Casi) todos amamos al François Ozon de 'La piscina'. Y amamos a la Marceau, la Rampling y la Schygulla pero dado que 'Tout s'est bien passé' se nos antoja a unos cuantos demasiado de alta cuna y discreta; tan sobria que te quedas siempre ... fuera de ella. Dado que a algunos nos resulta demasiado elegante (aunque otros hablan de sutileza y finura y cierto que las tiene, pues un Ozon es mucho Ozon) más nos apetece dedicar las penúltimas líneas de la 69 al filme de Wen Shipei que por más que pueda ser fallido te quema entre las oscuras llamaradas de ese nuevo cine negro que lleva un buen tiempo en lenta y ardiente ebullición en China.

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Esta insólita y melancólica película de un cineasta casi novel es un impactante ejercicio estético. De luz, de escritura, de montaje y composición de planos y secuencias. Wen Shipei tiene en mente, en las retinas y en los oídos a Presley y a Wong Kar-wai; ha leído 'Crimen y castigo' y no viaja solo hacia las tinieblas de la noche rojiza. El guion lo escribió con tres amigos. Las luces son la ensoñación, a veces pérfida, de cuatro iluminadores. El montaje lo asumieron cino editores. El resultado, imperfecto. Pero menos complaciente que Ozon. Quizás menos sabio. Pero más áspero.

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