UNA CARRETERA ESTRECHA

En su anterior filme, 'Taxi Teherán', el iraní Jafar Panahi conducía por la capital de su país un taxi con cámaras, en otro de sus trabajos clandestinos, sencillos y naturalistas. Al comienzo de 'Tres caras', Panahi parece seguir en la misma película. Está al volante, pero la cámara no nos muestra a él sino a quien ocupa el asiento de copiloto, una popular actriz de series que le habla muy nerviosa. El protagonista esta vez no es el director, sino las mujeres iraníes. Jafari está nerviosa porque ha recibido un videomensaje desesperado de una joven que quiere ser actriz, pero a la que su familia le obliga a abandonar su sueño y casarse. Amenaza con suicidarse.

'3 faces' es un viaje en automóvil del realizador y la actriz en busca del pueblo y de esa chica, que acaso se haya suicidado o puede que les haya gastado una broma. Una 'road-movie' no en la bulliciosa Teherán sino en perdidos paisajes rurales atravesados por una carretera estrecha y de un carril en la que dar bocinazos para ponerse de acuerdo con quien conduce de frente, acaso metáfora de las tradiciones estrictas y de los modos de bregar con ellas.

Aborda 'Tres caras' las dificultades de ser actriz en Irán y, por extensión, de ser mujer. Lo hace con esa sencillez de Panahi, apuntando los temas con suavidad más que entrando a fondo en ellos. Con tres mujeres, la actriz de éxito, la joven rebelde y un tercer personaje, una tercera cara femenina que en realidad no se ve, de una mujer repudiada tras sus tiempos de actriz.

El jurado de Cannes acaso erró al recompensar con un premio al guión el encanto e intención de este filme agradable y vivo pero disperso, menor y con poco fuste, que queda ejemplificado en una imagen, la del director dormitando en el coche mientras en una casa tres lejanas sombras nos dicen que las mujeres bailan, celebran y acaso digan cosas interesantes que no escucharemos.