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Actor en series como 'Allí abajo' y cocreador de 'Vaya semanita', Óscar Terol, está hasta el domingo en el Principal de Donostia con el monólogo '¡Ay Dios!'. Es su tercer trabajo en solitario tras 'Por comentarlo' y 'Mundos para lelos'. Esta vez el humorista donostiarra ... ofrece un espectáculo muy personal que dice compartir con Dios.
– ¿Nos va a echar un sermón?
– Sí, aunque no desde el concepto que posee el sermón, con esa connotación de algo aburrido, pesado y moralista. Pero sí lo es porque hablo de algo que me parece oportuno para la conciencia, algo sagrado.
– ¿Ay, Dios, hay Dios, o las dos cosas?
– Incluso tres. La tercera porque no es un espectáculo vinculado exactamente a la religión, que es un poco lo que me parece más interesante de esta propuesta.
– ¿El público se va a reír?
– Se va a reír porque mi objetivo en todo momento es el mismo de siempre: que la gente se ría.
– ¿Mucho?
– Si algún día pudiera morir alguien de risa en el patio de butacas sería muy duro para esa familia, pero en secreto presumiría del logro. Siempre quiero que se rían y cada vez más. Es cierto que en esta ocasión los temas van cogiendo una densidad extra y puede ser que se vaya a generar más reflexión que otras veces, pero procuro que todo eso esté servido con el aliño del humor, incluso hilarante.
– ¿El público descubrirá cosas de usted que no imagina?
– Muchos sí. Hay una parte del público que me viene siguiendo desde hace años, también por trabajos que hago en las redes con entrevistas e historias. Pero habrá espectadores que se van a quedar estupefactos, como diciendo ¿cuándo se ha dado el golpe en la cabeza? ¿En qué momento nos lo han cambiado?
Las fechas Hasta el domingo 25 de agosto.
Lugar y hora Teatro Principal, a las ocho de la tarde.
Precios 20 y 26 euros.
– ¿Los espectadores van a salir iluminados o pedirán que les devuelvan el dinero?
– Los que pidan el dinero también estará bien porque igualmente se habrán iluminado y en su aspecto habrán entendido cuál es su camino (jajaja).
– ¿Y el resto?
– Iluminados no sé porque eso es muy complejo, pero me parece que le voy a quitar el polvo y las telarañas un poquito a cosas que tenemos dentro y no nos atrevemos ni a mirar.
– Dice que tratará de responder con humor a preguntas esenciales. ¿Son sobre todo preguntas ante el espejo?
– Todas son preguntas que me estoy formulando desde que nací y que seguiré haciéndome. Nunca hay una respuesta que te pueda dejar tranquilo del todo porque las preguntas esenciales se responden desde la experiencia. Y las respuestas las han tenido unas pocas personas en el mundo y en la historia. Sucede cuando han abrazado la conciencia pura. Los conocemos como los místicos, los mesías; seres que han encontrado la respuesta.
– Reflexionar sobre el sentido de la vida puede llegar a inquietar. Pero llega el humor a echar una mano ¿y entonces qué pasa?
– Es cierto que pueden y deben inquietar. Es que si no te inquietan es que estás muerto. El objetivo es que lo hagan, pero hay que dar salidas. El humor no es sólo una salida, también el compañero de viaje para abordar todo esto sin entrar en lo religioso, en lo metafísico, en lo filosófico o en lo teológico. Que no digo que eso esté mal, pero es otro ámbito. El humor es abordar las preguntas esenciales desde la relajación.
– Se practica poco.
– Es que nunca es el momento, nunca encuentras a la persona, nunca te apetece ponerte a decir qué hay después de la muerte, qué sentido tiene la vida. Nos viene grande, pero que eso ocurra no significa que no lo tengamos que abordar. No hacerlo genera frustración. La risa es una oración sanadora, es el orgasmo de la vida. Para mí lo es todo.
– ¿Por qué ironiza diciendo que el espectáculo es una trampa?
– Porque lo que van a escuchar intelectualmente puede parecer grandilocuente, pero si se han reído ya está. Una persona que se ríe está ya donde tiene que estar. Lo primero porque se sitúa en el presente. Cuando estás en el pasado y en el futuro no te ríes porque entonces vives con la preocupación o el sufrimiento.
– Lo que ocurre es que nos reímos mucho de los demás y poco de nosotros.
– Claro, el humor sobre uno mismo al final es una especie de sabiduría y por ahí empieza el camino de las grandes metas y de las grandes personas. Si te ríes de ti te has desmitificado y se ha desintegrado todo tu andamiaje intelectual de creencias y empiezas a producir lo que sería el ser, el ser sin apegos. Ojalá este espectáculo fuera una risa hacia mí mismo de todos estos temas. Lograr que la parte dogmática, o la de intentar decir algo, no me coma.
– ¿Es mejor acudir confesados o con los pecados en plena forma?
– Hay que ir habiendo pecado un minuto antes, mejor si acabas de comerte un helado de esos que no te mereces. Hay que ir en pecado porque el primero que peco soy yo. Voy a cometer el acto de soberbia más grande que ha realizado nunca un artista. Sé que puedo ser perfectamente aniquilado por un rayo.
– ¿El mayor pecado en el humor?
– Cortarse la lengua. Autocensurarse, pero siempre evitando lanzar el humor como un dardo envenenado hacia alguien. El humor es como el agua oxigenada, tiene que escocer, pero debe ser también un antiséptico, sirve para curar.
– ¿Qué o quién es Dios y qué hace en su espectáculo?
– Es un sueño y una petición. Me encantaría que, aunque fuese en una microscópica parte, no fuera mi mente la que haya organizado todo este lío del que no sé cómo salir. Yo aspiro a ser un títere de Dios.
– ¿Cuál es ese lío?
– Es tocar la corneta. Si les dejamos a los de arriba que nos gobiernen y nos guíen ya vemos a dónde vamos: como esos roedores, los lemmings, saltaremos al barranco.
– Estamos acabando y no sé si ha quedado muy claro de qué va su nuevo montaje.
– Yo intento, me considero un bufón al servicio de las personas en el mundo que estamos viviendo. Intento avanzar con ese mundo y así como en la pandemia hice un espectáculo que hablaba de las mascarillas y las vacunas; en el siguiente traté del mundo que quedó después de todo ese caos que parecía que nos iba a cambiar la vida. Pero resulta que no, que no nos cambió tanto como pensábamos. Ahora ya no vale con hacer un seguimiento, hay que dar un golpe de tuerca para parar y decir, bueno, vamos a hacer algo más. El mundo avanza, pero también lo podemos girar para este lado.
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