El largometraje con el que Icíar Bollaín recupera el caso Nevenka, ya saben, la primera denuncia, y condena favorable, por acoso sexual a un político vivida en España, es un estupendo medidor del paso del tiempo y la evolución de nuestra sociedad.

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En 2000, cuando ... la joven e inexperta concejal era acosada por el alcalde del PP en Ponferrada, sus compañeros de corporación no veían lo que pasaba. Ni siquiera las mujeres de su entorno tenían un detector claro del acoso que se producía ante sus narices. En 2001, cuando Nevenka Fernández denunció al alcalde Ismael Álvarez, el partido y la sociedad ponferradina apoyaron a éste y se situaron contra la 'buscona'. Los medios de comunicación se mostraron insensibles. «¿Cómo se deja ser acosada y cómo tarda tanto en denunciarlo?», se preguntó Ana Rosa Quintana, en intervención televisiva que incluye la película.

¡Soy Nevenka!

  • Dirección: Icíar Bollaín.

  • Guion: Icíar Bollaín, Isa Campo.

  • Intérpretes: Mireia Oriol, Urko Olazabal, Ricardo Gómez, Lucía Veiga.

  • Fotografía: Gris Jordana.

  • Música: Xavi Font.

  • Nacionalidad: España

  • Duración: 117 m.

En estos años las cosas han cambiado. Afortunadamente, los entornos machistas se han reducido y la conciencia social ante el acoso se ha extendido. Nevenka no estaría ahora tan sola.

Por lo demás, Bollaín sigue en 'Soy Nevenka' la línea de su anterior trabajo, 'Maixabel', de tomar un personaje femenino real y trasladar su historia a la pantalla con respeto y vocación realista. Lo hace rodeada de grandes profesionales: la directora de fotografía de 'La mesías' (Gris Jordana), el jefe de arte de 'Cristóbal Balenciaga' (Mikel Serrano), las ganadoras del Goya Clara Bilbao y Karmele Soler en, respectivamente, vestuario y maquillaje... Mireia Oriol impregna al personaje de Nevenka de la necesaria fragilidad y estupefacción, mientras que Urko Olazabal (que destacó como secundario en 'Maixabel') saca adelante el antipático rol del alcalde.

Todo resulta intachable, aunque a uno el conjunto se le quede alicorto, como otro ejemplo más de un correctísimo cine ilustrativo plano, que no aporta nuevos enfoques, ni se atreve a asomarse a zonas grises de los personajes, ni añade nada a lo que ya saben los espectadores que siguieron el caso, menos aún a quienes lo recordaron con la miniserie de Sánchez-Maroto en Netflix.

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