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Está en todas partes: listas de éxitos, auditorios y grandes recintos, películas y, próximamente, en el teatro. Junto con otras actrices, «todo mujeres», hará de ... Chavela Vargas. Y, pese a todo, a María de los Ángeles Rozalén Ortuño (Albacete, 1986) todo le abruma. «Llámame María mejor, ¿no?», dice nada más saludarnos. «Estos días que estoy un poco tristona por mi gente de Letur -el municipio albaceteño azotado por la DANA, del que es hija adoptiva- me emociona ver que me siguen queriendo, aunque a veces sientas todo el odio de las redes. Espero no perder nunca ese aprecio». Donostia, ciudad a la que lleva «muy dentro», le acoge este fin de semana con los brazos abiertos, y por partida doble: los dos conciertos que ofrece hoy y mañana en el Kursaal llevan meses agotados y Rozalén, «abrumada, porque como ves todo me abruma», promete «festejar y emocionar por todo lo alto».
- ¿Cuántas veces ha venido al Kursaal? Ya le debe resultar hasta familiar.
- Unas cuantas veces. Esta creo que es la tercera o la cuarta vez, si no contamos el Festival de Cine, porque he estado varias ocasiones. Pero, es la primera vez que hacemos dos días seguidos, y se vendieron hace muchísimo.
- ¿Qué le dice como artista agotar un escenario, programar otra fecha, y agotarla también en poco tiempo?
- Estoy abrumada porque lo que hago yo no es que esté de moda. Una cantautora con temas profundos... Aunque yo soy muy divertida y mis conciertos siempre tienen una parte fiestera. Pero es verdad que cada vez tenemos más público y eso me hace sentir la tía más suertuda del mundo. Puede que sea un poco la excepción... No sé a mí me sorprende.
- No me extraña. Usted que empezó tocando en escenarios pequeños llena ahora auditorios y estadios... ¡Menudo salto!
- La primera vez que toqué en Donostia fue en un bar 'superchiqutico' y a lo mejor te digo que vinieron a verme unas 10 personas. Después me lo he trabajado mucho todos estos años y han pasado muchas cosas que me han puesto en el foco.
- O sea que Gipuzkoa le ha visto crecer.
- Pues en cierto modo sí. Además en el norte y en el País Vasco, siempre me habéis acogido de una manera muy especial, pero creo que después de cantar en euskera he subido al máximo. O sea que ya me siento una más.
- Entona muy bien el euskera. Dígame, por favor, cómo lo ha aprendido.
- Pues mira, una amiga de Donostia fue con unos amigos suyos profesores de euskera y no te creas que me dieron un sobresaliente. Me pusieron un notable alto. Estuvieron muy encima mío con la pronunciación y demás. Al euskera trato de acercarme con cariño, cuidado y respeto, de la misma manera que a mí me gusta que se acerquen a lo mío. Tengo muchísimo amor a vuestra lengua, a vuestra cultura, pero también tengo un arraigo muy bestia a mi tierra. Estoy con Albacete y mi Letur todo el rato en la boca. Mis padres siempre me han educado en el respeto y me han inculcado cuidar, porque si tú cuidas te van a cuidar a ti también.
- En sus conciertos, uno se encuentra una gran variedad de público, y eso tampoco habitual...
- Es que yo no soy nada habitual (risas). Pues es verdad, es curioso, porque vienen familias enteras. Me vienen la abuela, la madre, la hija, la nieta y la bisnieta. Veo a mucho hombre también, y esto me llama la atención.
- ¿Por qué?
- Porque mi público al principio eran más mujeres. Bueno, generalmente, el público son mayormente mujeres. Pero me llama la atención ver a hombres, y de diferentes estilos, tanto rockeros como pijos. Creo que la clave está en hacer sentir a la gente como en casa. Luego la variedad de las canciones. Hay algunas dirigidas a los mayores, porque una es así, que tiene su 'puntico' de señora mayor, cual antigua y 'sentía' que soy, pero a la vez tengo una vertiente que conecta con los adolescentes. Muchos niños nos escuchan también. Es que canciones como 'Girasoles' o 'La puerta violeta' se trabajan en las escuelas.
- Temas que se han convertido en himnos...
- Sí, pero sin haberlos escrito con esa intención. Yo simplemente escribo canciones de lo que yo vivo, siento y observo. No me pongo a escribir con la intención de componer un himno, porque seguro que no sale. Todo es mérito de la gente, que las ha hecho grandes.
- 'La puerta violeta' sigue sondando en días tan importantes como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género. ¿Le abruma?
- Por supuesto, Piensa que yo estudié Psicología seis años, porque uno me lo pasé muy bien, dos de Musicoterapia y, al final, me acabo dedicando al arte. Entonces, cada cosa que me pasa es como una especie de regalo que me cae del cielo. Por eso no me canso de agradecer. Al final el éxito se va haciendo poco a poco. Es lo que pasó con 'La puerta violeta'. La canción la sacamos en septiembre del 2017, en noviembre salió el videoclip y el siguiente 8M, en el 2018, vi que estaba por todos lados. Sé que hay gente que me reconoce por muchos éxitos y sí que a veces siento que tengo la presión de crear temas que trasciendan muchísimo.
- Habla de éxitos en plural. ¿Su repertorio le convierte en una artista consagrada?
- Estoy en un punto intermedio. Me han dado muchísimos premios últimamente que se dan a trayectorias consolidadas y he alucinado bastante, la verdad. A veces me sorprendo de que maestros como Serrat me traten de tú.
- ¿Se sigue sorprendiendo?
- Claro que sí. He elegido un camino en el que no hay ninguna garantía de nada. Yo voy haciendo lo que me va saliendo de manera muy orgánica. Voy cantando mi vida. No sé si me dedicaré a esto siempre...
- ¿No se ve como cantante a largo plazo?
- No lo sé. En la vida puede pasar de todo. Ahora porque la gira va superbién, pero cuando he tenido crisis de muchos tipos, me he llegado a plantear si puedo seguir este ritmo tan loco y tan frenético. No tengo claro que pueda soportarlo toda mi vida. Yo es que soy una tía muy normal, me gusta que me traten con normalidad, cuando sacan la alfombra roja estoy deseando que la recojan porque no creo que yo tenga ninguna importancia. Tengo la suerte de escribir y cantar de esta manera y de que la gente me aprecie y me aplauda por ello. Pero no sé si en el día de mañana volveré a la psicología o me retiraré a un pueblecito a la vida calmada. Solo pido que nunca deje de transmitir y de emocionar a la gente.
- Pero además también puede llegar a ser de lo más divertida...
- (Risas) Es verdad.
- Ana Belén dice que cuenta los chistes como nadie.
- Eso es porque soy manchega y el humor es nuestra bandera. Pasamos de la risa al llanto muy rápido porque la vida es eso. O sea, yo lloro y río cada día de mi vida, pero si río, río a carcajadas y si lloro, lloro a mares.
- Ese cúmulo de emociones está presente en 'El abrazo', su último disco, en el que se desahoga sobre muchos aspectos de su vida. ¿Se contiene sobre qué escribir y qué no?
- Bueno, yo cuento mucho. Es verdad que sobre mi vida privada no se sabe nada, pero en cuanto a mostrar mis vulnerabilidades lo hago sin ningún problema. Creo que soy bastante transparente.
- ¿La música ha sido su altavoz idóneo para desahogarse?
- Escribir y cantar son mi vía de escape. Tengo la suerte de que mi trabajo es supercatártico. En un concierto mío sudo, lloro, río, bailo y acabo agotada con un dolor de cabeza increíble, porque lo doy todo.
- ¿También en Donostia?
- Siempre. Me apetece mucho estar dos días allí y poder pasear por la 'playica'. Es que he visto que va a hacer muy bueno.
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