Ha colaborado con la mayor parte de las orquestas españolas, y ha trabajado con numerosas formaciones jóvenes, desde la Jonde a la Joven Orquesta de ... Galicia. Ahora Rubén Gimeno (Valencia, 1972) se incorpora como director artístico de la Joven Orquesta de Euskal Herria.
– ¿Qué le atrajo para sumarse al nuevo proyecto de la EGO?
– Lo primero, la pasión con la que me transmitió Germán Ormazabal las ideas que tenía para reconducir un proyecto que mire al futuro, con la ambición de servir a los jóvenes, y de posicionar a la EGO en un país en que la música es muy importante. Y también ver que compartíamos muchas ideas sobre el futuro de los jóvenes y cómo formar músicos para una orquesta, que es una profesión muy específica y que supone pertenecer a un grupo durante muchos años de tu vida.
– ¿Ha cambiado la situación de las jóvenes orquestas?
– Sí, el nivel medio de los músicos ha subido mucho, y también la exigencia. Es importante adaptarse, porque como jóvenes que son están en los umbrales del profesionalismo y van a tener que afrontar reflexiones y cambios. Por ejemplo, estamos viendo grupos que incluyen movimientos escénicos en sus conciertos. O que están tocando de memoria. Tenemos que estar muy atentos y muy vivos porque probablemente la sociedad nos exija a los músicos de orquesta un rol diferente a lo que pedía anteriormente, hasta mi generación. Queremos que también estén abiertos para ese devenir.
«Hay que estar atento al devenir, vemos grupos que incorporan movimientos escénicos en su concierto, o que tocan de memoria»
– ¿Ya no vale con seguir la tradición?
– Nos gustará o no, pero no se puede negar que la capacidad de concentración de la gente se está limitando. Al menos hay que reflexionar, ¿la gente joven está preparada para escuchar cinco horas de música como en la época de Wagner, o hay que buscar conciertos más cortos? ¿Tenemos que fijarnos en el tipo de empatía que hay entre el público y el artista en un concierto de pop o de jazz? En la música clásica somos muy dogmáticos, y no es que la vigencia de la música de Beethoven esté en duda, sino cómo la estamos presentando. Un amigo me decía el otro día que un concierto en una sala con el público en silencio total es un acto subversivo en estos momentos. Y también es verdad. Todas estas reflexiones son importantes de cara al futuro.
– Y dentro de esas preguntas, ¿tiene ya alguna certeza?
– Tengo más preguntas que certezas, pero voy buscando y mantengo contacto con personas que veo que empiezan a innovar en estos sectores, en cómo aproximarse al público. De momento tenemos que alertar a los jóvenes de que tengan cuidado porque igual todo esto está en su futuro, la formación va por un camino determinado, pero igual tenemos que abrir el espectro.
«En la orquesta hay 73 músicos, y todos intervienen pero no van a estar más de 40 al mismo tiempo en el escenario»
– ¿Una joven orquesta es un espacio interesante para explorar estas nuevas vías?
– Es el espacio ideal, porque el aprendizaje es más rápido, se aceptan mejor los cambios y está todo por construir. Nosotros, junto a sus formadores y conservatorios, vamos cincelando lo que será cada uno en el futuro.
– Ha trabajado con diversas orquestas jóvenes, en diferentes comunidades y países. ¿Hay algo específico que le haya llamado la atención en la EGO?
– Lo más importante es cómo se vive la música en el País Vasco, que tiene dos formaciones como la Euskadiko Orkestra y la Orquesta Sinfónica de Bilbao, Musikene, la gran tradición vocal... es un país tan rico musicalmente que entiendo que de aquí emerge mucha energía para que afloren muy buenos músicos.
«Es un país tan rico musicalmente que yo creo que emerge mucha energía para que afloren muy buenos músicos»
– ¿Cómo se han ido adaptando a la nueva realidad de la pandemia para poder iniciar los ensayos la próxima semana?
– La realidad va cambiando casi semanalmente, como en todos los ámbitos. Teníamos que hacer audiciones, y en lugar de esperar nos adelantamos a hacerlas a través de vídeos. La consecución, el envío y el estudio de los materiales de orquesta requieren mucho tiempo, y teníamos que avanzar. Y con la elección del programa pasaba lo mismo, podíamos elegir obras para quince músicos, pero preferimos apostar por un repertorio que en un momento u otro diera oportunidad a todos. Han sido muchos condicionantes, porque además tenían que ser obras apropiadas para el trabajo de aprendizaje, claro. Ahora queda que todo esto que hemos ideado se materialice en los ensayos. Para mí también va a ser extraño, porque es la primera vez que voy a dirigir con tantas distancias y con mascarilla, que condiciona muchísimo en cuanto la expresión y la comunicación. Pero no hay que hablar de dificultades, sino de oportunidades.
– ¿Cuántos músicos van a participar?
– En la orquesta, 73 en total. Pero en el escenario no van estar nunca más de 40 al mismo tiempo. Empezamos el concierto con una obra de vientos, que son diez. Luego se van y entra un grupo de cuerdas, y al final se unen otros músicos pero no todos. Estar en la Quincena es un gran reto y un privilegio, y evidentemente queríamos ofrecer otro programa distinto, con metales al inicio, un pequeño grupo mixto y luego la percusión, que también tiene su aportación. En este sentido seguimos el modelo de la Euskadiko Orkestra, que nos abrió las puertas de Miramón. También va a ser una apuesta para concienciar a los jóvenes de lo importante que es mantener las medidas de seguridad. Ser músico significa de alguna manera ser disciplinado.
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