La niña del alma de Víctor Ullate

«Nada me haría más feliz que Lucía, mi niña del alma, dirigiera la compañía», me confesó el propio Víctor Ullate hace tres años durante el transcurso de un homenaje que se le tributaba en Murcia. Tras haber sufrido dos infartos y con una dilatada carrera a sus espaldas, reclamaba el descanso del guerrero. Incrédula, le contesté: «Maestro, tú nunca te cortarás la coleta». El 20 de enero, mientras muchos donostiarras tensábamos nuestro tambor, saltó la noticia: Lucía Lacarra asumiría la dirección artística del Víctor Ullate Ballet (VUB) a partir de septiembre.

Con la intención de continuar bailando tanto en el Ballet de Dortmund, donde es invitada permanente desde la pasada temporada, como en el VUB, asume su rol con una declaración de intenciones: «Seguiré bailando y voy a crear un puente entre Dortmund y Madrid para desarrollar proyectos conjuntos. Mi vida será más caótica que de costumbre. A este caos ya me he acostumbrado y necesito uno mayor», ríe.

La gran incógnita es cómo pervivirá el Ballet de Víctor Ullate sin su fundador. «Quiero mantener el legado y la esencia de la compañía. Voy a introducir nuevo repertorio, trabajo y coreógrafos, que van a motivar a público y bailarines. Poco a poco, no va a ser un cambio radical», asegura la bailarina zumaiarra. Acostumbrada a gestionar personalmente su carrera «esperando respuestas y permisos», esto le resulta «más sencillo».

Detrás de la imagen etérea que despliega cuando se encarama a un escenario, Lucía Lacarra es una mujer decidida y que tiene las ideas muy claras. «Va a ser mucho trabajo, pero estoy deseando que llegue el momento», concluye con una enigmática sonrisa que augura sorpresas en su faceta como directora artística de la compañía en la que debutó como bailarina profesional un lejano abril del año 1991, en el Gran Teatro Falla de Cádiz.