Crítica de 'Emmanuelle': Erotismo triste

Cincuenta años después, no había necesidad de retomar un mito tan coyuntural y endeble, pero Audrey Diwan, autora de la impresionante 'El acontecimiento', se ha animado a hacerlo, con dudosos resultados. Por supuesto que ofrece una mirada más femenina que la de hace medio siglo, pero casi tan confusa e inconsistente como aquella.

La nueva Emmanuelle (Noémie Merlant hace lo que puede con ella, no se lo tengamos en cuenta) se ha convertido en una solitaria y tristona ejecutiva de una cadena de hoteles de lujo que viaja a uno de Hong-Kong para intentar encontrar un fallo en el excelente trabajo de su directora (Naomi Watts) y, de paso, se siente fascinada por un hombre enigmático (Will Sharpe). El planteamiento da pie para mucha imagen sofisticada, mucho diálogo artificioso sobre la vida y el placer, pero poco más.

Cómo será la cosa que acaba interesando más, algo, la trama hotelera que la erótico-existencial. La 'Emmanuelle' del 2024 no funciona como película feminista (demasiado vaga) ni como película erótica (cero morbo; nadie parece pasárselo bien en ella) y aburre a las ovejas con el laconismo, tópicos sobre el deseo y vacío existencial que desprenden sus personajes. Lamentablemente, la película inaugural está coja de rumbo y sustancia y, más allá de los ojos oscuros de la Merlant, no ofrece nada a lo que agarrarse.