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¿Es justo vincular un instrumento de música a un único estilo o género? Nadie limitaría la guitarra a la música pop, pero con la trikitixa siempre ha habido «resistencias». Incluso épocas en las que estuvo prohibida. Por encima de todo ha logrado ser un instrumento «muy vivo» y que ha sabido «adecuarse a los tiempos», destacan Xabi Solano (Etzakit, Esne Beltza...), Haritz Garmendia, miembro de Euskal Herriko Trikitixa Elkartea, o Josune Arakistain (Huntza, Süne). Aunque todavía quedan estereotipos. «Creo que algunos siguen pensando que es un instrumento rural, de caserío, no muy culto, que siempre son los mismos cuatro acordes y que es fácil crear canciones», señala la de Lastur.
En esa evolución «constante», la trikitixa ha tenido un ojo en la tradición, que quizá simboliza Aristerrazu, pero también ha sabido adecuarse a las nuevas tendencias de la mano de grupos que han mezclado su sonido con el pop, rock, ska, reggae o, últimamente, la electrónica. Hoy se celebra en Agurain el día de Euskal Herria de la Trikitixa, que reunirá a cerca de 700 personas, para reivindicar esa historia. Una jornada «preciosa» para Solano.
Los comienzos son anteriores, aunque como recordó Antton Iparraguirre en este periódico dar una fecha es complicado. Lo que sí está claro es que la primera figura fue Jazinto Rivas 'Elgeta'.
Trikitilari autodidacta, ‘Elgeta’ cambió el paradigma, fue el primer profesional y 60 años después de su muerte sigue siendo uno de los referentes. «Es más lo que no sabemos sobre él que lo que sabemos», explicaba Koldo Izagirre en la presentación del cómic ‘Sasi artean’ que cuenta sus andanzas. Lo que está claro es que fue profesor de los más grandes trikitilaris de la segunda mitad del siglo XX –Sakabi, Auntxa, Maitzeta, Zialtzeta, Epelarre, Beobate, Eleuterio Tapia, Juanito Tapia, Zabaleta o Laja–, que modernizó el instrumento –junto a Martzelino Larrinaga introdujo dos botones más– y tocó piezas que nadie antes había tocado: polcas, pasodobles, rumbas… O el ‘agarrau’ y el fox-trot parisino, que llevó a la romería.
También dejó anécdotas, como recoge Arakistain en su canción ‘Lau korapilo’: apagaba sus puros en la trikitixa.
Junkera demostró su capacidad de innovar o tirar barreras hasta en los campeonatos, como recuerda Solano. «Lo llevó al jazz, yo estaba allí y me dejó sin palabras». Opina que su línea de música, «la perspectiva que aportó, no fue entendida». Pero el bilbaino no cejó y logró el aplauso de la crítica, quizá más fuera que en casa, así como el Grammy Latino al mejor álbum folk por su disco en directo ‘K’ en 2004. «Rompió esa etiqueta de poco culto o rural que rodeaba a la trikitixa», aplaude Arakistain.
Por su parte, Tapia, que empezó «muy de niño» en los escenarios, resaltaba en una entrevista a este periódico que hizo «muchos descubrimientos en el camino». En muchos de ellos ha tenido de compañero a Xabier Berasaluze ‘Leturia’. Presentaron ciertos aires de renovación con ‘Jo eta hautsi’ (1987), dieron otro paso con ‘Juergasmoan’ (1990) y apostaron por el formato de banda para hacer rock en ‘Tapia eta Leturia Band’ (1995). También en solitario, jugando con tonos, temáticas, mucho humor y letras de Koldo Izagirre desde el precioso y fundamental ‘Apoaren edertasuna’ (1998) hasta el por ahora último ‘Egon edo ez egon’ (2022). Y siempre cerca de las siguientes generaciones, como prueba su ayuda en la maqueta de Alaitz eta Maider.
El nombre de Laja siempre será especial para Solano, porque fue una actuación suya la que le abrió un universo nuevo. «Cuando mi padre me dijo la palabra ‘trikitixa’ no la conocía. En aquel tiempo en la zona de Ereñozu/Hernani no era lo habitual y si querías aprender tenías que desplazarte a Azpeitia, Villabona o Irun. Para enseñarme lo que era, con 9 años, mi padre me llevó a Aristerrazu y estaban tocando Laja y Landakanda. Fueron los primeros que vi y me quedé sin palabras: gente bailando, un instrumento tan alegre, tan vivo».
Su primer proyecto, Etzakit, formó parte de la eclosión que vivió la trikitixa en la década de los 90 junto a Gozategi, Maixa eta Ixiar o Alaitz eta Maider. «Mezclábamos trikitixa con guitarra y recuerdo que estaba mal visto en las romerías». Lo hicieron porque «desde jóvenes escuchábamos Kortatu, Negu Gorriak o Barrikada, transmitíamos lo que llevábamos en las venas». Prueba de ello son las canciones claramente rockeras como ‘Bi tiro’ o ‘Gaur’. «Nos acercábamos a Lin Ton Taun, y eso sí que estaba mal visto», rememora el hernaniarra. Y le pasó factura. «Cuando se acabó Etzakit estaba harto de la trikitixa, no quería saber nada». Hasta que le llamó Fermin Muguruza. Primero fue The Solanos, «más rockero», y tras la grabación de ‘Euskal Herria Jamaika Clash’ (Talka, 2006) junto al irundarra surgió Esne Beltza. No oculta «un punto de orgullo» tras lograr que sus canciones sean «del pueblo» y porque durante los 18 años del grupo han mezclado la trikitixa con muchos instrumentos y estilos. Sin olvidar Esne Zopak, proyecto en el que Solano liquidó la deuda que tenía consigo mismo para acercarse a la trikitixa de antaño y tuvo la compañía del DJ del grupo DZ. Fue un álbum que sonó mucho por Lastur, admite Arakistain.
Al igual que en épocas anteriores, el cambio de tendencia hacia lo electrónico tuvo su repercusión en la trikitixa y lo que grupos como Hemendit At hicieron en el pop llegó con Gose. Sorprendió, pero para Solano fue un paso «muy natural. La trikitixa es un instrumento más, ha cogido esa libertad que ya tocaba», celebra.
Como oyente de «otros estilos» en su adolescencia, Arakistain ha seguido esa senda y ha buscado «traer eso que me gusta». Llegó a la trikitixa porque tenía familiares que la tocaban y en Itziar o en Lastur «han tenido mucho peso en fiestas», pero siempre notó que la entendía de otra forma. «En mi entorno se entiende de otra forma y en mis tiempos de campeonatos me notaba diferente, he intentado transmitir eso». Tanto en el escenario como en su labor de profesora.
Primero fue en Huntza, con versiones de Avici o ‘Flying Free’y después con Süne, proyecto en solitario. Vive con normalidad ser considerada «pionera» y es consciente de que «para los puristas lo que hago no es trikitixa y para quien no la conozca es muy tradicional». Añade como anécdota una reciente actuación en la que se le acercó una persona de Polonia para decirle que le había gustado «la mezcla de tradición y electrónica».
No es la única reivindicación que plantea. «Ha sido un mundo muy muy de hombres, analizando las letras de hace unos años salta a la vista. El ambiente ha cambiado, pero queda trabajo por hacer». Y aunque no reniega de ser trikitilari, cree que a veces encasilla a los músicos. Lo compara con otros artistas. «Nadie diría que Mikel Urdangarin es guitarrista, es Mikel Urdangarin. Pero con Tapia, Solano o conmigo no pasa así. Es otro instrumento, ahí queda mucho trabajo por hacer». Lo que ayuda a ser optimista, para ambos, es el buen momento. El hernaniarra insiste en que ha habido muchos más, tanto antes –Joseba Iparragirre, Iker Goenaga– como ahora en Aristerrazu: Josu Arrizabalaga ‘Izer’, Elizagoien Ahizpak o Iker Allur, entre otros.
También incide en que ha habido otros grupos que han trabajado esa diversidad, como Koban y su «electro-swing».
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