Hay que silenciar los parloteos de nuestra cabeza, detener todo proceso lógico, frenar la búsqueda de explicaciones nítidas, dejarse llevar como quien emprende un viaje a ciegas o se hunde en un sueño. Solo así se puede disfrutar del cine de Lucile Hadzihalilovic ('Evolution') y ... más concretamente de esta 'Earwig', que encajaría mejor como rareza de Zabaltegi-Tabakalera, que puede resultar tan fascinante como árida. O viceversa.
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Fascinante y turbadora desde sus pocas palabras y su atmósfera muy concreta. Estamos dentro de una gran casa cerrada, con las cortinas echadas, escasos elementos, cristales, insectos y muebles antiguos. Solo hay dos habitantes, Mia, una niña que juega con papeles de periódicos y tiene un extraño problema en sus dientes: un líquido que sale de su boca es recogido y echado en un molde que, metido en el congelador, formará una dentadura de hielo (les advertí, suspendan toda lógica). Y está también un hombre, su paternal cuidador.
Dirección: Lucile Hadzihalilovic.
Guion: Geoff Cox y L. Hadzihalilovic sobre libro de Brian Catling.
Intérpretes: Romola Garai, Paul Hilton, Alex Lawther.
Fotografía: J onathan Ricquebourg
Música: Warren Ellis y Augustin Viard.
Nacionalidad: R. Unido-Fr.-Bél.
Duración: 114 m.
Basada en un libro del inglés Brian Catling (aquí se tradujo de él 'Vorrh, el bosque infinito'), 'Earwig' nos atrapa entre esos dos personajes lacónicos, extraños, ambiguos, apenas alumbrados por luces mortecinas. Con una sombría frialdad casi a lo 'Déjame entrar'. Y rodeados de un silencio en el que un viejo reloj, sonidos de la calle o los ruiditos que hace Mia con sus dientes resultan atronadores.
Hadzihalilovic sabe enredarnos en este pequeño mundo en suspenso, y acaso nos atrape su atmósfera onírica y embarrada, aunque sea incómodo resistir dentro de este misterio envuelto en una pesadilla envuelta en un enigma. Y puede que nos perdamos y nos pierda 'Earwig', cuando sale a la calle (pero a una ciudad gris y húmeda), cuando aparecen nuevos personajes (una mujer, ¿o son dos?), cuando hay referencias al amor, a la pérdida, a la paternidad pero sin que comprendamos nada. No, no hay que intentar entender esta joya hermética, punzante y, si quieren, pesada, cuya osadía seguro que tiene algún reconocimiento en el palmarés.
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