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José Antonio Azpiazu repara el órgano mayor de la catedral de Plasencia. Andy Solé
El maestro azpeitiarra que cuida del órgano de la catedral de Plasencia

El maestro azpeitiarra que cuida del órgano de la catedral de Plasencia

José Antonio Azpiazu, como hace 42 años hizo también su padre, asume la puesta a punto de un instrumento monumental con más de un siglo de vida y estrechamente ligado a Azpeitia

Ana B. Hernández

Lunes, 20 de marzo 2023, 09:46

Azpeitia está ligada desde hace un siglo al órgano mayor de la catedral de Plasencia. 104 años después de que un maestro de la localidad guizpuzcoana lo construyera, otro se ocupa ahora de ponerlo a punto. «Pasa como con todo, como con un coche, que con los años se va estropeando, que el mantenimiento es imprescindible», explica José Antonio Azpiazu, el artesano que desde comienzos de este mes trabaja en el arreglo del órgano mayor de la catedral.

Un instrumento monumental que luce en la seo placentina desde 1919. «Fue obra de Eleizgaray, un organero también de Azpeitia», recuerda José Antonio. «Como fue otro maestro organero de la misma localidad, en este caso mi padre, el que lo reparó hace 42 años, en 1981». Como es ahora él, organero y también de Azpeitia, el que asume la puesta a punto del órgano mayor de la catedral.

«Es una localidad unida desde hace años a este instrumento, un pueblo con una larga tradición organera». De la que formaron parte sus padres, además de otros miembros de su familia, y con la que él ha seguido. «Mi padre era de allí, pero mi madre se fue desde Salamanca, mi segundo apellido es Mateos, precisamente para trabajar en una empresa organera que había entonces». Y José Antonio aprendió desde pequeño el arte de construir órganos y repararlos. «También tocarlos, aunque se me da peor», dice.

Pero desde sus inicios hasta la fecha la tradición ha ido decayendo. «Entonces, cuando empezaron en el oficio mis padres, habría al menos cincuenta organeros en Azpeitia; ahora solo quedo yo de continuo», detalla. Y desde comienzos de este mes de marzo está centrado en reparar el órgano mayor de la catedral para lograr que sus sonidos vuelvan a ser los de sus orígenes.

El órgano fue construido por la casa Eleizgaray de Azpeitia en 1919 y un siglo después su puesta a punto también depende de un azpeitiarra

Para eso está revisando el motor ventilador que tiene el instrumento, sus fuelles, las teclas, las ventillas, los molinetes, el secreto y los más de 2.000 tubos del órgano monumental de la seo placentina. Cada una de las muchas piezas de «un instrumento que sigue la línea neoclásica, propia de la época en que fue creado, con un sonido más dulce que los anteriores para ser utilizado especialmente como acompañamiento de los coros», aclara el organero de Azpeitia.

Explica que el motor echa aire al fuelle y llega hasta el secreto, donde se apoyan los tubos y están las ventillas. De tal modo que cuando se pulsa una tecla, se abre una ventilla que deja pasar el aire al tubo y emite el sonido que se busca.

Edificios religiosos

«Así que para conseguir que ese sonido vuelva a ser el que era cuando se construyó el órgano tengo que revisar todas y cada una de las muchísimas piezas de las que consta». Entre ellas, los más de 2.000 tubos, «algunos de ellos ya con bastantes desperfectos», y los más de 100 fuelles, «que son de madera pero están cubiertos con cuero, con pieles de ovejas que duran entre 40 y 50 años y que, por tanto, la mayoría están a estas alturas destrozadas y hay que reponer de nuevo».

Por eso, calcula que no será hasta mediados del mes de mayo cuando el órgano mayor de la catedral esté listo para emitir otra vez los sonidos originales y volver a acompañar los cánticos, para recuperar una funcionalidad que, aunque ha mantenido también desde hace 40 años, desde su última reparación, no lo ha hecho en las mejores condiciones posibles ni mucho menos. «Porque nada es eterno».

José Antonio Azpiazu reconoce que le gusta inspeccionar cada elemento de un órgano, bucear hasta encontrar qué falla y lograr que no haya quien ponga un pero a su sonido. «No sé porqué, quizás simplemente porque me he criado entre órganos». Aunque se trate de unos instrumentos que van a menos. «Están ligados a construcciones religiosas, a iglesias, conventos y catedrales, y lo cierto es que ya cierran más que abren, no es como antes y esto tiene una repercusión directa en el oficio; en mi caso, por ejemplo, el 90% de los órganos con los que trabajo tienen un destino religioso».

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