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. Érase una vez. Los cuentos, antes, empezaban así. Un gran principio, después de todo. Incluso recuperado para unos dibujos animados o una reciente serie de televisión de considerable éxito. El cómic también la utilizó en multitud de ocasiones, por ejemplo en aquellas que trasladaban ... a las viñetas los viejos relatos. Los trovadores entonces portaban lápices en vez de laúdes, pero su público seguía siendo el mismo. El complejo mundo de los niños. Hoy, los cuentos son diferentes. Todo evoluciona y, por fortuna, muchas veces para bien. La forma de contar, el vocabulario, las alegorías, el trazo, el estilo de dibujo... muchos factores que deben ser considerados por quien se plantea hacer de su érase una vez algo para el recuerdo.
En 2011, dos artistas emprenden un viaje sobre el papel. Será al Polo Norte, y lo harán acompañando a dos osos blancos, el joven Wáluk, el viejo Esquimo. Ambos creadores no son, precisamente, novatos.
Emilio Ruiz (Santander, 1960), fotógrafo y publicista antes que guionista, también íntimamente relacionado con el mundo de las artes audiovisuales, publica junto a Ana Miralles 'El brillo de una mirada (1990, Casset) y su primera trilogía 'En busca del unicornio' (1996-1999, Glénat), antes de 'De mano en mano' (2009, De Ponent), un relato centrado en cómo un billete va pasando de un propietario a otro llegando así a componer un magnífico retrato social. Ya en 2011, 'Muraqqa' (12 Bis), en escenarios árabes, marca un año importante porque, en efecto, para el sello Astiberri, dan vida a un osezno que desde su primer álbum, 'Wáluk', consigue el beneplácito del público. La segunda parte, 'Wáluk, la gran travesía' se hará esperar seis años hasta llegar al final del camino en 2019 con 'Wáluk, la ruta del Can Mayor'.
En cuanto a la dibujante Ana Miralles (Madrid, 1959), sin duda una de las artistas más respetadas y prestigiosas de Europa, debuta en la revista 'Rambla' en la era dorada del cómic nacional adulto, en los arranques de la democracia. Desde entonces, colaboraciones para 'Madriz', 'Cairo', 'Marie Claire', 'Vogue'... Además de los trabajos ya mencionados con Emilio Ruiz, en 1993 publica en Francia y junto a Antonio Segura 'Eva Medusa', el título que le dará el reconocimiento internacional. Probablemente será en 2001 cuando, gracias a 'Djinn', serie escrita por Jean Dufaux para 'Dargaud', la fama de Miralles de dispare; trece álbumes basados en una mujer, con fuertes dosis de exotismo y erotismo, que merced al éxito permitirán la publicación de sus libros de bocetos, integrales... Una serie, en definitiva, bien alejada de los cuentos infantiles, lo cual habla, entre otras cosas, de la versatilidad de la autora.
Es importante, como otras tantas veces, hablar del estilo. Y no cabe duda de que Ana Miralles lo tiene, pero resulta fascinante observar hasta qué punto es capaz de jugar en diferentes ligas y ser titular en todas ellas. Porque no es lo mismo dibujar un harén lleno de sensualidad, destinado a un lector adulto, que un oso polar que bien podría ser el peluche en el dormitorio de cualquier bebé.
Como toda trilogía, lo primero es considerar si es tal o, por contra, se trata de un libro alargado hasta tres por cuestiones comerciales. Tal hecho lleva años repitiéndose en la literatura de fantasía para jóvenes, a resultas de lo cual, y tras una primera entrega de grandes ventas, se improvisan las siguientes con una pérdida absoluta de calidad e interés. Con 'Wáluk', desde luego, no ocurre tal. Cada lector, obviamente, tendrá su volumen favorito, puede que los tres lo sean por igual, pero en todo caso hay que concluir con que cada uno de ellos es relevante. Sin embargo, es fácil observar una evolución, la ola no termina como empieza, y eso podrá ser, nuevamente, tan criticable como digno de elogio. Wáluk uno y dos son odas a varias cosas, como la libertad, la barbarie y, sobre todo, gritos de alerta contra lo que esa misma humanidad está haciendo a diario contra el planeta en que vive. Todo ello sigue presente en la tercera entrega, pero a ello se suma la magia, una reivindicación de la esperanza; tal vez no crean en ella los autores, tal vez sea otro canto del cisne. Pero la esperanza, esa palabra extraordinaria, vive en Wáluk. Y lo hace con un guion discutible pero sutil y, sobre todo, con un dibujo, con un ritmo narrativo, con un color absolutamente excepcional. El hielo blanco, lleno de colores. Magistral. Ana Miralles.
Emilio Ruiz, Ana Miralles y Astiberri, no es procedente olvidar a una editorial vasca que desde hace años apuesta con claridad por el cómic más allá de gustos personales, culminan con este tercer Wáluk un cuento para niños y, en consecuencia, para todos los públicos. Un cuento de ilusión, de alerta, de concienciación, de sensibilización.
El futuro, mañana mismo, pertenece a los niños. Son nuestro futuro. Merecen heredar un planeta. No un vertedero.
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