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Los restos óseos se revestían de telas decoradas al detalle, algunas de ellas bordadas en plata.
El tesoro olvidado de Martioda

El tesoro olvidado de Martioda

En el Bellas Artes de Álava. Tras seis años de restauración, hasta 17 reliquias del siglo III lucirán en el museo hasta enero como el conjunto más importante del País Vasco

Sábado, 29 de mayo 2021, 09:42

En la novela de Pío Baroja 'El cura de Monleón', el personaje de Javier Olaran recorre una Vitoria señorial y muy religiosa. Entre sus páginas, hay una escena en la que el protagonista se interesa por los Tebeos. No se refiere a ningún tipo de cómic, sino a unas reliquias que se encontraban en la zona. ¿Qué son? «Son unas calaveras con una especie de tela y alrededor un círculo como suelen tener los santos. Vamos a ver esos Tebeos», le resume otro personaje.

Con una cita de ese fragmento precisamente, y la misma invitación, el Bellas Artes de Álava inaugura una muestra de un conjunto relicario «sin igual» en el País Vasco que se encontraba en la iglesia de San Juan Evangelista de Martioda. Está compuesto por 17 cráneos y diversos fragmentos de huesos humanos de la Legión Tebana (o de los Tebeos) y de las Vírgenes de Santa Úrsula y su importancia reside tanto en los restos como en las telas, bordados y pedrería que los guardan. «No hay duda de que cualquiera que se encuentre ante un resto humano convertido en una reliquia sentirá esa especial conexión entre lo tangible y lo sobrenatural», destacó la diputada Ana del Val en la presentación de este «tesoro» rescatado por el servicio foral de restauración. Seis años ha tardado en recuperar el esplendor original tras un estado de conservación «lamentable», con ataques de hongos y roedores.

Las instituciones confían en que esta muestra, que permanecerá hasta enero en el museo, se convierta en un atractivo «museístico y turístico», ya que es la colección más numerosa de este tipo que se conoce en el País Vasco.

Esos huesos humanos «sacralizados» se revestían y adornaban de diferentes materiales, desde telas bordadas en plata hasta flores de seda. Aunque tan solo se han analizado por el momento dos de los restos óseos a través de pruebas de radiocarbono, éstas determinan que son del siglo III. De ese tiempo procede también la leyenda de Santa Úrsula acerca de una joven que se convirtió al cristianismo con la promesa de guardar su virginidad. «En la Edad Media el comercio de reliquias era habitual, así como el expolio de enterramientos. Todavía hay muchas preguntas que nos surgen acerca de cómo llegan a la iglesia del concejo», apunta Cristina Aransay, jefa del servicio de Restauración.

La decoración por la que se ha optado para exhibir el conjunto en la pinacoteca del paseo Fray Francisco de Vitoria sigue la estela de los adornos que se realizaban en la primera mitad del siglo XVII. El gran número de materiales empleados y la complejidad de la reparación ha supuesto un reto, al tiempo que un «esfuerzo apasionante», comenta Aransay.

Fue en una visita institucional a la torre de Martioda en 2015 cuando entraron a la iglesia de San Juan Evangelista y los descubrieron en la sacristía. «Era un patrimonio al que no se le había prestado atención al estar la iglesia desacralizada y cerrada». La sorpresa al descubrir esos cráneos precedió al estudio para que luzcan con una mirada centrada en su valor como «patrimonio artístico» más allá del religioso.

Símbolo de poder

«Tenían valor devocional, pero eran también un símbolo de poder, ya que estaban ligadas a la nobleza», explica Aransay. Junto a los diferentes restos óseos, se exhibe un vídeo del proceso de reparación que ha supuesto un reto para el equipo que lidera. Para ello han tenido que contar con especialistas para analizar los tejidos y la composición. «Se encontraron varias flores secas en los relicarios y los botánicos llegaron a la conclusión de que eran aromáticas. Era interesante porque no se suele encontrar y se trataba de plantas secas de más de 200 años».

La investigación acerca del origen de estos relicarios se mantiene abierta sobre todo desde el punto de vista histórico. Una de esas incógnitas por despejar es saber cómo llegaron a la iglesia de Martioda. La investigación confirma que este conjunto fue propiedad de los Hurtado de Mendoza, un linaje dedicado a la diplomacia internacional en la corte de los Austrias.

Parte de la familia vivió en Bruselas a mediados del siglo XVII. Una hipótesis es que a su vuelta a Martioda trajeron consigo estos objetos de «procedencia claramente flamenca», resalta el texto que acompaña la muestra.

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