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San Sebastián. Pintura en gouache de la bahía de La Concha vista desde el interior de las murallas en Urgull.

Paseo por la Gipuzkoa del siglo XIX

El diplomático y pintor Didier Petit de Meurville recorrió y retrató las localidades del territorio durante su estancia como cónsul francés en San Sebastián entre 1857 y 1872

Amaia Chico

San Sebastián

Lunes, 24 de junio 2024, 02:00

Los barcos de vela fondeados en un puerto de Pasajes todavía sin grúas gigantes ni cruceros de turistas, un carro entra por un camino a ... Tolosa con el imponente Uzturre presidiendo la villa, que hasta diez años antes, 1854, había sido capital de Gipuzkoa; o la bahía de San Sebastián vista desde las murallas que rodearon la ciudad hasta 1863 cuando se derribaron definitivamente, medio siglo después del fatídico 13 de agosto que la dejó arrasada. Los dibujos y pinturas que realizó el diplomático y pintor francés Didier Petit de Meurville durante su estancia en Donostia como cónsul de Francia, y que ahora custodia el Museo Zumalakarregi, permiten asomarse a esa Gipuzkoa de mediados del siglo XIX y dar un paseo desde de la frontera de Irun hasta Tolosa; desde Zarautz hasta Bergara; o desde Astigarraga hasta Aia. «Como documento histórico no tiene precio», destaca Mikel Alberdi, el mejor conocedor de la historia que hay detrás de esta serie de dibujos a lápiz y gouache –un tipo de pintura con base de agua que asemeja a la acuarela–, que pueden descubrirse online a través de Museotik o del enlace al Archivo del s. XIX, donde Zumalakarregi y la Diputación de Gipuzkoa recopilan todas las obras que conservan de ese siglo.

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Entre ellas, se encuentra este álbum histórico con más de 500 imágenes que pertenecía a familias particulares, entre ellas la familia Satrustegui y que fue donado en parte a la Diptuación foral de Gipuzkoa a principios de este siglo y que desde entonces la preserva en su fondo artístico.

«Habrá más imágenes de este autor por alguna otra colección particular», apunta Alberdi, porque Petit de Meurville fue muy prolífico, con una extensa obra que dejó otras joyas como una veintena de retratos de don Carlos de Borbón o una colección al detalle de flores y plantas de Gipuzkoa del siglo XIX. «Para nosotros, su figura tiene mucha importancia», explica Alberdi, aludiendo a una trayectoria histórica, que pasar por varias fases y que se plasma en su obra pictórica. «Se relacionó con los carlistas, era un legitimista francés que dio cobijo y ayudó a exiliarse a Bourges al pretendiente al trono Carlos de Borbón». En el museo Zumalakarregi, añade el responsable de su archivo, tienen ahora un cuaderno con «retratos magníficos» de don Carlos, su familia y los generales más cercanos que le acompañaron y que fueron pintados en Bourges y en la casa de Lyon de Meurville, «donde les debió recibir». Estas pinturas, que datan de 1840, pueden verse también a través de la web del museo.

Zumarraga y Urretxu. Así identifica Petit de Meurville este dibujo con Irimo alfondo.
Segura. Entrada por una de las cinco puertas que tenía en el s. XIX y la iglesia.
Tolosa. 1864, diez años después de perder la capital de Gipuzkoa.
Azpeitia. Santuario de Loyola con Izarraitz al fondo. Dibujo a lápiz realzado con gouaché de 1858.
Pasaia. Dibujo a lápiz y tinta, de embarcaciones en la bahía de Pasajes, con las casas sobre el mar.

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«Luego –continúa Alberdi con la historia de este hombre– debió de estar metido en la industria de la seda pero fracasó o se arruinó. Así que empieza a buscarse la vida de otra manera». Primero fue cónsul de Francia en Alicante, donde también pintó paisajes de la zona. Fernando Altube publicó en 1994 un libro a través de la Fundación Kutxa, en el que recoge la Gipuzkoa de 1857 a 1873 vista por los ojos de Petit de Meurville, pero también algunos otros cuadros como los de la región del Levante. «Allí hay un museo también que tiene cuadros suyos».

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El siguiente paso le trajo a Gipuzkoa. «En 1857 viene a Donosti y se instala como cónsul de Francia aquí. Así va a pasar 16 años. Y es entonces, cuando pinta y dibuja todos los paisajes, del entorno de San Sebastián pero también se mueve y hay cuadros del resto de Gipuzkoa y hasta de Pamplona».

En ese recorrido retrata «edificaciones o vistas más amplias de Hondarribia, Usurbil, Orio o Azpeitia», entre otras localidades. Alberdi destaca que este paseo por la Gipuzkoa del XIX «nos da una imagen muy amplia de lo que era nuestro país en ese periodo, como documento histórico no tiene precio, es maravilloso», asevera, sin entrar a valorar la calidad artística. Rescata también las pinturas que unos años antes, en torno a 1834, realizaron las hermanas Feillet, afincadas en Baiona y que dejaron una amplia colección de cuadros que expuso el Museo Zumalakarregi bajo el título 'Hélène & Blanche Feillet: Pioneras de la pintura en la Euskal Herria del siglo XIX'.

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«Estas pinturas son un terreno valiosísimo para los historiadores, permiten hacer comparaciones con la actualidad, y por ejemplo Petit de Meurville llegó a Donosti aún con la muralla y vivió todo el proceso de su derribo el principio de la construcción del Ensanche», explica Alberdi. «Estos álbumes son joyas que nos muestran cómo eran nuestros pueblos para conocer su historia. Es un privilegio que viviera aquí y estuviera tanto tiempo pintando».

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