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Carlos Giménez, nacido en Madrid el 16 de marzo de 1941. Uno de los pocos, poquísimos supervivientes de una época y de un conjunto de autores que ya son, por derecho propio, historia imprescindible del cómic nacional y, a menudo, universal. Figura asociada ... en las fotos de juventud a un tablero de dibujo, a un cigarrillo en una mano, el lápiz o la pluma en la otra y a un cubata al lado del flexo. Complejo, reivindicativo en su forma de entender la profesión y vivirla, y con una capacidad narrativa, para muchos, superior a la que nadie ha tenido en España.
Quizás empezar por el final, dadas las circunstancias, sea oportuno, tanto más considerando que el autor, desde 2016, con la publicación de 'Crisálida', parece encontrarse en una continua despedida de sus lectores, prolongada ahora con 'Canción de Navidad' y que, según anuncia su editora, Reservoir Books, rematará (o tal vez no) en marzo de 2019 con 'Punto final', álbum dedicado a cerrar definitivamente dos de sus series de juventud, 'Gringo' y 'Dani Futuro'. Un título contundente, desde luego. Nada que objetar; en todo caso dejar constancia de que lo venidero no parece interesar demasiado al artista aunque, puede entenderse como una paradoja, el año pasado llegó a las librerías su revisión del clásico 'La máquina del tiempo' de Wells.
'Canción de Navidad' es, claro está, la vuelta de tuerca de Giménez al clásico de Charles Dickens ('A Christmas Carol', 1843), cuando el avaro y dañino Mr. Scrooge recibe la visita de una serie de fantasmas que le harán reconsiderar toda su vida. En este caso, el protagonista, tal y como ha hecho en multitud de ocasiones Giménez, será él mismo, y sus fantasmas lo acompañarán a un viaje por el pasado, el presente y el futuro. A veces, con nostalgia, otras con ternura, a menudo prestando atención a temas políticos y sociales de máxima urgencia y crudeza, siempre con su sello inconfundible. Lo empieza a cultivar en 1958, como dibujante de fondos de 'Las aventuras del FBI', aunque, tras un paso en 1962 por la editorial Maga trabajando con dos de sus amigos, Esteban Maroto y Adolfo Usero, aterriza un año después en la editorial Selecciones-Creaciones Ilustradas de Josep Toutain, otra figura más que relevante, y allí nacerá, precisamente, el western 'Gringo'. Ese periodo en aquellas oficinas dará lugar, años después, a la serie 'Los Profesionales', una de las más celebradas del autor.
Tras formar el 'Grupo de la Floresta' con Usero, Maroto, Luis García y Suso Peña y realizar historias colectivas, lanza en 1967 'Delta 99', serie de ciencia ficción con guiones de Jesús Flores donde ya, su especialidad, la capacidad de contar, empieza a aflorar y que tendrá su salto definitivo en 1969 con 'Dani Futuro', también título centrado en la fantasía escrito por el inigualable Víctor Mora, padre, entre otros, de 'El Capitán Trueno' y que concluirá en 1975. Ese año será capital. Comienza a publicar en revistas como 'El Papus', y a menudo con guiones de Ivá, 'Paracuellos', una crónica del franquismo que culminará en el álbum 'España Una, Grande y Libre' y que, según cuenta, le valdrá amenazas de muerte de sectores de ultraderecha.
Su gusto por el relato autobiográfico (aunque mezclado con obras como el 'Koolau el leproso' de Jack London en 1979), no necesariamente centrado en aspectos negativos de la realidad, le llevan a presentar en 1982, en la recién creada revista 'Rambla', los mencionados recuerdos de su paso por la agencia de Toutain. Para entonces, ya hace mucho tiempo que es una figura internacional, inmersa e imprescindible en el fenómeno del llamado boom del cómic adulto nacional, representado por el aluvión de revistas de calidad que mostraban el trabajo que se realizaba en el mundo, algo hasta entonces no tan sencillo como ahora. Como siempre, recordar que internet no era ni una posibilidad.
Sin embargo, aunque influenciado en su niñez y juventud por 'El Cachorro' de Iranzo o por el americano Frank Robbins, su estilo adulto es tan concreto que pasa a ser marca de la casa. Su técnica se fundamenta en el discurso, generalmente centrado en la introspección, con una combinación exacta de textos y magníficos diálogos, perfectamente reales. Aliado del blanco y negro, su dibujo es meticuloso hasta la exageración, plasmando con su línea, en extremo precisa, entornos reconocibles, ausentes de grises. Grandes masas de blanco o de negro, según el relato precise porque es el relato quien debe marcar el carácter del dibujo, no al revés. Y, además, una capacidad entre el realismo y lo caricaturesco en el reflejo de la expresividad de sus personajes, casi histriónicos según la acción.
Con 'Canción de Navidad', de nuevo se cierra un círculo que, puede, vuelva a abrirse aun cuando no parezca probable. Aquí, todo lo dicho está presente, en una obra que se acerca al tono de la excelente 'Crisálida' y que supera, con creces, a la penúltima 'Máquina del tiempo'.
Carlos Giménez, un superviviente de toda una generación de artistas, muchos de ellos ya fallecidos, otros que se dedicaron a menesteres alejados de las viñetas por cuestiones económicas, es, junto a algunos pocos veteranos por fortuna aún en activo, de las escasas figuras sin las que no se entendería todo lo ocurrido en el cómic en los últimos cincuenta años.
'Canción de Navidad' es, en consecuencia, obra imprescindible. Carlos Giménez en estado puro.
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