Crítica de 'Great Absence': Recuerdos y olvidos

Tras una secuencia inicial que juega a la sorpresa, Kei Chika-Ura presenta en su segundo largometraje a un actor que lleva sin ver a su padre más de veinte años, desde que este se divorció de su madre. Ahora se lo reencuentra con lagunas en la cabeza y acompañado de su segunda esposa. Es como otra persona pero es su padre (por cierto, interpretado por el siempre elegante Tatsuya Fuji, muchas décadas después de 'El imperio de los sentidos').

La película se mueve entre los olvidos y los recuerdos, atrapados en las notas que el anciano se pone a sí mismo o en ese diario que guarda su segunda mujer con las cartas de amor que él le escribió. También hay olvidos: el progenitor le pide perdón por haberle tratado violentamente de niño, pero el hijo no lo tenía como algo importante en su vida. 'Great Absence' añade a todo ese mundo gotas de misterio: dónde está la desaparecida segunda esposa (el protagonista tendrá que elegir entre varias versiones), qué ocurrió con una pariente suya que también atendió al padre. Todo resulta interesante aunque Chika-Ura esté a un paso de boicotearlo al optar por dar al espectador la información entre saltos en el tiempo y en un desorden a veces incómodo.

En cualquier caso, estamos ante una segunda obra no redonda pero sí sugestiva y sensible, que lanza frases como la siguiente: «No me olvidaré de nada, aunque no lo recuerde».