De cuánto ama Barbra a Spike
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Que ganó 'Green Book' cuando debió ganar 'Roma', lo sabemos. Que 'Cold War' se merecía lo mejor pero no lo tuvo, lo hemos asimilado. Que nos gusta que un hijo de emigrantes egipcios, estadounidense de primera generación, Rami Malek, ... fuera declarado mejor actor por encarnar a un hijo de emigrantes parsis e indios nacido en Zimbawe, casi británico de primera generación, desmesurado en la gloria y la miseria, gay y muerto por Sida, es cosa sabida.
Igualmente reconocemos que nos encanta que Olivia Colman, Su Majestad Ana de Estuardo, rindiese pleitesía y al recibir su Oscar se inclinase ante Lady Gaga en señal y símbolo de estos tiempos nuestros. Que nos morimos por la elegancia de esa filigrana humana que es Mahershala Ali se ha convertido en secreto compartido por cientos de miles de criaturas.
Las mismas (algunas más, incluso) que sabemos que el Cine seguirá siendo cine en cualquier lienzo, pantalla, dispositivo, plataforma o chip implantado en nuestras retinas o en nuestro córtex. Lo contrario solo lo creen aquellos que pensaron que, precisamente, el Séptimo Arte mataría al Teatro, el Video a la Radio y el E-book al libro –objeto de papel y deseo.
Es decir, una vez habiendo escrito lo obvio e irrelevante, vayamos a lo sustancioso de la noche de los Oscars. Por mucho que los que siempre verán la botella no ya medio vacía sino sin gota ni de vino o sangre, hicieran números y constataran, nefastos y truculentos, que solo un 25% de las candidaturas señalaban a mujeres, fue un placer constatar que dos directoras, dos, se llevaron el premio al mejor corto de animación que no fue otro que el maravilloso, sutilísimo y tan triste 'Bao', otro prodigio de Pixar. Como fue un triunfo ab-so-lu-to que en pleno corazón de Hollywood, en una gala y ocasión donde está prohibido que los cuerpos transpiren, tiemblen, enrojezcan, expulsen aires o sangren se oyera por primera vez en nueve décadas la palabra 'menstruación' dado que es el tema del corto documental ganador de esta edición, 'Period, End of Sentence'. La directora (sí, otra hembra de bravura) Rayka Zehtabchi está inmersa en la lucha de miles de mujeres indias para aplastar el estigma de cuando la mujer sangra. Lo hacemos una vez cada 28 días. Por lógica, habría más de alguna estrella menstruando ayer en el Dolby Theatre.
Así que mientras Lady Gaga lloraba y cantaba, mientras 'La Favorita' perdía y mientras Hollywood no se decidía a premiar totalmente la excelencia por mucho que el admirado y peligrosísimo filósofo e influencer Slajob Zizek diga que quienes admiramos 'Roma' lo hacemos justamente por aquello que deberíamos denostarla, a algunos de nosotros lo que realmente nos fascinaba era ver a Serena Williams, diosa, campeona, negra y madre, presentar 'A Star is Born' y oír decir a la también gigantesca Queen Latifah cuán difícil es «To be… Queen».
Algunos de nosotros, por más que nos maravillase el vestido de Alexander McQueen para Lady Gaga, el de Vuitton para Enma Stone y el de Dior para Charlize, preferimos mirarles a ellos, a los hombres. De unas cuantas galas hasta ayer los chicos lucen más y más bellos, más y más transgresores. Con terciopelos, grises azulados, americanas asimétricas, estolas, chalinas o pantalones a media rodilla.
Mientras pasaba lo que en algunos casos algunos no quisimos que pasase, sentimos un vuelco en el corazón al ver a todos los asistentes a la edición nonagésimo primera ponerse en pie para recibir a Barbra Streisand y cómo ella, venerada en directo por Lady Gaga y por la inmensa Melissa McCarthy, defendía a muerte 'Infiltrado en e l KKK'. Maravilla fue sentir a su vecino de barrio (Brooklyn) Spike Lee devolverle todo ese amor. Amor rabioso, amor casi interracial: una judía y un negro unidos por una lucha que aún no ha terminado, un lugar y una pasión: los sombreros.
Todo eso estaba pasando, no lo olviden la noche en que sí, triunfó ese 'Green Book' que funciona como un tiro por caminos demasiado conocidos y conciliadores, pero también lo hizo, desbancando a joyas como 'Los Increíbles 2' o 'Isla de perros', un filme verdaderamente gozoso, atrevido, que se mueve muy cómo en las seis dimensiones de la animación: 'Spider-Man: un nuevo universo'.
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