Con 35 años de carrera a sus espaldas, Erentxun vuelve a su querido Victoria Eugenia en compañía de Marina Iniesta (guitarra), Fernando Macaya (bajo) y Karlos Arancegui para presentar su disco más eléctrico, el primero en el que no hay ni una sola guitarra acústica ... y que bebe del rock de Lou Reed y del power pop. Con 'El último vuelo del hombre bala' (2019) el donostiarra cierra la trilogía producida por Paco Loco.
- 'Corazones' (2015) hablaba de su percance cardiovascular y 'El hombre sin sombra' (2017), de las relaciones de largo recorrido. ¿De qué trata su nuevo trabajo?
- La línea argumental es el paso del tiempo, las oportunidades perdidas, las últimas oportunidades… El tiempo siempre me ha obsesionado, pero quizá ahora, que tengo 55 años, me preocupa más. Ello no quiere decir que me obsesione de manera negativa, y de hecho, este disco es más luminoso y optimista que el anterior. El mensaje final es: aprovecha y disfruta del presente sin mirar hacia atrás ni hacia adelante.
- ¿Qué le preocupa entonces?
- Que el tiempo pasa muy de prisa y que cada vez tengo más ganas de hacer cosas y siento que dispongo de menos tiempo para hacerlas: ideas musicales, viajes, otras experiencias… Hay gente que a cierta edad se acomoda y busca una vida relajada y hogareña, y otros, en cambio, necesitamos grabar dos discos en un año, escribir más, hacer más conciertos... Me siento en una especie de huida hacia adelante como manera de afrontar el paso del tiempo una vez atravesada la barrera de los 50 años. Me veo más artista que nunca: estoy escribiendo más y mejor, doy mas conciertos, disfruto más de mi oficio, hago deporte y tengo mejores marcas que antes… No estoy viviendo ninguna crisis: estoy más feliz ahora que hace diez años.
- ¿Esa buena racha guarda relación con el hecho de que ahora tiene el control absoluto de su obra en cuanto a texto y música?
- Sí, tomar las riendas del repertorio tras el directo 'Tres noches en el Victoria Eugenia' (2008) me ha dado mayores cotas de libertad. Ahora yo me lo guiso y yo me lo como. Es verdad que cuando ya no estás en primera división y desciendes a una segunda línea, las presiones bajan, pero he demostrado a mi compañía que soy rentable en esa división: no me faltan conciertos, la gente viene a verme, me aceptan como soy... Hago lo que quiero, hoy tengo la sensación de estar por encima del bien y del mal: ya no soy mainstream, indie o rock. No hay etiquetas.
- ¿En su día le pesó ese descenso a segunda división?
- Fue duro, pero lo he llevado bien, nunca se me cayeron los anillos. Es una carrera de fondo en la que me ha tocado llenar estadios y viajar en el coche con la guitarra. Cuando propuse un cambio de orientación a Alfonso Pérez, responsable de Warner, y le presenté 'Detalle del miedo' (2010), me dijo: «Te vas a dar un hostión que te cagas». Y efectivamente, de repente empecé a vender más de la mitad de lo que vendía y venía menos gente a los conciertos: en algunas actuaciones gratuitas empezábamos con un público de 5.000 personas y terminábamos con 500. Fui muy consciente de cómo mi popularidad bajaba, pero al mismo tiempo iba creciendo la credibilidad y las buenas palabras de la gente de la profesión. Hoy siento el respeto de la gente que yo admiro, cosa que antes no ocurría, y también puedo participar de eventos más mainstream o comerciales, puedo estar en todos los sitios, algo que siempre he envidiado de artistas británicos como Paul Weller o Elvis Costello, que puede estar en un Jazzaldia, en un festival indie o en 'Top Of The Pops'. Eso también te lo da la edad.
- ¿Y cómo se vive con la certeza de escribir mejor que nunca y saber que es imposible que tus canciones lleguen a tanta gente como las de Duncan Dhu?
- Eso puede ser un poco frustrante. Efectivamente, muchas veces siento que ahora escribo mejor que antes y tengo mucho menos éxito. Cuando hablo con mi compañía o con Iñigo Argomániz, mi mánager, les digo: «En otra época, 'La vereda' habría sido número 1 de 'Los 40'. Habríamos arrasado». Pero ahora es lo que toca, es lo que es. Yo cojo mi cancionero, que es ya muy amplio, y sé que objetivamente escribo mejor. Hay canciones de Duncan Dhu muy buenas, pero hay otras muy flojas, escritas por mí, como 'La Casa azul', que fue número 1, y es muy inferior a 'La vereda' o al último single del disco que acaba de lanzar Diego Vasallo sin ir más lejos. Son otros tiempos, sí que lo pienso a veces.
- En este disco habla sin tapujos de política...
- No son habituales letras de ese tipo en mi carrera y no sé muy bien por qué. Ya en Duncan Dhu, a Diego y a mí nos costaba mojarnos con nuestras canciones, que iban por otros derroteros. Tenemos pocos temas con contenido social, pero en este disco hay dos.
- Una es, precisamente, 'La vereda', con mención expresa a Cataluña: «Son tiempos de revolución / guerra de lazos en el callejón».
- Sí, la escribí hace año y medio, cuando la absurda guerra de lazos amarillos abría todos los noticiarios. El tema catalán nos toca a todos, y a los vascos más por el hermanamiento que tenemos y porque hemos vivido situaciones parecidas. Nuestro caso fue mas grave por el terrorismo, pero una vez terminada la violencia, creo que lo hemos gestionado mejor. Me da pena cómo la falta de diálogo y entendimiento ha llevado a un enfrentamiento brutal y polarizado en la sociedad civil catalana. Nos salpica a todos, pero creo que es un problema que deben solucionar ellos… En esa canción también hay una alusión al encarcelamiento de Urdangarin («el príncipe y los condenados») pero al final es una canción de amor. Describe una situación de mierda pero al final digo: «Espérame en la vereda». Es decir, siempre va a haber un lugar para nosotros dos al margen de todo.
- El otro tema es 'Animales heridos', que apunta directamente a la clase política.
- Habla de este panorama de desazón y desarraigo que siento hacia la política. No me gustan nada la política ni los políticos, creo en algunas personas que se dedican a la política pero no en la política en general.
- ¿Por eso cedió su canción 'Amara' a Borja Sémper (PP) para que hiciera campaña en las últimas elecciones municipales?
- No fue un apoyo explícito, le dejé una canción porque creo en ciertas personas y somos amigos desde hace tiempo. A menudo, en la política municipal la persona está por encima del partido: mucha gente votaba a Odón Elorza, no al PSOE… En elecciones de mayor rango, como las próximas del Parlamento Vasco, cambia la jugada, pero en las municipales la persona es muy importante. Dicho lo cual, me llovieron hostias por todos lados.
- No me diga que no lo esperaba.
- No, no, me sorprendió mucho porque lo hice de manera inconsciente. Le dejé la canción sin pensarlo, y aquí me llamaron facha, allí no sé qué… Es una pena que uno no pueda manifestar lo que sea sin que le insulten, algo muy propio de esta época de las redes sociales.
- ¿Al final votó a Sémper?
- Sí.
- ¿Con o sin remordimientos? Esa canción comienza: «Entre la pureza y la corrupción». Y si en los últimos años hay un icono de la corrupción política, ese es el PP…
- Es cierto, pero no me arrepiento. Al fin y al cabo, yo sabía que votarle era tirar un voto, todos sabíamos que no iba ser alcalde. Igual me engañé a mí mismo al votar a Borja, que ocultó hábilmente las siglas del PP en su campaña... Yo siempre he votado al PNV, y de hecho, tuve que llamar y pedir perdón a Juanra Viles (antiguo miembro de Duncan Dhu y actual concejal del PNV en Donostia). (Risas) Yo lo veo como una anécdota.
- «Seremos la incorrección, los animales heridos», canta también. No corren buenos tiempos para los defensores de la incorrección…
- Yo soy un defensor absoluto de la incorrección y más haciendo rock and roll. Hoy la corrección absoluta está llegando a grados enfermizos. Hay incluso listados de canciones tachadas de machistas que incluyen a Loquillo, Amaral… Hay gente que cambia palabras de las canciones. Yo he crecido con el rock and roll de los años 50 y si pusiéramos la lupa sobre las letras, diríamos que todas son machistas. Cada historia tiene su momento, no hay que sacar las cosas de quicio. Es malo para la cultura.
- ¿Pero comparte las motivaciones del feminismo?
- Por supuesto. Yo estoy criticando las formas porque en el fondo todos estamos de acuerdo en que todavía hay una desigualdad enorme en muchos estratos de la sociedad, es una lacra que estamos arrastrando. Yo me meto con las formas, con las tonterías… Todavía me choca escuchar eso de «ellos y ellas», tener que puntualizar continuamente lo masculino y lo femenino… Se me hace muy raro porque yo aprendí en el colegio que el masculino engloba a los dos géneros..
- ¿Y no entiende que la mujer esté harta de seguir, también en el ámbito del lenguaje, a la sombra del hombre?
- Sí, lo entiendo y lo respeto, pero no veo el porqué, aunque es probable que yo no tenga razón y, de hecho, así se hace todo ahora. Eso lleva a situaciones surrealistas como poner en femenino palabras que no tienen femenino. Lo relevante no es eso, sino que ellas y nosotros cobremos lo mismo, tengamos las mismas posibilidades, etc…
- Su amigo Bunbury ha escrito: «Da gusto ver crecer a nuestros artistas (…) cuando no se conforman con vivir de su pasado, evitando repetir patrones o convertirse en un tributo a sí mismos».
- Son palabras amables que reflejan bien la realidad, creo, porque tanto Diego como yo, haciendo cosas distintas, hemos mirado siempre hacia delante apostando por nuestras carreras en solitario. Hay gente de mi generación anclada en una época que hoy vive un momento dulce por el revival ochentero, pero no me gustaría estar en ese paquete: soy un artista en constante evolución, podré hacer cosas mejores o peores, pero no miro atrás.
- Bueno, hace seis años Vasallo y usted reunieron a Duncan Dhu.
- Sí, nos juntamos, pero no sólo para tocar 'Cien gaviotas', que también, sino para hacer un buen disco, el EP 'El duelo' (2013), que por sí solo justificaba la reunión. Qué duda cabe que también había razones económicas, pero creo que la vuelta de Duncan Dhu tuvo justificación artística y, de hecho, aquel EP está entre lo mejor que ha hecho la banda.
«Aunque ahora me dieran el Tambor de Oro lo rechazaría»
Sostiene Erentxun que 'El último vuelo del hombre bala' no es sólo su disco más eléctrico, sino también el más donostiarra. La ciudad ha aparecido en sus canciones desde los tiempos de Duncan Dhu, pero las calles, la playa de la Concha y el Boulevard asoman con mayor presencia en este nuevo trabajo. La suya es una urbe «idealizada» que le sirve para ambientar sus historias, aunque reconoce que poco tiene que ver con la Donostia real, ahogada por la carestía de los alquileres, la gentrificación y el turismo masivo.
«Cuando viajas fuera te das cuenta de la diferencia de precios: desde el pintxo de tortilla al alquiler de la vivienda. No me gusta esta Donostia masificada turísticamente ni que los bares estén perdiendo su identidad: son todos iguales, casi franquicias pensadas para extranjeros. Cierra el pequeño comercio, la Avenida de la Libertad es un horror… No me imagino viviendo fuera de aquí, donde están mis raíces, pero la ciudad está yendo hacia una deriva que no me gusta nada», lamenta.
El no-premio a Duncan Dhu
«Tambor de oro / Vendí mi alma», canta Erentxun en 'Tengo ganas de ti', una alusión nada velada a un reconocimiento que hace unos años le habría hecho «más ilusión que un disco de oro». «Ya nos lo dieron y luego nos lo quitaron, así que le juré un odio eterno. Fue cuando reunimos a Duncan Dhu hace unos años. Estábamos en Londres y nos llamaron por cauces oficiales para comunicarnos que lo habíamos ganado. ¡Incluso salimos a celebrarlo! Luego hubo irregularidades extrañas, cambió el sistema de votación y nos quedamos sin él. Fue una gran desilusión», recuerda sobre un galardón que en 2014 recayó finalmente en el psiquiatra infantil Joaquín Fuentes.
Además, el músico cree que, igual que Donostia, el Tambor de Oro «tampoco es lo que era» y aunque todos los ganadores lo merecen, «se ha desvirtuado» la esencia del premio y es difícil saber qué méritos debe reunir el premiado. «Ha perdido su encanto y aunque me lo dieran ahora, lo rechazaría», concluye.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.