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Skating Polly son un grupo nuevo y viejo a la vez. Son nuevas porque, caramba, tampoco les queda otro remedio: las hermanastras Kelli Mayo y Peyton Bighorse formaron la banda en 2009, cuando tenían 9 y 14 años, así que la veteranía ... del quinto álbum les sigue pillando con una juventud casi asombrosa (Kelli acaba de cumplir los 18 y Peyton anda por los 22). Pero también se ajustan a los parámetros contemporáneos en lo que podríamos llamar su estrategia de comunicación, un contacto directo y constante con sus seguidores a través de las redes sociales que se complementa con una videografía abundante y atractiva. Y, sin embargo, a la vez, Skating Polly remiten inevitablemente a una época en la que ellas todavía no habían nacido o todavía andaban a gatas: ese sonido que ellas mismas han bautizado como «pop feo» bebe de fuentes como Veruca Salt, The Breeders, L7 o Babes In Toyland, bandas de los 90 que se pueden encuadrar en el movimiento 'riot grrrl' o en la facción femenina del rock alternativo estadounidense.
De hecho, de todos los grupos de hoy que siguen la misma senda, quizá Skating Polly sean las que actualizan con más personalidad y acierto los rasgos de estilo de aquellas bandas: esa combinación de pasajes tranquilos y estallidos de energía, con su reflejo en unas voces que pueden saltar en un momento de la dulzura susurrante y vulnerable a los desgarrados alaridos de rabia. Su habilidad para concretar la fórmula en canciones adictivas llamó la atención desde el principio, incluso a oyentes de gran exigencia. Su debut cautivó, por ejemplo, a Exene Cervenka, vocalista de la banda californiana X y mito del punk estadounidense, que les produjo el segundo disco. Y el poco complaciente Everett True, uno de los críticos musicales más conocidos del mundo, les dedicó un artículo entusiasta con su habitual tono tajante: «Alguna música lo tiene. Alguna música no lo tiene. Esto lo tiene. Es una puta maravilla. Me importa una mierda su edad», escribió.
Porque, al principio, la edad de las chicas era un detalle casi insoslayable. Kelli y Peyton se conocieron al emparejarse el padre de la primera y la madre de la segunda, empezaron a ensayar con los instrumentos que había por casa y muy pronto dieron forma a un proyecto sólido y peculiar: se intercambiaban las tareas vocales, la batería y la guitarra (aunque Kelli, con manos demasiado pequeñas y frágiles, tocaba una guitarra con dos cuerdas de bajo que le construyó su padre, al estilo del 'basitar' de The Presidents Of The USA), y grababan canciones que actualizaban el legado de aquellos grupos de hace un cuarto de siglo con pasmosa convicción, más chocante todavía cuando era Kelli la que cantaba con su vocecilla infantil. «Nos identificamos con un montón de aquellas bandas en que pueden ser muy agresivas y hacer mucho ruido a la vez que son supermelódicas», explica Kelli, que hoy ya tiene voz de 'mayor' y ha añadido una tercera cuerda a su singular instrumento.
«Seguramente puedes adivinar un montón de los grupos que nos gustan, pero somos capaces de hacer música que siempre suena a nosotras», ha dicho también Kelli. La primera parte es una verdad a medias, porque, más allá de las bandas que les influyen de manera evidente, Skating Polly son fans fatales de Neutral Milk Hotel y han versionado a artistas tan variados como Spacemen 3, Ol' Dirty Bastard, AC/DC, Portishead, M.I.A., Perfume Genius o Syd Barrett. Las dos hermanastras (qué fea es esta palabra en español) son artistas genuinas y libres, que parecen funcionar al margen de toda presión, y seguramente ningún responsable de prensa habría dado el visto bueno a su último movimiento: después de todos estos años como joven dúo femenino (un concepto tan 'vendible' comercialmente), Kelli y Peyton han incorporado a la banda a Kurtis, el hermano menor de la primera, sin miedo a estropear un 'producto' que ellas no ven como tal. Con Kurtis ya en sus filas han grabado su quinto álbum, 'The Make It All Show', editado el pasado viernes, y aseguran que ese par de manos extra ha multiplicado sus posibilidades: seguirán intercambiándose instrumentos en sus incontables conciertos, pero ya no están condenadas a la extrema austeridad de arreglos que ha caracterizado su trayectoria.
El disco, en el que han vuelto a colaborar con la colaboración de Exene Cervenka en un tema, refina su estilo tenso y pegadizo, interpretado con tal convicción que descarta toda sospecha de pastiche. Y, con los años, también han ido llegando los asuntos más complejos y un activismo más consciente y elaborado. «Las canciones ruidosas son más ruidosas y un poco más agresivas -ha declarado Kelli a 'Inweekly', días después de sacarse el carné de conducir-. Siento que hay una rabia y una amargura, a veces deprimente, que yo no tenía en los otros discos».
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