Crítica de 'Cuando las nubes esconden las sombras': Al filo del fin del mundo

Su productora chilena, Catalina Vergara, consiguió la primera financiación para 'Cuando las nubes esconden las sombras' en el festival de Jejung, Corea del Sur, cuando esta película cargada de poesía y estrías existenciales era solo un proyecto. Una sombra, un esbozo. El viernes se estrenó casi mundialmente y muchos dimos en pensar que a su personaje, esa actriz varada a la espera de un equipo de rodaje en el punto habitado más austral del universo, en Puerto Williams, acabaría escapándosele la suya, la sombra, hacia el mar, hacia la Antártida en esos días de soledad tibiamente aligerada por un puñado de personajes, habitantes del lugar, que va conociendo y con los que intercambia palabras mientras Leiva crea imágenes hermosísimas como la de esos caballos sobre el asfalto o la niña que toca el violín con un arco estropeado en un claro del bosque frío.

Hay calor humano y soledades, hay relatos de olas gigantescas por cuyo vientre navegan los barcos. Hay cine henchido de sombras.