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Fue el consejero de Cultura del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria, quien verbalizó el pasado miércoles una sensación que flotaba en el aire: los espectáculos culturales en espacios cerrados no se habían recuperado aún de la pandemia. Pues bien: las percepciones no siempre responden a ... la realidad y éste puede ser el caso, al menos en términos generales. «Requieren especial atención las actuaciones en espacios cerrados, sobre todo el teatro, la danza, la música sinfónica, la ópera y el cine», aseguró Zupiria. En este reportaje con programadores culturales de diferentes disciplinas artísticas y distintos formatos, los consultados aseguran que en algunos casos se han recuperado las cifras de espectadores previas a la pandemia, en otros ha cambiado el perfil del público y un tercer grupo –especialmente, en el cine y en el sector de la música clásica–, aún no ha regresado a las taquillas que hubo en 2019.
«Sin ánimo de contradecir al consejero –asegura Iker Goikoetxea, gerente del Kursaal donostiarra–, en términos generales 2022 va a ser un año muy bueno para el Kursaal, tanto de facturación como de cifras de público. Volvemos a niveles prepandemia». A partir de ahí, Goikoetxea dibuja una escenario en el que 'la fiesta va por barrios' y en el que efectivamente, «si nos ponemos a hilar más fino es cierto que en el ámbito de la música clásica, cuyo público tiene un perfil determinado, está costando recuperar espectadores y aún ho hemos vuelto a las cifras de 2019, aunque sí se han mejorado las de 2021». Recalca Goikoetxea que «no todo lo que hemos programado en el Kursaal ha sido 'sold out', pero sí mucho de los espectáculos», una circunstancia que coincide este año en el tiempo con «la gran oferta que ha habido. En cuanto se habilitaron los aforos al 100%, el sector cultural salió en tromba y no diré que ha habido una sobreofertad de espectáculos, pero sí una amplísima programación», asegura Goikoetxea, quien más allá de constatar que «el espectador mayor no ha vuelto a los mismos niveles que sí lo ha hecho el joven», no observa tendencias de comportamiento especialmente peculiares entre el público, ni grandes sorpresas –para bien o para mal–, en el comportamiento de la taquilla.
La amplia experiencia acumulada al frente del Festival de Jazz y de parte de la programación musical que Donostia Kultura desarrolla en el Kursaal y en el Victoria Eugenia hacen de Miguel Martín una de las voces que mejor suele tomar el pulso a las tendencias del público. Y su diagnóstico es diáfano: «En el verano ha habido una eclosión de actividades, tanto por parte de los espectadores como de los programadores, en la que la oferta ha sido enorme y la afluencia de público también. Ha habido mucho y la gente ha ido a todo». En su opinión y en lo que a su negociado se refiere, «lo que se ha producido en octubre y comienzos de noviembre es un 'efecto resaca'» en el que esa saturación, junto a la incertidumbre económica generada por la guerra en Ucrania, «ha provocado un reflujo de público» al que en estas fechas ya se le ha dado la vuelta. «A día de hoy, finales de diciembre, estamos vendiendo con normalidad, lo que previsiblemente teníamos que vender». Y para el verano de 2023 augura una situación similar a la de este año, una opinión que sustenta en el ritmo de venta de entradas que lleva la próxima edición del Jazzaldia. «Para Norah Jones casi se ha vendido todo y para Ben Harper, más del 70%». En cualquier caso, Martín no vincula los posibles altibajos de público a factores como que los espectáculos se programen en espacios abiertos o cerrados o reticencias postpandémicas, sino más bien a flujos socioeconómicos.
En opinión del programador de teatro y danza de la entidad municipal donostiarra, este año ha tenido dos etapas bien diferentes: «El primer semestre fue desastroso en cuanto a la afluencia de público a los espectáculos programados, pero a partir de verano eso ha cambiado». Según su percepción y, sobre todo, los datos que maneja, «el público ha vuelto a los espectáculos culturales y eso se ha mantenido durante todo el otoño. Lo que nos temíamos a comienzos de 2022 no se ha producido y a día de hoy la respuesta está siendo buena».
Desde la sala de conciertos del camino de Mundaiz, no hay sensación de que el público haya desertado de las actuaciones en directo. De hecho, apunta Álex López, «nosotros hemos tenido un 16% más de público que en 2019 y eso teniendo en cuenta que enero y medio febrero estuvimos con restricciones». Lo que sí detecta es un cambio en el perfil de los espectadores: «Entre la gente de mi generación, los que nos estamos acercando a los cuarenta, sí se nota un bajón de asistencia, pero lo que también estamos percibiendo es que ahora viene otro tipo de público, más joven». Y en este sentido, confiesa que «a veces estamos llenando el Dabadaba con grupos que, sinceramente, a los que yo ni conozco, pero que hemos programado porque lo ha propuesto alguno de mis socios, que sí los conocía». Aquí ya entran en juego otros factores como las nuevas formas de comunicación, principalmente a través de plataformas como TikTok que provocan fenómenos curiosos: «Ha habido algún grupo, como el rapero argentino Ysy A, que ha agotado el aforo antes de que nos diera tiempo a anunciarlo, porque él mismo lo anunció en internet».
Otra 'historia' es la que viven los cines y ahí sí coincide plenamente el diagnóstico de los exhibidores con el que realizó el consejero de Cultura, Bingen Zupiria. Desde SADE, su director de la Unidad de Cine, Iñaki Elorza, constata que «hay una especie de pereza para ir a las salas a ver películas», algo que no se da cuando la proyección adquiere el carácter de 'evento', asegura: «Hemos programado proyecciones de arte o de ópera en sesión única y se han llenado, pero la vuelta del público al cine como tal está costando más de lo que pensábamos». Elorza señala que «mientras películas como 'Avatar' obtienen buenos resultados en taquilla, el cine independiente ha bajado». Y recuerda que este escenario se está dando en toda Europa, con caídas en la recaudación que van del 60% de Italia al 31% de Francia. En España, Elorza estima que el descenso de espectadores ronda el 45% respecto a 2019. «Hay un cambio de hábitos en el que el cine ha pasado de ser la primera o segunda alternativa de ocio a ser las cuarta o la quinta. Nos preocupa mucho a todo el sector porque las recaudaciones han bajado mucho y los costes son los mismos, al margen de la luz cuyo precio se ha disparado». Las soluciones tampoco aparecen claras. «Hay quien ha apostado por las butacas de 'luxe', las proyecciones en versión original y otras apuestas imaginativas, pero en general se buscan fórmulas que no requieran grandes inversiones porque no está el sector para afrontar gastos elevados». Elorza confía en que «poco a poco se recupere, si no el 100% del público que teníamos en 2019, al menos sí una parte». Y en este sentido recuerda que el extendido comentario de que 'el cine ya era un sector herido antes de la pandemia' no responde a la realidad: «2019 fue el mejor de los últimos quince años».
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