![El «sueño cumplido» de madre e hija](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/02/08/91552632-ksQB--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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Tras finalizar en 2019 la carrera de violín en Musikene, Ane Galarza (28 años, Hernani) se fue a Lucerna a estudiar el máster, donde ahora continúa cuatro años después apurando los últimos compases del grado de Pedagogía instrumental. Una labor que compatibiliza trabajando en escuelas de música y tocando en orquestas de aquí y de allá. Hace no mucho que le llamaron de Euskadiko Orkestra para colaborar en la sección de cuerdas de esta gira austriaca y, claro, cómo decir que no.
Nada que pueda salirse de la normalidad en un día a día cualquiera en la vida de un músico profesional. Sin embargo, esta historia, la de Ane, no puede entenderse sin su compañera de atril Maite Menéndez (Pamplona), primer violín de la sinfónica vasca desde su concepción hace ya 42 años. Maite es de las intérpretes más veteranas, el violín que encarna las vivencias y la experiencia de toda una vida sobre los escenarios pero, también, Maite es su madre. Cualquiera que las observe atentamente desde el patio de butacas nada sospecharía, pues la profesionalidad que exige una ocasión como la de tocar en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo obliga a volcar todos los esfuerzos en no perder un ápice de concentración. Pero por ahí se intuyen de pronto un leve gesto de aprobación, una mirada cariñosa o una mueca sonriente cuando la música se detiene un instante. «Hay mucha complicidad», reconoce Maite, «siempre ha sido como un sueño el poder tocar juntas. Un sueño cumplido».
Como tiene que ser, Maite es la primera y la mayor crítica de Ane. «Tengo que serlo, conozco la realidad desde dentro, sé que el nivel es cada vez más alto» y, aunque lógicamente quiere que Ane explote todo su potencial, lo hace en equilibrio con su innegable apoyo. Ella es quien mejor comprende las horas que hay detrás, las frustraciones que genera el estudio y la presión del escenario. «Es parte de mis éxitos y me ayuda a aceptar las derrotas, que son la mayoría», agradece su hija.
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Lo de escoger el violín por encima de cualquier otro instrumento le viene de casa, porque lo escuchaba sonar en la habitación contigua y lo veía en plena acción agazapada detrás de las cortinas de los auditorios. «Lo tenía clarísimo», recuerda su madre, «de hecho, hacía dibujos en los que nos pintaba a las dos y escribía: 'Quiero tocar en la orquesta con la ama'».
No es esta la primera vez que lo hacen sobre un escenario. De hecho, de sus más de cuatro décadas como violinista de Euskadiko Orkestra, Maite se queda con dos momentos: un concierto en el Teatro de la Ópera de Versalles en 2013 junto al Ballet Malandain de Biarritz y la primera vez que compartió atril con su hija en un recital en París. «Ya hemos hecho otras giras juntas», recuerda Maite; «esta es la tercera», contesta Ane. Hace casi diez años, habían tocado con la misma orquesta nada menos que en el Kursaal, aunque en atriles diferentes. «Tengo grabadísimo el momento de salir al escenario. Lo había visto tantas veces desde fuera, desde el patio de butacas, que estar ahí dentro me dio un vuelco al corazón».
Casualidades de la vida, un mes después de aquello volvieron a salir al Kursaal, entonces para tocar la 'Tercera' de Rachmaninoff, la misma sinfonía que el próximo jueves volverán a interpretar de nuevo juntas y en ese mismo escenario, dentro del programa de abono de la orquesta, del que Ane es colaboradora. Aunque la realidad es que su futuro apunta a hacerse con una silla titular de Euskadiko Orkestra.
«El relevo generacional de la orquesta ya es un hecho. De los miembros que fuimos fundadores quedamos muy pocos y, quienes se han ido marchando, lo han hecho dejando el listón muy alto. Por lo que la nueva generación asume el testigo con una preparación óptima, ellos van a seguir haciendo esta orquesta más grande». Y no es amor de madre (que también). «Ane tiene un carácter muy fuerte y mucha capacidad de trabajo, vale para esto y todo lo que ha querido lo ha conseguido. Confío mucho en ella», afirma rotundamente y su hija está dispuesta a coger ese testigo.
Con la suerte de tener quien le lleva años de ventaja y quien ya le ha marcado el camino, la joven violinista ve en su madre a un verdadero referente. Más allá de aspectos técnicos y otras correcciones, hay algo que le dijo que no olvidará: «Siempre me ha dicho que, haga lo que haga, disfrute. A veces, es fácil cegarte con un objetivo e intentar aspirar por conseguirlo y dejar la pasión a un lado, pero la música no es más que eso: disfrutar». Y mientras tanto, Maite prefiere «verla crecer con un pelín de distancia, sin demasiada presión. Cuando era pequeña lo que más me preocupaba era que algún profesor fuera tan duro con ella que acabara por dejarle de gustar».
En junio de 2022, Menéndez hablaba con este periódico y declaraba: «La música es una pasión de la que no te puedes jubilar». Entonces aún le quedaba un año de contrato que ya cumplió. «¡Y mírame! Me tendría que haber jubilado pero pedí continuar un año al menos... Es que esta es una vida muy rica: cuando tu vocación y tu profesión se juntan... ¡Uf!». Porque estos años se le «han pasado volando» viendo cómo Euskadiko Orkestra crecía junto a ella. «Desde 1984 que vinimos a Salzburgo por primera vez a tocar 'El sombrero de tres picos', hasta ahora noto muchísimo cambio. Antes nos impresionaban mucho los auditorios y el recibimiento que nos daban estos públicos y, sin embargo, ahora es el País Vasco el que es admirado allá donde va».
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