Crítica de 'El suplente': Bostezos en las aulas

Se suma a la larga lista lo último de Diego Lerman ('Una especie de familia') que, aunque traslade su historia al extrarradio de Buenos Aires y trate de llevarse el esquema a su terreno, se queda en lo correcto y no consigue que en los 111 minutos se nos vaya la sensación de que nos ofrecen un plato ya degustado, de que, por cautela o eficacia, nos dejan en lo ya visto, algo que resulta cómodo pero insuficiente para singularizarse entre la producción mundial, menos aún en un festival de cine.

Lerman hizo los deberes. Visitó numerosos centros educativos de la periferia bonaerense para documentarse y encontró por allí a los jóvenes protagonistas de su película, lógicamente no profesionales, que dan bien en pantalla. No obstante, el centro de 'El suplente' está en el personaje de Lucio Garmendia (Juan Minujín), acompañado por ese excelente veterano del cine argentino que es Alfredo Castro y por Bárbara Lennie, como su ex esposa (otro punto en contra de la película es que desaproveche a la gran Lennie).

A lo largo del metraje, conoceremos la parte personal del profesor (divorciado, con una hija adolescente mimada y un padre con problemas de salud) al tiempo que, poco a poco, va ganándose a sus alumnos y siendo consciente de su realidad social, que salta a la propia aula cuando el colegio es intervenido por hallarse droga. 'El suplente' también flaquea al intentar reducir una compleja situación de narcotráfico y corrupción en la persona de un chaval, Dylan, al que el protagonista intentará 'salvar'.