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TXANI RODRÍGUEZ
DURANGO.
Domingo, 8 de diciembre 2019, 09:30
Ramon Saizarbitoria (San Sebastián, 1944) acaba de publicar en la editorial Erein la novela 'Miren eta erromantizismoa', cuya traducción al castellano ha aparecido de forma simultánea bajo el título 'Miren y el romanticismo'. Se trata de una historia protagonizada por una adolescente, Miren, que se enamora de Said, un compañero de clase de origen marroquí. Atento a los cambios que experimenta nuestra sociedad, ha querido reflexionar sobre lo que supone, actualmente, enamorarse. Premio Euskadi de Literatura y Medalla de Oro de Gipuzkoa, Saizarbitoria, que escribe cada día, renovó la literatura en euskera, a la que ha aportado obras tan importantes como 'Egunero hasten delako', 'Ehun Metro' o 'Martutene'. Ayer estuvo firmando en la Feria del Libro y el Disco Vasco de Durango.
- Ha escrito usted esta novela pensando en la gente joven. ¿Por qué?
- Me ha entrado el deseo de transmitir a los jóvenes porque tengo muy presente lo que no se me dio cuando lo fui. Por otra parte, he constatado que en algunos institutos se da a leer auténtica basura. Con eso de que a los jóvenes no les gusta leer y de que hay que facilitarles las cosas, supongo que algunos profesores piensan «al menos que lean esto» y bajan tanto el nivel de exigencia que sería mejor que les pusieran la tele. De todas formas, la novela no es estrictamente para jóvenes o únicamente para jóvenes. A mí de joven no me gustaban las novelas juveniles y creo que a los jóvenes de ahora que les gusta leer tampoco. Las hay más o menos apropiadas para jóvenes y tampoco en todas las edades se les saca el mismo partido.
RÍTICO CON LA ENSEÑANZA ACTUAL
FALTA DE MOTIVACIÓN EN EL PASADO
PERSPECTIVA FEMENINA
- Usted diferencia en la novela entre romanticismo y Romanticismo. Esas diferencias las encarna en los personajes de Klara y Miren.
- Klara es una petarda caprichosa, una egoísta cargada de prejuicios, la viva imagen de su madre que por encima de todo valora la seguridad material y el reconocimiento social pero también quiere jugar a ser romántica en el sentido de sentimental y desinteresada. Miren es generosa, valora los sentimientos por encima del interés material. El romanticismo nos trajo muchas cosas positivas: es la exaltación de la libertad de la imaginación, de los sentimientos, pero sin duda sus excesos nos han perjudicado mucho a todos los niveles. Miren es romántica, pero no es el pobre Werther. Y, claro, tampoco yo soy Goethe.
- Miren se enamora con entrega y candidez.
- Sí, pero es inteligente y sensata y supongo que cree a su profesor cuando le advierte de que, a veces, no hay más remedio que sufrir, pero que no hemos venido al mundo a sufrir.
- Ese profesor, aunque no es un personaje principal, adquiere cierto peso. ¿Cuál cree que debe ser el papel de los profesores de Enseñanza Secundaria?
- Francamente no dispongo de elementos para responder a esa cuestión. Yo creo que es importante el entusiasmo. Creo que los jóvenes captan cuando el adulto muestra pasión por el saber. Eso lo notan, lo aprecian y les estimula. A mí, mis profesores me pegaron y mucho cuando era crío, pero lo que más pena me da es que no me encontré ni uno cuya mirada expresase su admiración por Kant o por Cervantes cuando me hablaba de ellos.
- A través del personaje de Said, aborda usted los prejuicios raciales; unos prejuicios que ni personas progresistas y de voluntad integradora, como puedan ser el padrastro y la madre de Miren, logran esquivar.
- Así es. Los prejuicios están muy extendidos y son muy transversales como se dice ahora. De todas maneras, los prejuicios los entiendo, lo que no admito es la falta de voluntad para luchar contra ellos. Estamos casi genéticamente condicionados para desconfiar de los otros, de los extraños, lo inadmisible es que eso se traslade al uno a uno, que ante una persona veamos a un moro, a un negro, a un rumano...
- Reflexiona también sobre el impacto, las consecuencias, del terrorismo islámico.
- El terrorismo islámico nos vino muy bien a algunos para entender mejor la sinrazón del nuestro. Supongo que más de uno se miró en ese espejo y se vio muy feo.
- ¿Cómo ha trabajado estos personajes? ¿En qué se ha fijado? Resultan creíbles.
- Me resulta muy agradable ver el mundo desde los ojos de una chavala inteligente. Por otra parte, me alegra mucho que Miren te resulte creíble porque nos están haciendo creer -los medios audiovisuales en gran medida- que no existe una juventud que respeta y ama la cultura. Y existen. Hace poco presenté la novela en un instituto y se quejaban de que cuando se piensa en un producto cultural para jóvenes, se parta de la consideración de que son incultos y vulgares. En una Miren que no pare de decir «estoy hasta las tetas, tía» y que pase de los clásicos porque son cosa de viejos. Hay que lograr que cambie la actitud de los jóvenes y de todo el mundo ante el saber.
- La novela acaba de aparecer y lo hace al mismo tiempo en euskera y castellano; ¿le satisface esa coincidencia?
- No lo sé, la verdad. Quizá es mejor, para evitar confusiones, dejar un tiempo entre una edición y otra, pero esta vez ha ocurrido que la novela ha estado parada un par de años porque, para ser sincero, era reticente a publicarla. Me resulta complicado decir a qué obedecía la reticencia... Tenía miedo de que alguien pudiera cuestionar que me ponga a hablar desde la perspectiva de una chica... Además publicar me resulta complicado, me trae líos, como este de tener que contestar a preguntas.
- ¿Y cómo han acogido 'Miren eta erromantizismoa'?
- Los primeros ecos han sido buenos, y en su mayoría son opiniones de mujeres lo que he recibido. He sentido alivio al comprobar que no me decían que me pusiera a escribir sobre viejos en vez de sobre una joven.
- Acaban de cumplirse cincuenta años de 'Egunero hasten delako', que contribuyó a la renovación de la novela en euskera. ¿Da vértigo ese medio siglo?
- El síndrome de Ménière entero es lo que noto. Pero bueno también me produce satisfacción que con veinticuatro años reivindicara la legalización del aborto sin caer en el panfleto dando voz a un viejo y ahora que soy viejo le de voz a una chica joven.
- Varias generaciones de escritores y escritoras le consideren su maestro.
- Bueno, eso de maestro... Tuve la buena y la mala suerte de nacer en un tiempo en el que casi todo estaba por hacer. Eso era triste y a la vez muy divertido. Ahora los jóvenes tienen mucho más difícil asomar la cabeza. No me corresponde a mí decirlo, pero creo que he logrado tener un estilo.
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