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Sería mucho afirmar que no existe en el mundo un solo aficionado al cómic, al menos entrado en la madurez, que no haya leído el 'Contrato con Dios' de Will Eisner, pero casi podría hacerse. Dos obras posteriores del maestro, 'Ansia de vivir' y 'La ... Avenida Dropsie', ambientadas en el mismo Nueva York en que creció, probablemente sean algo menos conocidas, pero en modo alguno inferiores en calidad a la primera. Conforman la trilogía de la gran manzana, y eso no es decir poco... aunque quizás se haya dicho demasiado.
Érase una vez que, William Erwin Eisner (Nueva York, 6 de marzo de 1917 - Florida, 3 de enero de 2005), nace en Brooklyn, en un hogar judío cualquiera. Y cabe mencionarlo por lo que influirá en su obra. Desde joven colabora en la revista escolar al lado de su amigo Bob Kane, quien años después dará a luz a un hombre murciélago que llegará a convertirse en uno de los personajes más famosos del mundo. Luego de trabajar para la revista 'WOW What a Magazine', en 1937, cuando la publicación baja la persiana definitivamente, crea con su amigo Samuel 'Jerry' Iger los estudios 'Eisner-Iger', pronto lugar de muchos talentos que podrán colocar sus trabajos con destino al mercado norteamericano y extranjero. Allí será donde Eisner, entre otros, pergeña 'Hawk of the Seas' y 'Sheena', si bien en este caso los dibujos no llevarán su firma, sino la de Mort Meskin.
Sin embargo, la sociedad no dura más de dos años, tras los que Eisner pasa a trabajar para Quality Comics Group escribiendo 'The Black Condor' con dibujos de Lou Fine y 'Doll Man' en Feature Comics, asumiendo textos y lápices. Poco después llega el momento que lo cambiará todo. El 2 de junio de 1940, trabajando en un formato que fusiona comic strip y comic book, presenta tres series distintas. Una de ellas está dedicada a un hombre llamado Danny Colt, un justiciero del que no se conocen demasiados detalles y que oculta, no demasiado, su rostro tras un pequeño antifaz negro. Su misión en la vida está clara: acabar con el delito en Central City, y no tendrá reparos en enfrentarse a los peores delincuentes pese a carecer de superpoderes. Es 'The Spirit' y, aunque decirlo provoca todo tipo de controversias, es la obra magna del artista, por encima de todo lo que vendrá después. Su popularidad pronto alcanza cotas inimaginables en un principio. Tal es así que, si bien la II Guerra Mundial provoca la movilización de Eisner en 1942, con el regreso a casa recupera sus lápices, de ahí hasta 1952.
'The Spirit' es talento en estado puro porque lo tiene todo. Guiones soberbios alejados de los tópicos, historias que destruyen estereotipos y moldean un elenco de personajes secundarios a menudo más relevantes que el protagonista, ora maestro de ceremonias, ora excusa narrativa. Las palabras son puestas en página merced a dibujos extraordinarios llenos de un movimiento y vida inigualables amén, por supuesto, de una extraordinaria concepción de la composición, del ritmo y de soluciones a caballo entre lo cinematográfico y no nunca hecho. El héroe antihéroe está llamado a entrar en la Historia al lado y a menudo liderando a los más grandes.
Años después volverá a ocurrir, concretamente en 1978. Sin grandes algaradas, Will Eisner publica un cómic llamado 'Contrato con Dios', en las antípodas de 'The Spirit' y obra ya, hoy, considerada por los estudiosos del medio no solo genial, sino la madre de la famosa 'novela gráfica'.
Cuatro historias cortas centradas en la vida del Bronx en los años 30, época que Eisner conoció porque la vivió desde la doble perspectiva de joven y artista. El retrato es maravilloso; en verdad los retratos, porque 'Ansia de vivir' (1988) y 'La Avenida Dropsie' (1995) se ambientan en los mismos lugares ya visitados, y el fresco se convierte en un mural tremendo, una reflexión sobre los anhelos, las tristezas, las esperanzas, las ambiciones, las frustraciones... el ser humano desnudo, entrañable a veces, la mayoría no.
Los tres títulos son imprescindibles. Una nueva lectura de los mismos demuestra que su magia sigue intacta, más aún en tiempos poco dados a propuestas de tal envergadura. Ahora bien: todas sus fórmulas narrativas empleadas ya existían y fueron plasmadas por otros artistas colosales, desde Winson McCay en 'Little Nemo' hasta Frank King con su 'Gasoline Alley'. 'Contrato con Dios' es fabulosa, pero no inventa un género, ni una forma de contar. De hecho, es 'The Spirit', desde sus inolvidables splash pages, donde los títulos de cada episodio se convierten en elementos que son arquitectura, parte de los escenarios o lugares de facto donde se desarrolla la acción, hasta la forma de abordar ésta, el título más innovador de Will Eisner dejando para 'Contrato con Dios' momentos más maduros, pero no mejores. Ambas obras son excelsas, pero cabe de nuevo decir que la novela gráfica, como tal, no existe. Que cada cual llame al cómic historieta tebeo novela gráfica como desee, por supuesto. Pero hasta ahí.
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