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La orquesta que habría deseado MozartSolo era el primer envite, pero Euskadiko Orkestra ya juega en terreno conquistado. No es una plaza fácil la de Salzburgo, como reconocían los propios músicos antes de salir a escena, y el papelón de tener que convencer en la tierra que dio vida a Wolfgang Amadeus Mozart ponía un punto de presión extra. Vale que venían de romper el hielo en el Brucknerhaus de Linz, pero la sensación que se respiraba en el aire entre las bambalinas del Grosses Festspielhaus salzburgués era que el verdadero estreno iba a ser el de anoche. Y con la 'Décima' de Shostakovich en la guantera, nada menos.
1.700 butacas
de las 2.200 del Grosses Festspielhaus de Salzburgo se ocuparon ayer. Para los conciertos de hoy y mañana ya se ha vendido todo el aforo, con el gran atractivo de escuchar la música de Ravel.
«Ya nos conocen por un repertorio concreto y si hemos sido invitados es, en parte, por ese repertorio. La programación musical de Salzburgo abarca límites mucho más allá de Mozart, es una ciudad muy activa musicalmente», comentaba el maestro Robert Treviño durante la hora y media de viaje en autobús que les llevó de la ciudad de Bruckner a la cuna de Mozart.
Porque de allí ya venía con buenas sensaciones el texano. «Ofrecieron un nivel extremadamente alto y el público lo celebró con una enorme ovación. Estoy muy orgulloso de mi orquesta». Y las dos horas de ensayo previas al concierto de anoche terminaron por reafirmarle en su idea. Tres grandes autobuses iban basculando hornadas de público hacia el gran hall de la sala de conciertos. «Un tercio vienen de Salzburgo, otro tercio de la región, y el último del Alemania y países cercanos. La gente tiene curiosidad por descubrir la autenticidad de Euskadiko Orkestra», reconocía el director artístico y mánager del recinto, Thomas Heissbauer.
Y así es como se llenaron más de 1.700 de las 2.200 butacas del auditorio, las cuales hoy y mañana está previsto que se ocupen al cien por cien. En total, 5.400 espectadores han comprado entrada para los tres conciertos de la sinfónica vasca en Salzburgo, entre quienes llama la atención la enorme variedad generacional.
Ahora bien, el propio Heissbauer admitía simpático que aún duele la última visita que los vascos hicieron a Austria. «La Real Sociedad vino y nos ganó 0-2, pero estoy seguro de que la gente hoy sí está deseando que Euskadiko Orkestra gane por goleada. Quiero este intercambio cultural y quiero que nos traigan su música a la ciudad. Esta orquesta, además, tiene a Ravel en su ADN». Ayer, sin embargo, no era el día del vasco de Ziburu (protagonista del programa de hoy y mañana), sino del ruso Shostakovich y su décima sinfonía.
Con puntualidad austriaca salió la formación al escenario, ese que parece 'excavado' a sus espaldas en la roca del monte Mönchsberg y que convierten su caja escénica de 100 metros de ancho en una de las mayores del mundo.
Así se podía comprobar entre bambalinas, durante el recital de afinación del descanso. «El público austriaco es un poco estirado, está como un peldaño por encima», reconocían algunas voces mientras terminaban de pulir el brillo al instrumento. «Cuesta que entren, pero con los bises nos los ganamos», como así terminó siendo ante el justiciero y respetuoso auditorio.
Porque el arpa de Xavier de Maistre se sintió cómoda en el papel de estrella en la primera parte, con la orquesta en formato reducido y respetando su protagonismo siempre un plano por detrás. El francés es un tipo corpulento –levanta 190 centímetros del suelo–, pero toca con sensibilidad y atacando cada cuerda con limpieza y precisión. Así que se regaló un bis después de sacar todo el heavy metal en el impresionante final del concierto de Glier.
Treviño se estaba gustando, pero se iba a reservar lo mejor de sí para la sinfonía, el plato principal, su 'schnitzel' del menú. Tras enjugarse el sudor, aprovechó la agresividad militar del segundo movimiento para poner a prueba las costuras de su traje, con la violencia que le exigían los redobles de caja de Igor Arostegi y compañía. El 'andante' fue más de la cuerda y de los fagots, compartiendo escaparate en un vaivén ambiental que dejaba libre la imaginación y ofrecía aire fresco. Eso antes de la apoteósis final, claro.
Tres bises se pidieron y, para terminar de desempolvar la rigidez austriaca, mejor empezar por la archiconocida 'Danza húngara' de Brahms. Aplausos, algún taconeo y postre de la casa con las 'Melodías vascas' de Jesús Guridi. «Un poco triste», bromeó Treviño para luego preguntar: «¿Una última? Venga, lo prometo».
Euskadiko Orkestra se despidió 'por zarzuelas', con las castañuelas del intermedio de 'La boda de Luis Alonso', y ahí sí que no hubo rival. El partido ganado y el auditorio entregado a las caricaturas rítmicas de la percusión que, ahora sí, puso en pie a todos para despedirse con goleada. Ya en su camerino, Treviño se recuperaba del esfuerzo con palabras de agradecimiento. «Lo han hecho muy bien, con mucha intención y máxima concentración que el color emocional exigía. Estoy seguro que el público de Salzburgo aprecia a esta orquesta tanto como lo hago yo». Hoy, Euskadiko Orkestra vuelve al terreno de juego con su delantero titular: Maurice Ravel. «La gente espera algo único y eso es lo que les vamos a ofrecer».
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Amaia Núñez
Patricia Rodríguez e Izania Ollo | San Sebastián
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