Que al principio de una película llueva torrencialmente sobre un paisaje algo torvo, medio habitado medio desolado; medio urbanizado medio rural, suele ser una buena señal para ciertos cazadores de imágenes; mayormente para quienes bucean a pulmón en las aguas de New Directors.
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Que llueva. ... Que la lluvia tamborilee sobre una furgoneta casi pero no del todo desvencijada. Que llueva en una noche negra pero con rasguños rojizos, como de sangre, carbono, metal, pólvora y barro mezclados.
Que llueva. Antes de Navidad. Allá, por Croacia. Donde dos niños juegan con bencina, carburo, fuego y pistolas de guerras antiguas y recientes. Niños que también le dan a los videojuegos, quieren subir sus hazañas de tiros e incendios a YouTube y tener muchas pero que muchas visitas. Niños que sueñan con iPads comprados en Suiza. Niños al borde de un camino que alguien ha prometido asfaltar. Niños que entran en autocaravanas más o menos abandonadas. Niños croatas. O serbios. O serbiocroatas. Anoche llovió. Ahora no llueve. He perdido mi maletín con los Lego. Alguien se ha cagado en la puerta de casa. Tengo una pistola. Vamos a la Misa del Gallo. No llueve.
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