Zinemaldia 2023 | Perlak

Crítica de 'La memoria infinita': ¿Cerebro? No tengo

A Maite en Sundance y en Berlín no la quieren por su apellido sino porque es una terrible documentalista. Por eso 'La Memoria Infinita' ganó en Utah el Gran Premio del Jurado y en la sección Panorama de la Berlinale perdió a los puntos el de, (una vez más), el público. Y lo hizo ante un gran rival, 'Kokomo City', el acidísimo retrato de las mujeres trans y negras que han de prostituirse ante el odio de tantos.

Donostia amará a Maite una edición más. A ella y a la pareja que retrata en su tierno y a vez feroz, rabioso, revolucionario documental. Él, Augusto Góngora (cuatro meses se cumplieron recién de su muerte) era un orgulloso periodista de raza y de ley que en los negrísimos tiempos de Pinochet fue parte crucial del equipo que creó el noticiero 'Teleanálisis', clandestino, por supuesto. Augusto (se le oye diciéndolo en grabaciones de archivo) reivindicó siempre que la memoria de su país debía ser reconstituida. Pero no solo la oficial, no solo la histórica. También la emocional. La del duelo y la amargura; la de las pequeñas alegría y esperanzas.

Ella, Paulina Urrutia, su esposa, es actriz, sindicalista y fue ministra de Cultura y durante el Gobierno de la presidenta Bachelet.

Augusto está perdiendo aquello cuya restauración sanadora reivindicaba, la memoria. Aún le quedan recuerdos, sensaciones. Libros. Pero el olvido le cerca. Paulina y tantos otros están a su lado. En esta historia de amor, memoria y libertad