La Orquesta Filarmónica de Róterdam ofreció un vibrante concierto en el Kursaal en un brillante inicio de la Quincena Musical. FOTOS: IÑIGO ROYO

La Quincena despega con un concierto de música rusa lleno de virtuosismo y pasión

La Filarmónica de Róterdam volvió este jueves al festival ante 1.500 asistentes que pudieron descubrir a Pablo Ferrández y Lahav Shani

María José Cano

San Sebastián

Viernes, 4 de agosto 2023, 02:00

La Quincena Musical dio este jueves su pistoletazo de salida en el Kursaal con un gran concierto que permitió el reencuentro con la Filarmónica de Róterdam, pero también el descubrimiento de dos grandes artistas: el director Lahav Shani y el violonchelista Pablo Ferrández. Los ... holandeses, el israelí y el intérprete madrileño se dieron la mano para ofrecer un brillante encuentro inaugural basado en repertorio ruso, en una perfecta comunión internacional propia del poder de la música. El público que acudió al Kursaal volvió a respirar el ambiente propio de los grandes eventos y, sobre todo, pudo disfrutar de una velada poderosa y emocionante.

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Autoridades como la diputada de Cultura, María José Tellería, los concejales Nekane Arzallus o Juan Karlos Izagirre y representantes de instituciones como Edurne Ormazabal, directora de Tabakalera, o Jaime Otamendi, de Donostia Kultura, así como el escultor Manu Muniategiekoetxea, autor del cartel de la 78 edición de la Quincena y declarado admirador de Shostakovich, no quisieron perderse la cita. A ellos se unieron casi medio centenar de jóvenes que aprovecharon la oferta de Ordu Gaztea y diez invitados del programa ConversanDO, que también arrancaba este jueves y da la oportunidad al público de escuchar por primera vez un concierto.

EL PROGRAMA DE ESTE VIERNES

  • Rotterdam Philharmonic Orchestra y Orfeón Donostiarra Kursaal, a las 20 horas.

  • Ciclo de órgano Thomas Trotter. Catedral del Buen Pastor, a las 20 horas.

  • Nacho Castellanos y Gato Murr Ermita Virgen de Bercijana (Iekora), a las 20 horas.

  • Infantil 'Hiru ganbera-ipuin'. Foyer Kursaal, a las 12 horas.

La música de Shostakovich fue la encargada de hacer despegar al festival con Pablo Ferrández como solista de su 'Concierto para violonchelo nº1'. La obra, que utiliza una orquesta pequeña sin metales salvo una trompa -magnífica este jueves-, tiene un carácter camerístico que resultó ideal para que el intérprete pudiera mostrar todas las cualidades que le han llevado a la fama internacional. Ferrández arrancó con rigor y seguridad el primer movimiento para hacer gala de una inmensa gama de matices en el 'Moderato', en perfecta complicidad con la orquesta, abordando a continuación una impecable 'Cadenza'. Shani desde el podio dejó 'tocar' a sus músicos y al solista consiguiendo una notable conjunción rítmica y sonora, incluso en los momentos de mayor complejidad rítmica. Ferrández, aclamado por el público, regaló como propina con la misma pulcritud y sensibilidad la 'Sarabanda' de la 'Suite nº 1 para cello' de Bach,

Sin embargo, fue la 'Patética' de Tchaikovsky la que permitió conectar con todo el poder sonoro de la agrupación holandesa y, especialmente, con la manera de hacer música de su maestro titular. Se dice que el nombre dado en ruso a la sinfonía significa en realidad ampuloso, apasionado y emocional y tras escucharla este jueves no se pudo descubrir una versión más adecuada a estos adjetivos, puesto que Lahav Shani optó por una interpretación muy pasional llena de contrastes. Tras el lúgubre solo de fagot que abre la sinfonía, el maestro se preocupó de mostrar todo el nervio del siguiente motivo, el primer tema del 'Allegro ma non troppo'. Tampoco faltó el lirismo en el siguiente pasaje, interpretado con mucho más que convicción por la agrupación holandesa.

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El vals que caracteriza al segundo movimiento hizo bailar a un público que ya estaba hipnotizado con el emotivo discurso de Tchaikovsky y con la transmisión del mismo por parte de los músicos. El amoroso 'Allegro con grazia' culminó en la contagiosa marcha del 'Scherzo'. Mostrando todo el sentido de la obra, la Filarmónica de Roterdam culminó la obra con un expresivo 'Adagio lamentoso' con el que consiguió transmitir todo el sentido de la sinfonía en un trágico final que fue coronado con un Elgar interpretado con la misma pasión.

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