– Pregunta obligada: ¿qué suponen estos premios para los cantantes de ópera?
– Indican que el trabajo que estoy haciendo va por buen camino y suponen un reconocimiento a que en el año 2019 las óperas que canté fueron bien. También implican una responsabilidad.
– Precisamente, hace dos años comentaba que los galardones son un arma de doble filo por la presión que conllevan.
– Sí, suponen que tu nombre sale a la palestra y todo lo que haces tiene más repercusión. Todo el mundo se entera del trabajo que realizas, pero bueno, para mí es una motivación extra.
– ¿Y cómo gestiona esa presión?
– No me estorba. Yo intento mantenerme lo más tranquilo posible porque al final, los reconocimientos son buenos, pero lo importante es que el día a día siga yendo bien. Por ejemplo, el ensayo de esta mañana (por ayer) ha ido bien y para mí eso es igual de importante que recibir el premio. Intento gestionar la presión trabajando, que es la única manera de estar luego tranquilo encima del escenario.
«El ensayo de esta mañana ha ido bien y para mí eso es igual de importante que recibir este premio»
– ¿Quién otorga el reconocimiento que de verdad le importa? ¿La crítica? ¿El público? ¿Los programadores?
– Para mí, la máxima autoridad es mi pareja (Elena Barbé), que es con quien trabajo y quien me dice siempre la verdad, vaya bien o vaya mal. Los programadores y los teatros tienen la autoridad de decidir qué se va a hacer en cada momento y obviamente, saben lo que hacen, pero lo que me vale a mí como persona y como artista es mi día a día y mi trabajo constante. Por eso, mi pareja, que también es mi profesora, es quien me sirve como referencia.
– Ha actuado en algunos de los escenarios más prestigiosos del mundo. ¿Siente más presión y autoexigencia que cuando lo hace, como por ejemplo el año pasado, en la Quincena donostiarra?
– No, a mí cantar en mi cuidad me hace especial ilusión. Afronto todos mis compromisos al 100%, ninguno tiene más valor que otro. Voy siempre con la misma actitud. Otra cosa es que te haga más ilusión que te llamen de un sitio o de otro por tu situación personal, pero al final, te hace ilusión estar por todos los teatros del mundo.
– ¿Diría que lleva una carrera meteórica o piensa más bien que va peldaño a peldaño?
– Soy consciente que se puede ver como meteórica, pero yo sé que es peldaño a peldaño porque es verdad que soy muy joven –cumplo 26 años el mes que viene– y parece que aparezco de la nada, pero debuté hace cinco años y estoy dando pasos con cada producción para hacerlo cada vez mejor. Para mí eso es una carrera peldaño a peldaño.
– En Quincena ya el año pasado era presentado como alguien que había alcanzado «alturas estratosféricas»...
– Es que es verdad que he estado en los mejores teatros del mundo y que en mi calendario los tengo programados, pero creo que lo de las «alturas estratosféricas» se irá alcanzando poco a poco.
«Soy consciente de que mi carrera puede parecer meteórica, pero yo sé que va peldaño a peldaño»
– Más allá de la percepción del público, ¿es usted consciente de sus márgenes de mejora o de cuando ha tenido una noche más floja?
– Absolutamente. Yo cada día me gestiono lo que he hecho y sé cuándo he estado mejor o peor. Lo que nadie me puede reprochar es que no dé siempre el 100%.
– ¿Cómo han vivido los profesionales de la ópera todo este año bajo la pandemia?
– Ha sido horrible, más que nada, porque la sensación era que los cantantes nos quedábamos sin trabajo, pero es que se quedaban igual miles y miles de personas. Tú entras al Teatro Real y probablemente aquí trabajan alrededor de quinientas personas. Los cantantes somos diez o doce, pero se han quedado muchísimas familias sin trabajo. Y lo sigue siendo porque hay muchos teatros que aún no han conseguido abrir. Personalmente, es verdad que estuve en casa y pude estudiar, pero era una decepción tras otras porque cada mensaje que recibía era una cancelación.
– Desde la perspectiva que le da su proyección internacional, ¿cree que España ha protegido su cultura mejor o peor que otros países?
– Yo diría que en España se le ha dado a la cultura la importancia que merece porque por mucho que estuviéramos en la pandemia, si había cosas que se podían hacer, debían llevarse a cabo, por delante de otras muchas cosas. Eso lo tengo clarísimo: sin cultura, el país no puede seguir adelante. Yo, por ejemplo, pude cantar en Granada, Donostia, A Coruña, y Sevilla. El Teatro Real ha estado casi siempre abierto. Los teatros han puesto todo de su parte. No quiero meterme con nadie porque será que no han tenido más remedio, pero yo he tenido cancelaciones en Francia, en Alemania, en Estados Unidos... Al final, es verdad que estaban perdiendo muchísimo dinero, pero decidieron cerrar y nos quedamos con caras de tontos, aunque es lo que hay. En este sentido, no sé si España lo ha hecho mejor o peor, pero que ha apostado por la cultura lo tenemos todos claro y si no queremos verlo, tenemos los ojos cerrados.
«España ha apostado por la cultura en la pandemia y si no queremos verlo tenemos los ojos cerrados»
– A la espera de que mejore la situación, ¿qué proyectos tiene?
– Tras mi debut en el Teatro Real, voy a Nápoles, luego cantaré bastante por España y vuelvo la temporada siguiente al Real con otra ópera. Y más adelante, si nos dejan, Londres, París... Tengo el calendario bastante cubierto y estoy con ganas de hacer todo lo que viene por delante.
– ¿Cuál es su tope?
– Yo espero seguir cantando y en el momento en el que vea que no hago disfrutar a la gente o que yo no lo hago, tendré que tomar decisiones, pero por ahora no pienso en nada que no sea estudiar, disfrutar y seguir adelante.
«Yo también tuve que elegir de chaval entre el coro y el fútbol»
- Usted, que empezó en el Orfeón, ¿qué opina sobre la falta de coralistas adolescentes? Parece ser que llegada a cierta edad, los chicos lo dejan...
- No lo sé, yo puedo dar mi opinión de lo que he vivido. La transición que sufrimos los chicos cuando nos cambia la voz, alrededor de los once o doce años, es bastante complicada. De repente, de poder cantar tranquilamente con la voz de tiple pasas a convertirte en otra persona a nivel musical. Te cambia la voz y no sabes cómo utilizarla. Si no tienes cerca a alguien que te explique que eso es normal y que se puede seguir cantando aunque durante algunos meses vayas a sufrir, es complicado seguir adelante. Yo mismo pasé un mes en el que sentí que no quería cantar más porque ya no sabía qué hacer. Además, a los doce o trece años tienes que elegir entre el fútbol y cantar, algo que también me pasó a mí, y muchos eligen lo primero. Nos vamos quedando sin cantera, aunque estoy seguro de que volveremos porque Euskadi es de coros y se recuperará.
- Pero, ¿era bueno al fútbol?
- No, nunca he sido bueno, pero me lo pasaba bien con mis amigos. Tampoco sabía que iba a poder ser cantante profesional de ópera. Decidí que me lo pasaba mejor cantando, pero me dio mucha pena dejar el fútbol y entiendo que haya gente que tome otras decisiones.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.