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Tras décadas en el limbo de las composiciones olvidadas, la 'Sonata para Cantos Vascos Op.4' del pianista y profesor Beltrán Pagola (Donostia, 1878-Donostia, ... 1950) volvió a sonar el pasado día 1 en la jornada inaugural de la Quincena Musical. Fueron el violonchelista Iagoba Fanlo y la pianista María José Barandiarán los encargados de recuperar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento una pieza compuesta en 1919 y estrenada con gran repercusión por el propio Pagola, junto a Alfredo Larrocha -a quien está dedicada la obra-. La composición podrá volver a escucharse de la mano de Fanlo y Barandiarán en Madrid el próximo 30 de septiembre.
«La pieza es de una calidad y de una factura impecables. Esta Sonata merece situarse dentro del gran repertorio de sonatas para violonchelo y piano», apunta Fanlo, quien se ha convertido en los últimos tiempos en el gran divulgador de la obra de Pagola. El chelista atribuye el desconocimiento en torno a esta sonata a la ausencia de una edición impresa de la partitura. «Más allá de buscar otros motivos o de adentrarme en suposiciones, prefiero centrarme en dar a conocer en la medida de mis posibilidades esta obra con el mayor alcance posible».
De hecho, la edición de la partitura se presentará en mayo del próximo año, después de una intensa labor para 'desencriptar' el manuscrito. «De entrada, mediante el análisis visual de la obra, comprendí que era una partitura de gran alcance. Con posterioridad comencé la revisión, tema a tema, acorde por acorde, y compás a compás. Es un trabajo arduo, de cirugía de restauración musical», explica el intérprete donostiarra, catedrático del Conservatorio Superior de Música de Aragón, que ha impartido clases magistrales en centros como la Royal Academy of Music de Londres o el Liceu de Barcelona.
Beltrán Pagola, que cuenta con una calle con su nombre en el barrio de Intxaurrondo, creó la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de San Sebastián, en donde impartió clases durante cerca de medio siglo. Por su aula pasaron alumnos como José María Usandizaga, Pablo Sorozábal, Tomás Garbizu o Francisco Escudero. Fue nombrado el primer socio de honor del Orfeón Donostiarra y recibió la Medalla de Plata de San Sebastián. La Orquesta de Euskadi grabó en uno de sus discos parte de su obra.
Ex alumno del Conservatorio donostiarra, Fanlo conoció la figura de Beltrán Pagola a través de «mis profesores: Aragüés, Etxebarría, Escudero, Alberdi, Ubiría, Luzuriaga, Etxebeste y Udaquiola. Mi aita, Enrique Fanlo Altuna, había sido alumno suyo y coincidía en que se trataba de un músico excepcional», explica.
Revisión de la partitura: «Es un trabajo arduo, de cirugía de restauración musical», afirma el violonchelista donostiarra.
Edición: Todos los fondos del compositor se encuentran en Eresbil, incluido el original de la Sonata.
A la pregunta de si considera que Pagola merecería un mayor reconocimiento, aclara que «para conocer el alcance de su música, es necesario que se programe y que se difunda. El reconocimiento es la consecuencia natural. Mi opinión particular es que merece un altísimo reconocimiento».
En opinión de Iagoba Fanlo, en Pagola se dan cita «una formación clásica compositiva impecable» y «un gran conocimiento de las vanguardias». El resultado es una obra en la estela de las de Kodaly, Falla, Shostakovich o Bartok. «Estos maestros desarrollan en algunas de sus composiciones, melodías populares de sus países, y subliman estos temas gracias al gran dominio técnico de la composición de la que son valedores», apunta Fanlo, que pone como ejemplo la propia 'Sonata para Cantos Vascos', «de ahí su título».
La familia de Pagola depositó todos los fondos del compositor en el Archivo Vasco de Música-Eresbil en 1987 y de hecho, fue su actual director Peio Leiñena, quien «conocedor de mi trayectoria interpretativa y de mi curiosidad por su repertorio, me facilitó una copia de la obra durante una visita al centro», explica el intérprete donostiarra.
Tras descifrar y pasar a limpio la partitura, Fanlo se puso manos a la obra para preparar su interpretación y lo hizo junto a la pianista María José Barandiarán. «Coincidimos unos meses antes del confinamiento, en un recital en el Auditorio Nacional en el que actuábamos juntos. Le comenté la posibilidad de trabajar esta obra». La intérprete aceptó la propuesta y durante el confinamiento «mantuvimos largas conversaciones, con tiempo de valorar las opciones que se planteaban en los manuscritos, y de llegar a conclusiones meditadas».
El proyecto suscitó el interés del Gobierno Vasco, y también de Steinway & Sons y de la Fundación Nonprofitmusic que ayudaron a la grabación en diciembre del año pasado de un audiovisual de la obra, cuya edición también está pendiente de confirmación.
Ya con motivo de su estreno, hace más de un siglo, el historiador y musicólogo José Antonio Arana Martija glosaba en La Voz de Guipúzcoa las bondades de la composición y lanzaba lo que visto ahora parece una premonición: «Sería lástima verdadera el que la sonata, por ultra modestia de todo punto inaceptable del autor, no se conociera en los centros artísticos de buen gusto musical. Tiene la obra todos los elementos necesarios para que se la considere como una labor artística excelente».
El gran violonchelista Gaspar Cassadó la estrenó en el Liceo de Barcelona y la incorporó a su repertorio. Pasado este momento, la Sonata quedó sepultada en el olvido .
Respecto a la actuación del día 1, Fanlo apunta que «Donostia tiene una gran tradición musical y es un acierto llevar a cabo un concierto inaugural poniendo de relieve a uno de nuestros grandes creadores». El resultado fue más que satisfactorio. «Tanto las autoridades presentes en el concierto, como los programadores de la Quincena, la familia Pagola, y numerosos melómanos que colgaron el cartel de no hay entradas, sentenciaron de manera unánime su asombro ante la belleza y ante la amplitud temática y camerística de esta obra».
En un plano más personal, reconoce que «fue emocionante volver a actuar en una sala que conozco tan bien, donde actuábamos con regularidad junto a la Gipuzkoako Orkestra durante mi juventud, y donde además, se estrenó esta obra hace ya un siglo». Fanlo y Barandiarán interpretarán la pieza para el público madrileño el próximo 30 de septiembre, de la mano de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, si la pandemia lo permite.
Eduardo Pagola no llegó a conocer a su abuelo porque nació unos años después del fallecimiento de Beltrán, pero confiesa que «a veces me imagino sentado en las rodillas de mi abuelo bonachón y familiar mientras tocaba el piano». Lo que sí le ha llegado, a través de los recuerdos familiares, es que «fue un hombre austero, generoso y de sólidos principios que supo transmitir a sus hijos». Que fueron nada menos que once, tres de los cuales -Francisco, Beltrán y Ricardo- fallecieron en abril de 1921 a causa de la epidemia de la llamada 'gripe española'. Esta pérdida le llevó a componer la segunda sinfonía en do, 'Trágica', estrenada en marzo de 1931.
La familia Pagola vivió durante una época en la villa Gure Borda de Hernani, en compañía de dos perros: Wotan y Sigfrido. «Supongo que a Beltrán le gustaba Wagner», anota su nieto Eduardo con un toque de humor. «Siempre me ha llamado la atención su capacidad para buscar inspiración en las raíces populares, estudiarlas, conocerlas y a partir de ahí, elevarlas a un nivel de música culta al estilo de las grandes composiciones en Europa», concluye Eduardo Pagola, que, aún sin grandes conocimientos musicales, reconoce haber disfrutado mucho durante el concierto del pasado día 1.
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