La reina en la cresta
Crítica del concierto de Patti Smith en el Kursaal ·
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Crítica del concierto de Patti Smith en el Kursaal ·
Seria en la entonación. Disfrutando del momento. Risueña y tranquila, sacando punta a sus despistes (al darse cuenta que había olvidado las gafas dijo «bueno, pues tendremos que irnos todos a casa» con una sonrisa). Con más de un guiño a la ciudad que le ... acogía. Y sobre todo poseedora, aún hoy, de un magnetismo digno de la maestría de sus creaciones. Con un pelo cebreado en el que hace ya tiempo se impone el color blanco, Patti Smith apareció sobre el escenario del Kursaal enfundada en las habituales ropas de tonos oscuros. Dispuesta a ofrecer una ceremonia de estilo, arte y calidad. O lo que es lo mismo, rock, poesía y actitud.
La sacerdotisa melódica, quien parece haber realizado algún tipo de pacto maligno para mantenerse en semejante forma, ofreció un concierto mayúsculo en el que los posibles achaques de la edad quedaron en el lado de los espectadores. Humanos que llenaron el Auditorio hasta las cornisas para disfrutar de la fiesta melódica. Este miércoles quedó demostrado que la denominada 'madrina del punk' sigue en la cresta de esa ola tan callejera y real.
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Porque sobre baterías y guitarras estuvo ella. Un festival de notas vocales. Sedosas y hechizadas. Atinadas en la proclama y en la placidez. Centradas en lo que parece hoy la contracultura: afinar bien y que se entienda lo que cantas gracias a dejar tu voz libre, sin más efecto que el de la 'piedad', que es como los canarios llaman a la reverberación.
El reggae que ambientó la espera inicial le sentó como un guante a 'Redondo Beach', tema rockero lleno de cadencia que nos llevó, no sería el primer viaje, a la Velvet Underground. Y sobre una reconstrucción del 'Knocking on Heaven´s Door' de Bob Dylan apareció un 'Grateful' trufado de acordes folk. El blues, la fiereza, las cuerdas tormentosas y la soledad del desierto urbanita brotaron en 'Wicked Messenger'.
'Footnote to How' trajo la acidez de Allen Ginsberg marcando cada palabra como una sentencia final frente al mudo auditorio. 'Ghost Dance' llegó entre aullidos y se fue contundente. 'Nine' tuvo dejes indios entre los espacios que dejaba la música y otro baile, 'Dancing Barefoot', llegó sinuoso en el enésimo alucine vocal de la estadounidense. 'Southern Cross' contuvo el mejor crescendo de la noche en una crudeza muy bien vestida.
'Because The Night', sin ser una de las piezas más conjuntadas de la velada, abrió la caja de los truenos de la popularidad, con la gente poniéndose de pie y entregándose a esas canciones que llevan la etiqueta de 'eternas'. Le siguieron, en igual fondo y forma, 'Gloria' y 'People Have The Power'. Casi dos horas que demostraron que, lejos de venir a orear su nombre y llenarse el zurrón tirando de nostalgia, Patti Smith sigue siendo una creadora de una calidad sin tacha. Este verano se habló del show de Iggy Pop como hito donostiarra. No poner a esta autora a la par en ese podio sería una desconsideración.
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