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Buen cine negro francés. Heredero de los grandes 'polar' de décadas pasadas. Actualizado. Muy actualizado. Esto no es 'El clan de los marselleses'. Estamos en Niza, tan hermosa y mediterránea ella. Bien que lo indica la primera y significativa imagen.
Un miembro de la comunidad ... georgiana ha sido asesinado. Por equivocación. Le confudieron con su jefe, un oligarca ruso que acaba de conseguir la concesión de una playa privada, allí donde el dinero y la droga bailan bailes salvajes. Deja una esposa que toca el piano pero se ha deslomado haciendo cientos de habitaciones en los hoteles y dos hijos, un rufían carcelario y un judoka que se prepara para ser ordenado diácono ortodoxo. ¿Se masca la venganza? Puede. Pero extraños son los hilos que se cruzan en un lugar donde los árabes se hicieron con los territorios que entonces eran de los italianos y al tiempo pasarían a los chechenos.
La película es brutalmente inmersiva. No solo por el tenso guion sino debido a las lentes usadas en las cámaras por Popkhadze: de 8 y 12 milímetros en un sensor de 35 mm. Sabía lo que se hacía en esta su primera película este director francés de origen georgiano con la sangre y el celuloide ardiéndole en las entrañas.
Adaptando el título de una de las retrospectivas del festival, he aquí la 'Niza violenta', el cine 'poliziesco'.
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