Hace un año presencié cómo a un señor mayor que formaba parte de una excursión turística por el centro de Donostia le fallaba el esfínter en plena calle. De repente, nadie quería estar ahí: ni el protagonista de la escena -que un día fue un hombre joven, quien sabe si atractivo, con perfecto control sobre su cuerpo y ya no lo iba a ser nunca más-, ni sus acompañantes, ni los testigos. Esa escena quizás no condense toda la literatura de Philip Roth, pero sí la mejor, la que describe con extrema minuciosidad la fragilidad de la certeza, la proximidad de la humillación.

Publicidad

Muchos lustros antes de que cualquier escritor que se precie se pusiera a escribir de forma compulsiva sobre el duelo, Philip Roth ya lo había hecho y con mayor hondura que la inmensa mayoría en 'Patrimonio' (1991), agonía y muerte de su progenitor. Hasta entonces, la crítica, siempre presta a poner etiquetas cual reponedor de supermercado, ya había llegado a sus conclusiones: judío estadounidense + psicoanálisis + onanismo = 'El Woody Allen de la literatura'. En rigor, poco que ver. La obra de Roth, que hasta entonces acumulaba ya un buen número de títulos, entre los brillantes, los fallidos y los directamente prescindibles, experimenta en aquel 1991 un empuje vertical y hacia arriba que le permite encandenar una obra maestra tras otra, hasta culminar en la gloriosa trilogía que conforman 'Pastoral Americana', 'Me casé con un comunista' y 'La mancha humana'. Con esta última también se anticipa, en este caso, a los ahora rutinarios linchamientos en las redes sociales. «¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han desvanecido como negro humo?», pregunta en voz alta el profesor Coleman Silk al pasar lista en el aula, con tan mala fortuna que uno de los reincidentes en ausencia es de raza negra. A partir de ahí, llega la demolición social, profesional y personal del académico. De igual forma, los ejemplares padres de 'Pastoral Americana' se ven arrastrados por la deriva de su hija y con ellos aprendemos la inmensa falacia del «si haces lo que debes obtendrás tu recompensa».

En cuanto a lo que vino después -'El animal moribundo', 'La conjura contra América', 'Elegía', 'Sale el espectro' o 'La humillación'-, ya hubiera bastado para alzarlo a lo más alto del canon literario contemporáneo. Se despidió con 'Némesis', otra carga de profundidad sobre lo decepcionantes que acabamos siendo, en especial, respecto a nuestras propias expectativas. Roth no habla de sexo, masculinidad, judaísmo o decrepitud, sino de los rasgos que definen nuestra frágil condición, siempre a merced de esa falla sísmica entre lo que creemos ser y lo que realmente somos: una infinita fragilidad. El escritor describe los síntomas y aporta las pruebas que sustentan el diagnóstico.

«Controlar la propia vejiga... ¿Quién entre los enteros y sanos considera jamás la libertad que eso concede, o la angustiosa vulnerabilidad que su pérdida puede imponer incluso a la persona más segura de sí misma? Yo, que nunca había pensado esos términos, que desde los doce años de edad me había empeñado en ser peculiar y me encantaban todos esos rasgos míos que se salieran de lo corriente... ahora podría ser como todo el mundo», confesaba el escritor tras someterse a cirugía reparadora de las secuelas de un cáncer de próstata. Y concluía: «Como si la sombra de la humillación que siempre se cierne sobre nosotros no fuese, en realidad, lo que nos vincula a todos los demás». Aquel día, en el centro de Donostia, flotó la presencia de ese vínculo cierto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad