Sergio Peris-Mencheta
Secciones
Servicios
Destacamos
Sergio Peris-Mencheta
Antonio Arco
Sábado, 30 de septiembre 2023, 13:15
A Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) se le echa de menos como intérprete en los escenarios, en los que dejó recuerdos sobresalientes en trabajos como 'Lluvia constante', de Keith Huff, la historia de dos policías –el otro interpretado por Roberto Álamo–, amigos desde la infancia, ... que deberán enfrentarse a un diluvio emocional y psicológico que los situará al borde del abismo. También director de algunos de los mejores montajes teatrales de los últimos años, con la productora Barco Pirata, reside en Los Ángeles con su compañera, la actriz y pintora Marta Solaz, y con sus dos hijos. Con su espacio ganado en la poderosa industria de Hollywood, con trabajos al lado de estrellas como Sylvester Stallone y Annette Bening, su popularidad se disparó con su presencia en la serie 'Snowfall', en la que ha dado vida a Gustavo 'El Oso' Zapata. Su nuevo trabajo como director en España, 'Cielos', de Wajdi Mouawad, recorre los escenarios con su infalible sello de calidad. Sabe poner como nadie cara del peor de los malos, pero no hay que fiarse de las apariencias.
– ¿Qué imagen le viene del niño que fue?
– Disfrazado, porque me disfrazaba mucho.
– ¿Por qué lo hacía?
– No sé...; a mí me zurraban en casa, yo era un niño que tenía un papá zurrón...; me dio por disfrazarme, por inventarme historias desde que era muy niño. Me disfrazaba e imitaba a Bibi Andersen [más tarde llamada Bibiana Fernández] y a Carlos Herrera, que por entonces presentaban juntos un programa de televisión; me metía en el personaje de Pedro Navaja...; me encantaba jugar. Según nos íbamos haciendo adolescentes, a mis amigos les gustaba beber, y otras sustancias, y a mí nunca me dio por ahí, a mí me dio por jugar y por el deporte. Ya le digo, yo prefería disfrazarme. Además, tenía tendencia a disfrazarme de chica, porque me parecía lo más. En los campamentos triunfaba haciendo de Madonna, con una toalla en la cabeza como si hubiese salido de la ducha, cantando la 'Isla Bonita'.
– ¿Qué influyó en su forma de ser?
– Yo vivía en Batán, un barrio obrero, pero mis padres me llevaron al Liceo Francés, así es que me pasé desde los 4 hasta los 18 años llevando una doble vida. En el barrio llevaba camisetas de Metallica y de AC/DC y mis amigos eran los típicos del '¿qué pasa, tío?', pero cuando cogía el metro por las mañanas y llegaba a la parada de Esperanza, me transformaba como Superman. A partir de ahí me tocaba ser un niño bien. Y ese estar mudando de piel durante tantos años, para en el Liceo parecer que tenía dinero y en el barrio parecer que era el más macarra, formó mucho mi carácter. Y entre que en casa me esperaban los palos, y en el Liceo también, porque en el Liceo también zurraban, el caso es que terminé jugando al rugby.
– Aburrirse no se aburría.
– Tenía una dicotomía muy bestia entre ser 'cuanto más fuerte, mejor' y una gran pulsión artística. Me gustaba cambiar de piel y quería encontrar mi lado femenino, mi parte más vulnerable, más acogedora. Todos tenemos un lado femenino.
– ¿Qué parte suya salió ganando?
–Probablemente terminó ganando durante una época la fuerza, el rugby, lo que pasa es que la vida me llevó a ser actor y, entonces, para ser actor el jugador de rugby servía bastante poco. Para eso me vino muy bien la intuición y ese deseo de vivir otras vidas.
– ¿Cuándo decide apostar por la interpretación?
– Decido ser actor con 19 años; hasta ese momento, realmente, no lo vi como una posibilidad porque en mi familia no había actores, con lo cual no me imaginaba que uno se pudiera ganar la vida de esa manera. Antes había soñado con ser bombero, porque me gustaba lo de apagar fuegos o yo qué sé [risas].
– ¿Qué tuvo siempre claro?
– Con doce años yo les decía a mis amigos: 'Sé que voy a ser popular, que voy a ser famoso'. Tenía esa convicción interna. No es que quisiera ser famoso, es que sabía que iba a serlo. Y cuando ellos vieron, antes de que fuese actor, que en el rugby me fue muy bien y llegué a capitán de la selección española [juvenil], empezaron a pensar que no estaba tan flipado [risas].
– Usted y la política.
– Hay dos etapas. Para empezar, yo vivo en una familia muy política. La familia de mi padre era aristócrata de derechas, pero él fue la oveja roja de la familia. En casa –recuerdo los salones llenos de humo– había grandes debates políticos con sus amigos. Mi madre también se implicó mucho políticamente. Yo siempre he tenido un gran compromiso político, creo que por educación y por genética. Lo que pasa es que para sobrevivir en esa primera etapa del Liceo Francés de la que le hablaba, yo prefería no hablar de ello porque mis compañeros convivían en sus familias con un posicionamiento político y educativo muy distinto al mío. Después, cuando llega la etapa de la fama, te das cuenta de que tienes un altavoz para poder decir lo que piensas cuando sientes que algo es injusto. Y ahí me desaté, también porque conocí a una serie de personas que me influyeron en ese sentido. Las conocí, las vi actuar en la vida y se convirtieron en amigos, como es el caso de Javier Bardem y de Juan Diego Botto, que dicen lo que piensan y que votan en contra de sus propios intereses, así de claro. Pero reconozco que algo cambió cuando fui padre.
– ¿A qué se refiere?
– A partir de ese momento en el que eres padre, cuidado con lo que dices porque en este país lo que dices te puede quitar el trabajo. Y cuando se trata de lo que van a comer mis hijos, ya la cosa cambia.
– No demasiado, parece, sigue usted opinando a sus anchas.
– Porque sigo siendo un bocazas, pero me pienso muy mucho algunos tuits que escribo, y otros directamente los borro antes de publicarlos. No lo puedo evitar, a veces sale a pasear el bocazas que llevo dentro. Pero sí que he pasado de ser una persona que no se calla nada de lo que le parece injusto, a ser alguien que se lo piensa dos veces porque tiene dos hijos y tiene que cuidarlos. Ojalá no fuera así, pero vivimos en un mundo, y concretamente en un país, muy dividido y donde lo que digas va a ser utilizado en tu contra a pesar de tu arte.
– ¿Le sorprendió el resultado de las elecciones generales del 23J?
– Viví esas elecciones de un modo muy intenso, aunque había una parte de mí que se preparaba para lo peor: un gobierno del PP dependiente de Vox. De haber sido así, tocaría una época de volver a salir a las calles, que quizás es un poco lo que nos viene faltando [a la izquierda]. Vivimos un poco en un momento de atontamiento, donde uno se desahoga en X [antes Twitter], pero no sale a las calles a gritar, a reunirse y a defender lo que cree justo. No nos movilizamos lo suficiente. Ojalá el resultado del 23-J nos sirva para mover el culo y no tener que llegar al peor de los escenarios.
– ¿Cómo vivió desde Los Ángeles la caída en picado de Luis Rubiales?
– Es un tipo que nunca me ha caído bien, que siempre me ha provocado animadversión. Lo que siento es que siga habiendo muchísimos hombres que consideren que lo que hizo no es para tanto, que se han sacado las cosas de quicio. No, no, ahora ya sí es para tanto, y eso es lo bueno del asunto. ¡Señores, despierten, estamos en un mundo en el que sí es para tanto! Que la selección femenina de fútbol, una generación que va a arrasar, haya ganado el Mundial es muy importante, pero también lo es, muchísimo, la gran victoria que han conseguido más allá de ese triunfo deportivo. Del beso a Jenni Hermoso, y de cómo se unieron todas contra eso, no nos vamos a olvidar porque pasará a la Historia. Ha sido una victoria mucho más importante que ganar un Mundial, para ellas y para todas las mujeres del mundo. Seamos claros: el problema real es que a la mujer se le hace de menos.
–¿Le interesa el fútbol?
–Si viviéramos en España, a mis hijos no los apuntaría a un equipo de fútbol. Aquí sí, aquí me parece un deporte sano que está bastante en auge. No se ven padres insultando al árbitro, ni malos rollos.
– Vive en Estados Unidos pero no deja de producir y de dirigir teatro en España.
– Mis ojos siempre están puestos en el teatro en España. Yo estoy haciendo esta aventura en Estados Unidos para poder sufragar mis direcciones de obras allí, porque de otra manera no saldrían los números. Para mí, el teatro es como un alimento para el alma, y gracias a que estoy trabajando aquí he podido hacer en España obras que han agradecido y aplaudido muchísimos espectadores.
–¿Lo fundamental qué es?
–Para mí, lo principal es el otro. Por mucha crisis que haya, lo que no nos van a poder quitar nunca es al otro. En el mundo en que vivimos, es cierto que las crisis pueden acentuar más la separación entre unos y otros, pero puede pasar también todo lo contrario: que nos unamos más, que nos veamos más, que hablemos más, que nos comuniquemos más, que hagamos más asambleas –y no solo sociales, sino también artísticas–, que leamos más poesía, que nos contemos buenas historias... En estos tiempos de 'fast food' se está viendo cómo se está desintegrando un poco el sistema, y esa desintegración puede conducirnos: o bien a quedarnos en casa, navegar en internet y decidir no volver ya a salir nunca más; o a todo lo contrario: a salir a la calle, encontrarnos con el otro, mirarle a la cara y poner el corazón en juego.
– ¿Qué no es usted?
– No soy de los que se quejan por todo y no hacen nada. Siempre he defendido que el amor es entrega, y que el amor a la profesión es entrega. No me gusta la queja que se hace sin estar dispuesto a mover el culo por intentar tener una sociedad más justa. Muchos se pasan el tiempo criticando a los demás y a todo lo que está pasando, pero no dan ni un paso por intentar cambiar nada. Si realmente quieres cambiar algo, ¡chico, sal a la calle y no te quedes en casa comentando la jugada y diciendo lo bien que lo harías tú; hazlo! Desde el punto de vista físico puede resultar cómodo, pero también creo que se tiene que sufrir mucho porque si uno no hace nada por cambiar la situación, al final va incrementado su neurosis y corre el riesgo de no salir de ahí. O sales a la calle y pones en riesgo tu aparente comodidad, te pones a ti mismo en juego y pierdes el miedo, que es lo que nos tiene atenazados, o te pasas el resto de tu vida quejándote.
– En lo personal, ¿qué ha dejado de preocuparle?
– No ser todo lo que esperaba llegar a ser; o todo lo que mi ego, por decirlo más claramente, esperaba ser. Intentaba responder a las expectativas que mis padres o la gente que me educó habían puesto en mí. De pronto, me di cuenta de que había dejado de ser lo que yo era para ser lo que otros querían que fuese. Ya no, ahora hago lo que de verdad quiero.
– Llegada la hora de desconectar, ¿cómo lo hace?
– Me encanta dormir, pero no solo para descansar, sino también para estar un ratito conmigo antes de que, realmente, entre en fase alfa y beta y todas esas cosas. Ese ratito en el que cierro los ojos, y me alejo del mundo y del ruido, me encanta. Y lo que me gusta muchísimo es poder compartir con mi familia ese momento previo al sueño.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.