conocer en profundidad la partitura para poder dialogar con la orquesta, para que en unos momentos sobresalga uno u otro y aflore la verdadera musicalidad. Puedes tocarlo en un estilo más clásico, más barroco o muy romántico. Yo veo en la obra atisbos de Mozart, por ejemplo, y el tercer movimiento es una verdadera celebración de la vida.
– Desde su conocimiento del mundo musical, ¿cómo cree que afectará la pandemia al mundo de la música?
– La música no va a morir por el virus, porque aunque no hayamos tenido durante un tiempo música en vivo no ha pasado un solo día sin que hayamos escuchado música, sea clásica, pop, rock, heavy metal... la humanidad tiene sed de música, es una necesidad primaria y cuando todo esto pase y tengamos asumida la tragedia la música resurgirá con todo su esplendor. Y disfrutaremos aún más de estos placeres de la vida.
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