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En un momento dado de este poderoso, amargo, agónico acto cinematográfico, documento ficcionado sobre el horror que tantas veces significa haber sobrevivido a una masacre, uno de los personajes confiesa que en un momento dado de aquella noche de noviembre 2015 miró al techo de ... la sala de conciertos parisina Bataclán y lo que vio le pareció bello, muy bello. Distinguió motas de polvo ascendiendo desde la pista y el escenario. Notó ligeras olas de vapor lamiendo las paredes. Era hermoso, sí. Luego, cuando ya había pasado mucho tiempo de los atentados de París y los que sobrevivieron espantaban fantasmas a cañonazos o con silencios que envenenan a quienes no chillan ni gritan su espanto alguien le dijo que aquellas partículas ascendentes eran diminutos copos de pólvora. Y el vapor lo exhalaban os cuerpos ya muertos. Y los moribundos.

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'Un año, una noche'

  • Dirección: Isaki Lacuesta. Intérpretes: Nahuel Pérez Biscayart, Noémie Merlant, Quim Gutiérrez, Alba Guilera, C. Tangana.

  • Guion: Isa Campo, Lacuesta, Fran Araújo sobre el libro de Ramón González.

  • Fotografía: Irina Lubtchansky.

  • Música: Raül Refree.

  • Duración: 120m.

A algunos de nosotros también nos turba reconocer que es su brutal, percutante, insidiosa belleza lo que más nos perturba de lo último de Isaki Lacuesta e Isa Campo, bien acompañados en el guion por Fran Araújo (co escritor y co escritor de 'El rayo') y por un equipo excelente, encabezado por Irina Lubtchansky, directora de fotografía capaz de arrancarle fogonazos a las tinieblas, y por quince sonidistas. Junto con el director de 'La consagración de la primavera' y Sergi Díaz en el montaje.

La belleza sí. La belleza que la Muerte no espanta sino que la provoca. 'Un año, una noche' es turbiamente hermosa desde su escena primera, poderosa imagen de una pareja que avanza por los restos de aquel viernes 13 cubierta por esas mantas de emergencia que acostumbran a ser de fibra de vidrio. Aluminizada, curiosa y sorprendentemente, en tono dorado. Hermosa. Tanto. Doliente. Mucho. 21 gramos, dicen, pesa el vapor del alma que deja el cuerpo que la cobijaba...

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