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Isabel Ibáñez y Anartz Madariaga
Viernes, 17 de febrero 2023
¿Crees que serías capaz de identificar el sonido de una misma canción si la escuchas reproducida en un tocadicos, en compact disc o a través de 'streaming'? Ten a mano unos buenos auriculares, porque aquí vas a encontrar la oportunidad de averiguarlo escuchando cuatro canciones de diferentes estilos grabadas en los distintos formatos y contestando a un test sencillo... o no tanto.
Pero vayamos primero a 1991; el 'grunge' -palabra indispensable en la historia de la música que la RAE aún no ha aceptado (aunque sí lo ha hecho con mamitis, puntocom o hagioscopio)- explotaba en todo el mundo con el 'Nevermind' de Nirvana, y en España los Héroes del Silencio aupaban ni más ni menos que tres canciones de su disco 'Senderos de traición' ('Entre dos tierras', 'Maldito duende' y 'Despertar') al número uno de Los 40 Principales. Bien, aquel fue el último año de reinado de los vinilos en nuestro país en cuanto a ventas se refiere. Los CD llevaban desde finales de los 80 arrinconándolos poco a poco en las estanterías de las tiendas y muchos aficionados, rendidos ante las maravillas prometidas por el nuevo sonido digital, retiraron los LP de sus discotecas, apilándolos en algún trastero o regalándolos a los colegas neoluditas, auténticos visionarios. Los ejemplares más afortunados pasaron a engrosar el mercado de segunda mano, que nunca se ha ido, pero millones de ellos, fabricados en cloruro de polivinilo (PVC), material muy contaminante, acabaron en los vertederos.
«Cuando mis amigos empezaron a tirar sus vinilos pensé que el mundo se había vuelto loco», dice Fernando Gegúndez, bien conocido por todos los que frecuentan conciertos, y si no por el nombre quizá por su altura, una buena referencia cuando se entra buscando a alguien en una sala abarrotada de melómanos. Es uno de los críticos musicales más reconocidos de Euskadi, una enciclopedia que merece la pena consultar pese a que él confiesa que nunca hubiera apostado por este regreso estelar de los LP.
Fernando Gegúndez
Durante lustros, los tocadiscos se llenaron de telarañas, víctimas de un salto al vacío que encontró red en torno a 2007, cuando el vinilo empezó a resurgir de sus cenizas, resurrección imparable y cada vez más rápida que ha culminado en nuestro país con un dato que los que escuchaban 'Smell Like Teen Spirit' mientras veían el plato girar nunca hubieran creído posible: después de 30 años, en España se venden hoy más vinilos que CD, un asalto que en el mercado estadounidense se produjo dos años antes.
Los últimos datos de Promusicae -aglutina al 90% del sector español de la música grabada- hablan del «continuado auge del vinilo en las preferencias de los compradores»: el formato experimentó en 2021 un aumento del 38% en sus ventas (1.624.000 ejemplares en total) respecto al año anterior, y supone el 54% de los discos físicos adquiridos en las tiendas, quedando por primera vez desde 1991 por encima del CD (44%), que crece tan solo un 5%.
Lo analógico vence a lo digital. Puede que esta sea la única marcha atrás conocida hasta el momento en un mundo que avanza sin frenada en lo tecnológico. (Bueno... ¡las cámaras de fotos analógicas están también de regreso!). Y si nos fijamos en las casetes... en 2022, en Estados Unidos su venta se ha disparado un 28% con 440.000 unidades, frente a las 343.000 del año anterior y a las 74.000 de 2015.
Saúl Santolaria
¿Cómo se explica esta vuelta a lo analógico y más concretamente al vinilo? Un artículo, el LP, que ocupa un considerable espacio y que obliga a un ritual que incluye buscar el álbum, extraer el disco con cuidado, limpiarlo, colocarlo, poner la aguja y al de unos 20 minutos darle la vuelta para escuchar la otra cara... cuando con un golpe de ratón podemos disfrutar de millones de canciones. Algo tiene que ver precisamente ese ceremonial que culmina con la escucha, además de cierta moda, dicen los expertos, no exenta de esnobismo y, evidentemente, la preferencia por un tipo de experiencia sonora.
Lo explica Saúl Santolaria, músico, productor e ingeniero de sonido: «El cerebro está condicionado a escuchar cosas que en un momento determinado registró como placenteras y busca emular ese recuerdo. Entonces, si tú de pequeño has usado la cinta de casete o el vinilo, tu cerebro almacena esa experiencia con una nitidez espectacular. Y cada vez que lo escuchas, reconoces ese formato. Porque tiene una textura y una particularidad sonora que te conectan con esa experiencia, recuperas esas emociones y para ti es mucho más placentero».
Sigue Santolaria: «Así, es normal que las personas más mayores que han crecido en un mundo analógico con cintas y vinilos tengan una pequeña desafección cuando les pones algo con mucha definición, digital o lo que sea. Pero piensa en los jóvenes, los 'millennials' o la 'generación Z', que han escuchado siempre música comprimida en mp3 con un sonido lamentable, con sus auriculares chungos que te regalan en los autobuses. Están acostumbrados a esa distorsión, a ese sonido tan sucio y poco fiable. Y de repente tú les pones algo en vinilo o CD, en altavoz, y es como que les suena mal porque ellos han acostumbrado su oído a ese sonido distorsionado. Y probablemente cuando se hagan mayores van a asistir a un coleccionismo de ese tipo de dispositivos, porque les conectará con esa experiencia que tuvieron. Aunque sea un sonido guarro, distorsionado, extraño, con fase y con un montón de cosas que en realidad suponen un detrimento de la experiencia. Pero es la suya».
Luego, evidentemente, está el ritual: «Tener en tus manos el vinilo, tocarlo, escucharlo, hasta olerlo, es una experiencia multisensorial con una trascendencia mucho mayor. Casi lo puedes paladear. Y estás leyendo las letras de las canciones. O sea, una experiencia mucho más trascendente que simplemente escuchar un mp3».
Entonces, ¿no existe el mejor formato? «Pues es muy relativo -contesta Santolaria-. El digital, el CD, no deja de ser ceros y unos, información binaria, muchos puntos muy juntitos que dan sensación de línea, de audio continuo sin serlo, pero el cerebro lo lee así y aporta además mucha nitidez. A muchos no les gusta el chisporroteo del vinilo, cosa que el CD no tiene, pero a otros este les parece muy frío, carente de ese rollo tan especial del LP. Los formatos de alta definición ni te cuento, esos tienen una definición extraordinaria, pero es que hay veces que la gente quiere un grano más gordo. Igual que en la fotografía; tú puedes tener una foto súper extraordinaria en los matices, pero preferir una foto antigua. ¿Por qué? Porque emocionalmente te está diciendo más con menos resolución».
¿De veras sigues creyendo que puedes discernir cómo suena cada uno de los formatos? Bien, vamos con el juego. Para calentar el oído, primero te lo daremos hehco con la canción del grupo Love of Lesbian 'Allí donde solíamos gritar'. Este periódico ha registrado, con la ayuda de Santolaria, fragmentos de cuatro canciones de estilos diferentes ('indie' español, son cubano, 'grunge' y jazz) en tres formatos distintos: vinilo, CD y mp3. Aquí tienes las tres versiones de este hito del 'indie', solo tiene que escucharlas, percibir las diferencias, que las hay, y tratar de extraer tus propias conclusiones para el test que llegará más adelante.
Santolaria aporta algunas pistas: «El vinilo crea una atmósfera diferente, parece como si estuvieras en la sala escuchando en directo, se nota el ambiente, es más tridimensional, se nota mucho. El CD tiene un sonido como más quirúrgico, más perfecto, aunque no quiere decir que por eso sea mejor. Es más claro, pero no tiene el color del vinilo. Al fin y al cabo este es un medio absolutamente físico, la aguja pasa por el surco, lo acaricia y lo hace sonar. En cuanto al formato digital comprimido, como un mp3, pues hay mucha información que se pierde e incluso si escuchamos con atención se puede notar hasta cierto ruido».
Press Play Vinyl
En la localidad vizcaína de Urduliz funciona desde 2018 Press Play Vinyl, una de las tres únicas fábricas de vinilos de España (las otras están en Castellón y Madrid). Estas empresas, de donde salen los LP listos para ir a tiendas incluso de Sudamérica y del resto de Europa, no dan a basto hoy en día: «Aquí cada una de nuestras dos máquinas hace dos LP por minuto, es decir, 4 al minuto, 240 a la hora, casi 6.000 al día y más de dos millones al año. Trabajamos en tres turnos, no paramos. Y estamos dando los mejores plazos, entre 10 y 12 semanas para tenerlo listo desde que nos mandan todo el material», explica Gonzalo de la Maza, responsable de la fábrica, donde en estos momentos empaquetan una nueva edición del LP de C. Tangana 'El Madrileño'.
Aquí completan todo el proceso de creación de un LP, incluso el envoltorio final en plástico o una imitación vegana, a elección de la discográfica. Aún no la fabricación del máster del disco, la base con la música que servirá para hacer todas las copias, «que la hacemos en Alemania o en Holanda, pues en España no hay máquinas para ello». Se trata de una tecnología que va 'rayando' el disco de metal conforme la música se está reproduciendo, dejando en esos surcos, pequeños valles con 'colinas' y 'depresiones', minúsculos abultamientos a ambos lados del surco, la información que la aguja del tocadiscos transformará de nuevo en sonido. De ahí, con un molde, se saca el negativo, un molde que servirá para imprimir las copias físicas (los surcos se convierten en cordilleras para imprimir los discos finales con nuevos surcos).
El máster servirá para crear entre 600 y 1.200 impresiones, es decir, copias sin perder calidad, lo que obliga a escuchar el disco entero cada cierto número de estampados con el objetivo de comprobar cómo están saliendo las copias. Y cada vez que se cambia ese máster (en realidad su negativo) vuelta a escuchar, por si acaso algo suena mal. Por ejemplo, para los cerca de 40.000 ejemplares que de aquí han salido del 'Motomami' de Rosalía ha hecho falta que Gonzalo de la Maza lo escuche... ¡unas 120 veces entero! La mayoría se fabrican en negro, aunque cada vez más se demandan otros colores: blanco, rojo, azul, transparente, una mezcla de muchos... Este es el proceso de creación de estos productos.
Vamos con la segunda escucha, esta ya forma parte del test. Se trata del standard de jazz 'Cry Me A River', interpretado por Julie London.
Fernando Gegúndez
Fernando Gegúndez
El crítico Fernando Gegúndez, que no oculta ser un incondicional del vinilo, se ve capaz de distinguir los diferentes formatos: «Sí, seguro. El vinilo estás viendo lo que es. Suena, lo respiras, lo ves y casi, casi parece que está allí el músico, con las oscilaciones. Y el CD... pues sé que me paso de extremista, pero es para poner música en el aeropuerto, no para vibrar».
- ¿Recuerda cuando escuchó el primer CD?
- Sí, y me pareció lo que es realmente. Un acompañante, no oscila, es como plano. Desde el principio lo vi claro y yo ya le llamaba posavasos. Los sigo llamando así aunque tengo miles de CD en casa, pero casi todos promocionales.
-Para usted el vinilo es superior.
- Sí, al CD y al 'streaming'. Y eso que yo uso este último, tengo archivos de mp3 porque me gusta también tenerlos, como un banco de música.
- ¿Cuántos LP puede tener?
- 8.000 discos en total. 5.000 de ellos, vinilos. Y los tengo en mi casa, a la vista y todos juntos.
- ¿Por qué cree que la gente vuelve al vinilo?
- Por el tamaño, porque estás oyendo algo que tiene una entidad, no como un CD. Y no te digo ya 'streaming', que no tienes nada, no hay nada. Por eso yo los archivo y me bajo la portada. Así ya tengo algo. Y no sé cuánto de esnobismo hay también en este regreso, pero yo siempre he estado ahí. Eso sí, hay que decir que un vinilo requiere un buen equipo y todo lo demás son tonterías. En una minicadena no se aprecia bien.
Javier Artolozaga y Jon Barrasa
Javier Artolozaga y Jon Barrasa
Hagamos un alto y sigamos con nuestro pequeño test: ¿eres capaz de detectar de qué formato proviene el siguiente fragmento musical?
Esta resurrección es todo un hito dentro de una historia que empezó en 1902, con la primera grabación en este formato, a cargo del tenor Enrico Caruso. Precisamente, un año antes del inicio de la debacle, en 1990, Jon Barrasa y Javier Artolozaga abrieron su tienda de discos, Power Récords, en Bilbao. «Lo fuimos viendo, sí, -recuerdan- cómo efectivamente el CD sustituyó casi por completo al vinilo, aunque no en su totalidad. Cada vez menos gente pedía LPs, cada vez se editaban menos cosas en ese formato. De hecho, llegó un momento en el que sólo vendimos CD. Te daba pena, pero por lo menos había otro formato que funcionaba y que también sonaba muy bien. Creo que éramos la tienda que más cedés teníamos, con un stock muy potente, y por supuesto también vinilos, de los que éramos consumidores, pero nos amoldamos al recién llegado. Fueron el hip hop, el soul y el garage los estilos que se mantuvieron más fieles al formato tradicional y permitieron su supervivencia».
Pero evidentemente este regreso les ha sorprendido, como a todos: «Sí, y bastante. A ver, es un fenómeno que lleva sucediendo desde hace 7 u 8 años, subiendo, pero se ha incrementado especialmente en los últimos dos o tres por múltiples factores. Hay que decir también que sigue siendo una minoría pequeña la gente que está comprando vinilo. Una pequeña gran minoría. Pero efectivamente ya hay más personas que compran vinilos que CD. Lo que pasa que también se vende mucho de segunda mano».
Señalan que lo del tocadiscos va en parte «con la actitud. Con el CD de pronto tenías la ventaja de adelantar la canción, pasar de una a otra muy rápido con un botón. Pero el escuchar un vinilo requiere un poco más de atención. Mucha gente joven de hoy oye muchísima música en digital, aunque ya no álbumes enteros, pero si tú te compras el vinilo te lo escuchas todo, le das la vuelta y tal». En cuanto a los precios, es un hecho que los LP han subido mucho en el último año y medio, dependiendo de discográfica, pero están costando un 25% más, entre 25 y 30 euros, cuando hasta hace poco se pagaba una media de 20. «Los discos americanos se han encarecido muchísimo por la subida del dólar, y también los ingleses desde el Brexit».
¿Quiénes son los clientes del vinilo? Explican que hay toda una generación nueva que no ha comprado formato físico, ni siquiera CD, y que ahora empieza a comprar y a interesarse por el vinilo «porque el CD ya se había desprestigiado mucho en los últimos 10 años, aunque sigue siendo un formato absolutamente válido. Entonces nosotros vendemos además de los vinilos, muchos CD, porque hay un público adulto que ya pasó de los LP y no ha echado para atrás. Pero es cierto que en los últimos tres o cuatro años notamos que hay mucha gente joven a la que le han regalado un reproductor de discos. No sé si relacionarlo con, no sé, digamos la dignificación de lo 'vintage', que está un poco de moda. Bueno, cada uno tiene sus razones. Luego también hay chavales que han visto los platos en casa de sus padres o de sus abuelos y les llama la atención. Hablamos incluso de 15 o 16 años. Y hay un público femenino, de chicas muy jóvenes, que compran el LP de Rosalía, Harry Styles, Taylor Swift, Billie Eilish... por el fenómeno fan, por tener algo físico». De hecho, el último estudio de Luminate Data sorprende al desvelar que sólo la mitad de los que compran discos de vinilo tienen el medio para reproducirlos; un dato que se explica porque «muchos jóvenes compran el LP como si fuera merchandising» y a la espera de tener el dinero para comprar su primer tocadiscos.
Vamos con la última escucha, tal vez la más difícil. ¿En qué formato está grabado este fragmento?
En casa
«Hay una frase que empodera: 'Ese lo tengo en vinilo', le da un valor añadido al disco»
Karlos de Pedro, más conocido como Gorri, DJ y vocalista de grupos como The Rebrotes y Free Bird, y María Medina, también DJ y baterista de bandas como The Heart Junkies, hablan en estos vídeos de su pasión por los vinilos, tanto para escuchar en casa como cuando trabajan como DJ.
Somos capaces de distinguir cosas minúsculas con nuestro oído, la capacidad de este órgano es espectacular. «Entonces, ¿cómo engañar al oído para que tu cerebro diga 'esto suena mejor o esto suena peor'?», se pregunta el ingeniero de sonido Saúl Santolaria. «Pues muchas veces es una cuestión de que uno suene un poquito más alto que el otro. Se trata, por tanto, de que las comparaciones sean lo más parejas, lo más iguales de volumen, para que el oído no polarice y piense que lo que suena más suena mejor. Tenemos que hacer una comparación fiel en cuanto a niveles para que no nos condicione eso en la escucha y nos atenúe el resto de matices».
Explica aquí el proceso que ha seguido para grabar las canciones del test musical que ofrece este reportaje. De principio, digitalizó los cuatro temas de vinilo: «Se reproduce y graba a través de unos convertidores muy potentes. Y he hecho exactamente lo mismo con el CD, solo que ese paso de conversión de analógico a digital no existe porque ya es digital. Aun así, he seguido el mismo proceso para que más o menos sean equiparables y poder así hacer la comparación». En cuanto al mp3, solo hizo falta cogerlo de Spotify.
Todo afecta al sonido final, el reproductor de vinilo, con qué electrónica, con qué componentes, la aguja del plato, con qué cable incluso... «Parece una cosa como esotérica, pero es verdad. Y aquí es donde está un poco la clave. Los platos de reproducción de vinilo no son perfectos. Todas las escuchas tienen un grado de imperfección, las digitales también, pero en las analógicas se trata de una imperfección en sí misma. Y esa imperfección te puede gustar más o menos. En el caso de los de los reproductores de vinilo, hasta el motor afecta a la velocidad y la canción entonces suena más aguda o más grave. Tambien la humedad del ambiente afecta. Son un montón de condicionantes. Con lo cual el vinilo nunca suena igual. O sea, cada vez que lo reproduces hay elementos que hacen que no suene exactamente igual que la anterior vez». Pone un ejemplo clásico: cuando editaron 'Thriller', las primeras 250.000 copias se tiraron a la basura porque cuando Michael Jackson y el productor escucharon el audio se dieron cuenta de que no había graves y ellos habían mezclado el disco con un montón de graves. «Pues no estaban, habían desaparecido. Para que entren más canciones en el mismo espacio, el surco tiene que ser más pequeño y cuando el surco se hace más pequeño, la aguja no tiene la misma capacidad de leerlo todo. Una de esas frecuencias graves que tiene el bombo de 'Thriller' necesita más profundidad, más sitio. Entonces tiraron esas copias a la basura y tuvieron que hacer otra tirada eliminando alguna canción para que hubiera más espacio, más anchura de surco».
El mundo digital es más previsible. Se trata de un sistema de ceros y unos donde todo está muy cerrado: «Es lo más previsible que hemos inventado hasta ahora para reproducir música. Siempre va a sonar exactamente igual que la última vez que lo escuchaste». Una de las peculiaridades que tiene el CD es la limitación de 16 bits, 44,1 kilohercios. O sea, 44.100 puntos por segundo. «Y si metes 44.100 puntos por segundo, eso parece una línea, aunque sean puntitos separados, pero son tantos que no percibes los huecos entre ellos». Aunque con tanta cantidad de puntos también se producen errores de lectura o importación. Y luego tenemos el mp3, sonido muy comprimido digitalizado: »En el mp3 la información está reducida a la mínima expresión. Hay mucha información que parece que está pero no. Las emisoras de radio decidieron que era más cómodo reproducir la música con mp3, porque ocupa mucho menos espacio, pero baja la calidad. Las radios han mejorado mucho el sonido en lo que es la difusión y las antenas, pero lo que reproducen suena muchísimo peor que hace 20 o 30 años, cuando pinchaban en vinilo o CD».
Textos Isabel Ibáñez
Diseño web Anartz Madariaga
Vídeos Marta Madruga, Badr Ben Brahim y Pablo del Caño
Edición Aitor Alonso
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