Demi Moore a la manera de Dorian Gray y también a la manera de Carrie

Quizás no fuera el galardón más adecuado porque 'The Substance' se emborracha de sangre, secreciones, nutrientes y fluidos y se alarga más de la cuenta, amén de tener lagunas existenciales que los fans del horror perdonan sin ningún problema como demostraron los casi monstruosos aplausos que la despidieron en, precisamente, el teatro Principal, sede y templo de la horrorosa semana que empieza antes de Halloween. Tal vez habría sido más corecto un inusual premio a la audacia visual, a la puesta en escena, a los magníficos efectos visuales y especiales que transforman a Demie Moore y Margaret Qualey (una de las actrices fetiches de Yorgos Lanthimos) en una criatura deforme, informe, aforme a medio camino entre una creación de John Carpenter y un residuo de las producciones de la Troma, excelsa y repugnante compañía muy pero que muy low cost y tóxica.

Sea como fuera, 'La sustancia' es una magnífica, cruel, desmedida parábola sobre qué rápido envejecemos las mujeres según los parámetros de la sociedad y el mundo del espectáculo. Más si lo comparamos con esos 'maduros exquisitos' en los que se convirtieron Reford o Clooney, Gere, hasta Bardem, a partir de sus 50.

En pantalla, intentando no ya retrasar sino reinvertir el momento cuando ya no te quieren ni para un programa televisivo de wellness, fitness o gimnasia con leggins, una Demi Moore que nunca debió de imaginarse que su vuelta al estrellato, después de haber sido defenestrada de él a comienzos de este siglo, llegase en una película de puro 'body horror', esas en que tu cuerpo empieza a transformarse, supurar, secretar, abrirse, partirse, convulsionarse.

Hay mucho de 'El retrato de Dorian Gray' en este filme que tiene un arranque visual y una escena final de una fuerza arrebatadora. Y por supuesto, el gran momento del programa de Nochevieja recuerda, en más horrendo aún y con más litros de sangre en juego, al baile del instituto de 'Carrie'.

'The Substance'es un serum fatídicamente milagroso que te divide en dos, permitiéndote ser cada siete días lo que babosos, obscenos, repelentes productores de TV (espléndido Dennis Quaid) y los lascivos accionistas de la cadena consideran la mejor versión de ti misma. Por supuesto, los efectos secundarios son incalculables. La gente estalló en aplausos pasada la medianoche.