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MARÍA JOSÉ CANO
Viernes, 10 de marzo 2023, 06:56
El maestro estadounidense, Roderick Cox (Macon, Georgia), se estrena al frente de la agrupación vasca con un programa cuyo eje es la obra 'Doctor Atomic ... Symphony' del compositor norteamericano John Adams. Una breve pieza del también norteamericano George Walker y las 'Danzas sinfónicas' de Rachmaninov completan el repertorio de los conciertos de abono que comienzan esta tarde en el Kursaal (19: 30 horas).
- Se estrena con la Euskadiko Orkestra. ¿Cómo surgió la propuesta de dirigirla?
- Soy muy amigo desde hace bastante tiempo de Robert Treviño, los dos somos estadounidenses y coincidimos cuando Robert estaba en la Orquesta Sinfónica de Cincinnati. Yo soy algo más joven, pero también compartimos formación en Aspen, Colorado. Fue él quien me propuso dirigir este programa.
- ¿Qué sensación le ha dado la orquesta en los primeros ensayos?
- Desde el principio he sentido una cierta excitación en los músicos de la orquesta y noto sus ganas de tocar esta música, así como mucha concentración. No es un repertorio típico y me resulta muy entretenido el proceso de conocernos mutuamente. Espero que en los próximos días sigamos profundizando en la relación.
- ¿Qué le dijo Robert Treviño de la Euskadiko Orkestra cuando le propuso dirigirla?
- En nuestra primera conversación hablamos principalmente del repertorio. Robert tenía muchas ganas de ver a la orquesta tocar la obra de Adams que vertebra el programa y no hay muchos directores que habitualmente la dirijan, porque es difícil y compleja. Supongo que por eso se puso en contacto conmigo, porque es una partitura que conozco bien y que he dirigido recientemente a la Orquesta de Filadelfia. Por otra parte, creo también que Robert quería poner un reto a la orquesta con esta obra.
- Previamente interpretarán 'Lyric for strings', de uno de los primeros compositores afroamericanos que triunfaron en el mundo clásico en Estados Unidos, George Walker. ¿Qué destacaría de ella?
- Efectivamente, Walker era afroamericano y es una obra muy especial para mí porque se la dedica a su abuela que nació como una esclava americana, pero murió siendo libre. Es un lamento, un homenaje a su figura.
- Tal y como ha comentado antes, el reto del programa es 'Doctor Atomic Symphony' de John Adams, basada en su ópera y cuyo argumento habla de las sensaciones de los que construyeron la bomba atómica durante la II Guerra Mundial. ¿Influye esta temática en la música?
- La sinfonía no sigue estrictamente el argumento de la ópera, sino que más bien toma diferentes extractos de ella y los fusiona, con la excepción de 'Trinity', el último movimiento, que encapsula la principal aria de la ópera que canta el padre de la bomba atómica de la ópera, Robert Oppenheimer, y que en la sinfonía se sustituye por una trompeta. La sinfonía empieza con una premonición de lo que va a ocurrir y tiene elementos potentes, como el sonido de la destrucción. Además, describe musicalmente el dilema moral de los científicos que estaban implicados en este proceso de creación de la bomba, puesto que iba a ser algo que iba a cambiar completamente la civilización. El segundo movimiento, 'Pánico', que es el más virtuoso, describe una ciudad bajo una lluvia de fuego y se introducen algunos personajes de la ópera como el general Leslie Groves, la esposa de Oppenheimer con una serie de líneas melódicas de la sección de violoncellos o las tierras sagradas de los nativos americanos con una danza ritual.
- ¿Se siente más cerca de este repertorio por ser norteamericano?
- No, no lo creo. Me resulta fascinante estudiar cómo estaba trabajando este grupo de científicos, de una manera más invisible, pero llevando realmente el timón de la situación. Este desarrollo tecnológico se había vivido como algo excitante que podía traer cosas buenas para el futuro, pero, sin embargo, al mismo tiempo podía ser un arma letal y contribuir a la devastación de la raza humana. Añadiría también que el sonido de Adams no me parece americano; su música es minimalista, pero no es un minimalismo cien por cien americano.
- El programa se completa con las 'Danzas Sinfónicas' de Rachmaninov. En su opinión, ¿cuáles son los principales alicientes de esta obra para los intérpretes y para el público?
- Me resulta una pregunta difícil de contestar. En general cada movimiento es único en sí mismo, teniendo en cuenta que fue la última obra que Rachmaninov escribió antes de su muerte. Se percibe transparencia, ligereza, vitalidad, aunque esté imaginando su propia muerte. Este contraste hace que esta obra sea única y especial. En cuanto al público, le diría que tratara de escuchar la incorporación del 'Dies Irae', que aparece varias veces a lo largo de la obra.
- ¿Cómo definiría entonces el programa en su conjunto?
- En mi opinión, es un programa ideal para que la orquesta muestre su talento. Cada sección, cada músico, tiene algo especial que ofrecer. Hay un denominador común en las tres obras y es la muerte. En el caso de Adams, la devastación; en el de Walker, una aproximación más personal por la figura de su abuela y en el de Rachmaninov, la contemplación de su propia muerte, puesto que la escribió unos pocos años antes de fallecer. Es también una colección de memorias de su propia vida.
- ¿Diría que hay alguna diferencia importante entre las orquestas europeas y estadounidenses?
- No he notado diferencias claras. Cada orquesta es única, tiene su propia personalidad y me resulta interesante descubrirla. Cada vez que conozco una nueva orquesta siento mucha curiosidad, es algo misterioso, excitante, tanto antes de los conciertos como durante los mismos, cuando ves cómo reacciona en ese momento. Por eso la procedencia no es importante, no marca diferencias. Lo único que detecto a veces son diferencias en algunos elementos culturales. Por ejemplo, entre el sur de Europa y Londres o Estados Unidos, respecto al tiempo y el ritmo de los ensayos.
- ¿A qué se refiere exactamente?
- Al ritmo de la vida diaria. A los descansos, al tiempo entre ensayos. En Estados Unidos el tiempo es importantísimo, hay que ser rápido y eficiente, algo que viene dado por su sociedad, extremadamente capitalista. Cuando estoy en España o Francia, la gente se toma más tiempo para todo, quizá para tomar un café, pero también para estar con la música, para pensar en ella y digerirla, por lo que el tiempo también es algo muy valioso, pero en otro sentido, de otra manera.
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